Pedro Ontoso
Miércoles, 12 de agosto 2015, 00:48
El 6 de agosto de 1945, a las 8.10 de la mañana, el avión estadounidense 'Enola Gay' lanzó sobre Hiroshima a 'Little boy', la primera bomba atómica de la historia, que descargó sobre los indefensos ciudadanos una carga mortífera. Tres días después, a las ... 11.02 otra bomba arrasó Nagasaki, provocando decenas de miles de víctimas. El diabólico artefacto explotó sobre el barrio católico de la ciudad, a medio kilometro de la catedral de Urakami. Días después, entre los escombros del templo, símbolo de la persecución a los cristianos en Japón, un monje recuperó la cabeza de la virgen, orgullo de la iglesia de Santa María. Ocho años antes, el 26 de abril de 1937, aviones alemanes lanzaron un lluvia de fuego sobre la villa de Gernika, donde murieron entre 180 ó 200 personas. Habían pasado las 16.30. Días después, entre las ruinas de la iglesia de Santa María, los vecinos localizaron la cabeza de la virgen, arrancada por la metralla del retablo de una capilla. La virgen bombardeada de Nagasaki se ha convertido ya en un símbolo contra la proliferación de las armas nucleares, la de Gernika bien podría convertirse en un símbolo contra la violencia irracional.
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A distinta escala, pero con igual motivación en cuanto ensayo del horror, Nagasaki y Gernika son dos ciudades mártires que han sufrido los horrores de la guerra, dos ciudades donde la población civil ha servido de víctima para doblegar al enemigo. Supervivientes de ambas atrocidades tuvieron la oportunidad de abrazarse en 2010, con ocasión de una visita japonesa a la villa foral. Venía encabezada por el arzobispo de Nagasaki, Joseph Mitsuaki Takami, militante activo de la causa de la paz. Entonces llevó hasta Gernika la cabeza de la virgen bombardeada. Días atrás, el obispo de Bilbao, Mario Iceta Gabicagogeascoa nacido en Gernika, ha viajado a la ciudad japonesa y a Hisoshima, para participar en la Jornada por la Paz. El prelado vasco ha entregado una réplica de la virgen de la iglesia de Andramari, dañada en las refriegas posteriores del bombardeo.
Sobre este último episodio han circulado distintas versiones. El periodista George Steer, corresponsal del diario 'The Times', relató en su famosa crónica que mientras la iglesia de san Juan "ardía furiosamente", "la iglesia parroquial de Andra Mari, en la esquina de la plaza donde habían estado los corderos, era presa del fuego la capilla situada detrás del altar". El Archivo Histórico Eclesiástico de Bizkaia certifica que el día del bombardeo se quemó el archivo parroquial, del que no quedó ni un solo documento, y la capilla dedicada actualmente a san Juan, pero que en origen tuvo una advocación concepcionista. José Ángel Etxaniz 'Txato', de la asociación Gernikazarra, explica a EL CORREO, que el retablo de la capilla de la Concepción "se quemó cinco días después del bombardeo". Ocupada la villa tres días después por los sublevados y sus aliados, hubo varias noches de escaramuzas: "En un intercambio de fuego artillero entre el Ejército republicano y los cañones alemanes situados en la carretera a Lumo, los proyectiles republicanos que llegaban desde el monte Bizkargi, afectaron a la capilla donde se ubicaba el retablo y a la imagen de la virgen", sostiene.
Una familia de Gernika en la Inquisición
Ayer tuve ocasión de visitar la iglesia, de espléndida factura gótica como la de Urakami, de la mano de Itxaso, de la Oficina de Turismo local, que franquea las puertas a los visitantes mediante cita previa. En la capilla más cercana al altar suele estar la cabeza de la Virgen dañada durante la guerra, como atestigua una placa en la pared. Ayer no estaba. Aprovechando que había que realizar una réplica para llevar a Nagasaki, el Museo Diocesano ha realizado una nueva limpieza de la talla. Este fin de semana volverá a Santa María para la misa de San Roque. La copia, que sólo un experto sería capaz de diferenciar del original, se ha realizado a partir de una digitalización para evitar daños. La primera fase la ha hecho Artesanías del Asón ha reproducido las tallas de San Ignacio de Loyola y San Valentín de Berriotxoa y la policromía ha corrido a cargo de Equipo 7, responsable de la restauración del retablo y los sepulcros reales de la cartuja de Miraflores (Burgos). En el proceso también ha intervenido el técnico del Museo Diocesano de Arte Sacro Aitor Bilbao Emaldi.
