![El cerezo que surgió del frío](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/pre2017/multimedia/noticias/201506/11/media/cortadas/chimbo34--575x323.jpg)
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José Ignacio Martín
Martes, 9 de junio 2015, 23:55
"Hay tres cosas que cada persona debería hacer durante su vida: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro"
La cita se la atribuyen al político, pensador y escritor José Martí, y la inspiración a Mahoma. El profeta escribió: "La recompensa de todo trabajo que realiza el ser humano finaliza cuando éste muere, excepto tres cosas: una limosna continua (aquí se supone que entra lo del árbol), un saber o un conocimiento beneficioso (el libro) y un hijo piadoso que pida por él cuando éste esté en la tumba". Una máxima con tan insignes avalistas, algo habrá de tener de cierto. Si aún no te has puesto a la faena, ahora puedes hacerlo. De las tres tareas, vamos a arrancar si no con la más placentera, sí al menos con una de las dos más sencillas. Y además tiene la ventaja de que no exige la ayuda de nadie. Vamos a plantar un árbol.
¿Por qué un cerezo? Si nunca has estado en el valle del Jerte, en Extremadura, seguro que al menos has visto alguna vez el reportaje que le dedican las televisiones todas las primaveras. Es ya un clásico, a la altura del Alderdi Eguna en ETB o de la entrevista al relojero de la Puerta del Sol en Televisión Española. No llega al nivel que alcanzó en su momento el posado de la Obregón, pero casi. Una marea de flores blancas que en cuestión de semanas cuajan en sabrosísimas cerezas. Un placer para la vista y para el gusto que, a mayor satisfacción de los aficionados a la agricultura urbana, se puede reproducir a escala de bolsillo en el balcón de casa. Además no es un cultivo muy exigente en cuanto al tipo de tierra y soporta bien el calor y el frío.
Foto: Detalle de un cerezo en plena floración, en el mes de abril.
Las mejores cerezas llegan a las fruterías a partir de mediados de mayo y durante el mes de junio, así que es un buen momento para empezar. Sin prisas, que no estamos hablando de sembrar rabanitos o lechugas. Un cerezo necesita de cuatro a ocho años para fructificar, así que tómatelo con calma. Puedes acelerar el proceso comprando la planta ya de dos o tres años y trasplantándola a una maceta de no menos de 40 litros de volumen, pero eso no vale. No creo que a Mahoma o al libertador cubano les sirviera. Sería como encargarle a un negro que te escribiera el libro y presentarlo luego a bombo y platillo con tu firma. No es lo mismo. Vamos a empezar desde el principio, gestando el árbol desde la propia semilla.
Antes de nada, hay una pregunta clave que debes contestar. ¿Quieres comer cerezas, o te conformas con tener un bonito árbol para decorar una de las esquinas de la terraza? En el cerezo, al igual que ocurre con otras plantas y frutales como el manzano o el almendro, hay variedades que son autoincompatibles, no pueden fecundarse con polen del propio individuo o de otro de la misma raza. Por tanto, se necesitan al menos dos árboles de familias compatibles próximos entre sí para que se polinicen y fructifiquen. Si no quieres o no puedes poner más que un árbol, y sin embargo deseas que dé fruto, tendrás que optar por variedades autofértiles, como 'Compact Stella', 'Early Star', 'Black Gold' o 'Lapins'. Olvídate de la picota y la 'Burlat', dos de las más populares, a menos que compres un árbol ya injertado o tengas idea de injertarlo, puesto que son fuertemente autoestériles.
En este enlace tienes más datos sobre cerezos autofértiles y sobre las mejores opciones para polinizar los autoincompatibles, en el caso de que tengas un huerto y la posibilidad de plantar más de un árbol.
Ten presente toda esta información la próxima vez que vayas a la frutería, porque por ahí vamos a empezar. También podrías darte un paseo por el monte. El proceso que se describe a continuación sirve para muchas otras especies, no solo para los cerezos. Entre ellos, el guindo, y no es raro encontrarse por el camino con guindos y cerezos silvestres que te pueden proveer de semillas. La guinda es más pequeña y resulta más más ácida que la cereza, no tan dulce, pero a cambio presenta la ventaja de que es autofértil, al contrario que la gran mayoría de las especies de cerezos.
