
Luis Alfonso Gámez
Jueves, 16 de julio 2015, 00:04
«No hay que ser tonto para creer en cosas extrañas», asegura Fernando Blanco, investigador del Laboratorio de Psicología Experimental (Labpsico) de la Universidad de Deusto. Aunque hubo un tiempo en que se pensó que las creencias paranormales podían achacarse a una menor formación o capacidad intelectual, las pruebas experimentales han descartado ambos extremos. Entonces, ¿a qué se debe que una persona crea en fenómenos paranormales y otra sea escéptica? Los psicólogos llevan décadas intentando averiguarlo. «Es una pregunta sobre la que hay trabajos ya en los años 60 del siglo pasado».
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El equipo del Labpsico, liderado por la psicóloga Helena Matute, investiga los mecanismos mentales del pensamiento mágico. Blanco planteó hace un año la siguiente hipótesis: que la ilusión causal y la tendencia a no contemplar explicaciones alternativas estuvieran relacionadas con una mayor creencia en lo paranormal. La ilusión causal es un sesgo cognitivo o atajo mental, independiente de la inteligencia y la formación, que hace que percibamos una relación causa-efecto donde sólo hay una coincidencia. Nadie está libre de caer en ella. Está en el origen de que creamos que un objeto nos da buena suerte a la hora de superar un examen porque una vez lo llevamos y sacamos buena nota.
Para poner a prueba esa hipótesis, Blanco, Matute e Itxaso Barberia, que ya habían hecho estudios en el laboratorio sobre la ilusión causal, pidieron a 64 estudiantes de primero de Psicología que participaran en un juego de ordenador. Obviamente, los universitarios no sabían cuál era el objetivo. «Tenían que jugar a ser doctores e intentar curar a los personajes del juego, que sufrían una enfermedad ficticia. Para ello podían administrarles o no una medicina ficticia de la que luego tenían que determinar si era efectiva o no. Es un clásico nuestro», explica el psicólogo. La conclusión, que esta semana publica la revista PLOS ONE, es que los creyentes en lo paranormal tienden a sufrir ilusiones causales con más frecuencia que los escépticos y a probar menos hipótesis alternativas para dar con la explicación de cualquier fenómeno.
El experimento
En el juego había dos escenarios y en uno el fármaco no hacía nada: «Los enfermos se curaban o no aleatoriamente, lo recibieran o no». Además de completar la prueba, los sujetos hicieron un test sobre creencias paranormales. Al analizar los resultados, los investigadores comprobaron que los más creyentes en cosas raras desarrollaban también la creencia de que la medicina inefectiva funcionaba, es decir, sufrían una ilusión causal, y que además usaban la medicina mucho más que los escépticos, con lo que introducían otro sesgo, al no probar si algunos enfermos podían curarse sin darles el medicamento.
«Como administraban la medicina a la mayoría de los pacientes, no podían saber si se habrían curado o no de no haberla tomado. Esto nos ocurre a todos a diario, por ejemplo, cuando nos exponemos a la publicidad. Si queremos saber si un nuevo dentífrico funciona para blanquear los dientes, probablemente preguntaremos a personas que lo han probado, y no nos plantearemos si las personas que no usan ese dentífrico también están satisfechas con el suyo», explica Blanco. En el caso del amuleto de los exámenes, tenderemos a pasar por alto los casos en que no funcionó, buscando, en ocasiones, justificaciones ad hoc.
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