La Virgen de Gernika es un fragmento del retablo de la Concepción de María, la cabeza que resultó dañada en los días posteriores al bombardeo. Según el director del Museo Diocesano, Juan Manuel González Cembellín, se trata de "una talla policroma, una de las mejores obras vizcaínas del Renacimiento manierismo de la segunda mitad del siglo XVI. El retablo fue encargado en 1561 al entallador e imaginero Roque de Balduque, uno de los mejores artistas del momento", según explica a EL CORREO. Trabajaba el tipo iconográfico mariano de vírgenes con el niño. Balduque había nacido en Bois-le-Duc, el Brabante Septentrional (Países Bajos), pero tras algunos años en Medina de Rioseco, en 1534 abrió taller en Sevilla, donde trabajó el retablo mayor de la catedral y los de varias parroquias de la ciudad y de algunos pueblos de la provincia, como Chiclana, Medina Sidonia, Carmona o Arcos de la Frontera. A su muerte, poco después de serle encargado el retablo de Gernika, su viuda pasó el contrato al holandés Juan Giralte, colaborador y discípulo del maestro flamenco.
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La capilla fue fundada en 1560 por Pedro de Morga y Matea de Fano, que adquirieron los derechos en la que tenían previsto instalar su tumba. Según la información proporcionada por González Cembellín, la familia de Gernika encargó el retablo a uno de los escultores de moda en ese momento. Pedro de Morga era receptor de la Santa Inquisición en Sevilla, donde tenía su taller Balduque. El retablo recorrió luego 900 kilómetros hasta Gernika. Tras la Guerra Ciivl, sólo han quedado algunas columnas y las cabezas del Pantocrátor, San Pedro y esta Virgen. J. A. Arana Martija también lo recoge así en su libro sobre la iglesia de Santa María
En cuanto a la imagen de Nagasaki, de madera, había sido tallada en Italia con el modelo también de la Inmaculada Concepción del maestro Murillo, y donada a la catedral de Urakami en 1920. Ocupaba la parte central y la onda expansiva le afectó en el lado derecho, en línea a la zona donde explotó la bomba atómica. Sólo quedó en pie el busto. Meses después, un monje del monasterio trapense de Hakofate, el hermano Kaemon Noguchi, encontró la cabeza de la virgen entre las ruinas y las cenizas del antiguo templo. El rostro estaba muy dañado, con las cuencas de los ojos vacías, las mejillas carbonizadas y con una brecha en el lado izquierdo de la cara. Noguchi se llevó la pieza a la isla norteña de Hokkaido, donde se ubicaba el convento, pero, en 1975, cuando supo que los fieles buscaban reliquias para la nueva catedral que se había construido sobre el solar de la anterior, devolvió la imagen. Desde entonces es conocida como la Virgen bombardeada.
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Cristianos ocultos en Japón
Ser cristiano en Japón, en aquella época, era cosa de valientes. Desde la llegada, en 1549, de san Francisco Javier, han sufrido de todo y han tenido que vivir casi en las catacumbas. La catedral de Urakami es uno de los epicentros del cristianismo n el país asiático y Nagasaki, uno de los pocos lugares de Japón donde resuena el tañido de las campanas al llamar a misa. Hace siete décadas, las de su catedral fueron silenciadas por la bomba atómica. El médico y escritor nipón Takashi Nagai, que sobrevivió al bombardeo, habla de ellas en su novela 'Nagasaki no Kane' ('Las campanas de Nagasaki', 1949).
Unos 8.500 cristianos católicos murieron en el bombardeo, una cifra considerable entre los 12.000 bautizados que había registrados en la ciudad en 1945 y casi la novena parte del total de víctimas mortales del segundo ataque nuclear de la historia, según ha recordado el periodista Antonio Hermosín. El bombardeo del 9 de agosto de 1945 fue el último gran golpe que encajaron los cristianos de Nagasaki, después de siglos de persecución, martirio y clandestinidad bajo la prohibición de su culto en el país asiático. En Japón llegó a haber 400.000 cristianos a finales del siglo XVI "pese al intenso hostigamiento de los gobernantes, que veían a la religión católica como factor desestabilizador y peligroso para sus intereses", según el sacerdote argentino Renzo, autor de varios libros sobre la historia del cristianismo en Japón.
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Los católicos se vieron obligados a practicar su credo a escondidas eran conocidos como los 'kakure kristian' (cristianos ocultos) hasta que se estableció la libertad religiosa hacia finales del siglo XIX, época en que se levantó la catedral de Nagasaki, que llegó a ser la mayor de Asia Oriental. Tras la capitulación nipona, numerosos misioneros jesuitas acudieron a las zonas de Japón más afectadas por la guerra, entre ellos el padre español Antonio García, que arribó a Nagasaki en 1950 con veinte años y todavía hoy reside en la ciudad. García se encontró una ciudad asolada con "montañas de escombros por todas partes", castigada por la hambruna y con miles de heridos hacinados en las iglesias de la ciudad, convertidas en hospitales improvisados, según ha relatado a la agencia Efe.
Cuando desembarcó la nueva hornada de 'marines' jesuitas, el vasco Pedro Arrupe llevaba ya siete años en Hiroshima. El religioso de Bilbao atendía un noviciado, que se convirtió en hospital minutos después de la explosión de la bomba atómica. Aquello si que era un hospital de campaña, en alusión a la figura que ha utilizado ahora el Papa Francisco para describir a la Iglesia. "La explosión de la primera bomba atómica puede considerarse un suceso por encima de la Historia. No es un recuerdo, es una experiencia perpetua que no cesa con el tictac del reloj (...) Hiroshima no tiene relación con el tiempo: pertenece a la eternidad", escribe el padre jesuita en su libro 'Yo viví la bomba atómica', publicado en 1991, cicatrizada la onda expansiva del horror.
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Después de la II Guerra Mundial y tras 12 años en Japón, Arrupe recorrió el mundo dando conferencias. En su periplo, arribó en Bogotá, donde conoció a García Márquez, un episodio poco conocido, difundido ahora por Ana Mengotti. En 1955, Arrupe concedió una entrevista a Gabriel García Márquez, quien tenía entonces 22 años. El escritor se quedó impactado por el testimonio del jesuita vasco. ¡Una conversación entre Arrupe y Gabo, que luego se convertiría en el 'número uno' de los jesuitas, el primero, y consagrado con el Nobel de Literatura, el segundo! ¡Qué momento! 'En Hiroshima, a un millón de grados', es el título de la crónica que Gabo escribió a partir de su entrevista con Arrupe.
Setenta años después, las comunidades religiosas y la sociedad civil se han unido en Japón para celebrar un congreso sobre el desarme nuclear. Han participado la Comunidad de Sant Egidio, el comité japonés de la Federación Mundial de las Religiones, la asociación japonesa de las Religiones por la Paz y la ciudad de Hiroshima. El objetivo del encuentro no ha sido solo recordar los bombardeos que sufrió Japón, sino también la promoción del desarme nuclear. "Decenas de miles de 'hibakusha' (personas que sobrevivieron a la bomba atómica) todavía sufren los efectos de aquel bombardeo. Ellos son los primeros que luchan contra las más de 70.000 cabezas atómicas que se encuentran actualmente en los arsenales de muchos estados", escribe Davide Demichelis en Vatican Insider.
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Por su parte, Alberto Quattucci, secretario general de la Asociación Hombres y Religiones de la Comunitá de Sant Egidio, alerta de que "tanto en Occidente como en Oriente, se difunden peligrosos movimientos nacionalistas de extrema derecha que, ignorando las lecciones del pasado, repiten los actos de violencia y de racismo hacia todas las minorías. Hitler, cuando concibió el exterminio de los judíos, se inspiró en el holocausto de los armenios, de hace un siglo: 'Total afirmó en 1939, ¿quién se acuerda hoy de la masacre de los armenios'?". "La memoria del pasado no debe convertirse nunca en motivo de venganza, pero borrar la memoria hace que sea más fácil repetir los errores", señala Quattucci. Y esto vale en Nagasaki y en Gernika. En Japón y en Euskadi.
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