Manos a la obra
Foto: Guindos silvestres a punto de madurar.
El primer paso no requiere mayor explicación. Después de comerte las cerezas o las guindas, reserva los huesos de las más maduras, que son los que vamos a utilizar. Es recomendable emplear varios, entre media y una docena, por si falla alguno. Lava bien las semillas, eliminando todo resto de pulpa, y ponlas a secar durante un par de días. Si esperaras al otoño y enterraras el hueso a un centímetro de profundidad, probablemente tendrías suerte y la próxima primavera te encontrarías con que la planta habría brotado. A mí me ocurrió con un par de huesos de melocotón que ni siquiera sembré a propósito. Pero mejor que ponernos en manos de la fortuna, vamos a echarle una mano a la naturaleza.
El proceso se llama estratificación y consiste en simular que es invierno. O sea, en engañar a la semilla, en crear dentro de casa unas condiciones de frío y humedad que la 'despierten' e incrementar así las probabilidades de una germinación exitosa, eliminando las amenazas que en un medio menos controlado representan los parásitos, una posible escasez de agua, las heladas tardías de primavera o las aves y los roedores, entre otros.
¿Cómo se hace? Lo primero es buscar un recipiente adecuado al tamaño de los huesos del fruto en cuestión, que puede ser un tupper, una tarrina de mantequilla, un envase de los que se utilizan para comercializar las ensaladas preparadas, o cualquier otro. Mejor, con tapa. A continuación hay que rellenarlo con un sustrato ligero y enterrar en él las semillas, preferiblemente dejando espacio entre ellas y disponiéndolas en dos o más capas si son muchas y el contenedor tiene la suficiente altura. Entre los distintos materiales que se pueden emplear están la arena de río, la turba, la vermiculita o la perlita, o bien varios de ellos mezclados entre sí. Yo utilizo arena recogida en el monte, hasta ahora sin problemas.
Una vez enterrados los güitos, se humedece el sustrato con cuidado de no encharcarlo, se cierra y se mete en la nevera, a entre dos y seis grados. A partir de ahora se trata de mantener una temperatura sin variaciones -lo que en el frigorífico no exige el menor esfuerzo- y una humedad constante pero no excesiva, que no haya agua retenida. Por eso la mayoría de los manuales consultados aconsejan hacer unos agujeros en la tapadera del recipiente, no cerrarlo herméticamente para permitir que se renueve el aire, o abrirlo periódicamente a fin de comprobar que la arena no está seca y que no se forme moho. En mi caso he preferido no correr el riesgo de pringar de arena la ensaladilla y la tortilla de patata y he 'blindado' los tarros con papel de aluminio y film. Siempre me ha funcionado, pero si tú no eres tan manazas, mejor haz caso a los expertos.
Estratificación fría
Después de separar la pulpa de los huesos, éstos se lavan bien y se ponen a secar. Luego hay que enterrarlos en un envase con arena de río, turba o algún otro material ligero, cubrir bien la última capa de semillas -en el caso de haber puesto varias- y regar el sustrato sin encharcarlo. Finalmente se introduce el recipiente tapado en la nevera a una temperatura constante de 2 a 6 grados. Entre seis y doce semanas después, las semillas estarán listas para la plantación.
¿Cuánto tiempo deben permanecer las semillas en el frigo? Depende. De seis a doce semanas, dicen, pero la forma de comprobarlo es intentándolo una y otra vez. Depende de la especie, de si los frutos han estado en cámara o han sido recogidos del árbol Yo la última prueba que hice fue con endrinas, ese oscuro objeto del deseo de los amantes del patxaran casero. No las dejan ni madurar. En enero pasado metí a la nevera 24 huesos, los sembré mes y medio después y no prosperó más que uno. En cambio, en marzo planté una veintena que llevaban estratificándose desde octubre y 18 han salido adelante. Cuando las saqué de la tarrina, las cáscaras se habían partido e incluso las semillas habían germinado y tenían una raíz de entre 2 y 3 centímetros, así que posiblemente tampoco es necesario tenerlas tanto tiempo invernando. La próxima vez habrá que buscar un punto medio.
El cerezo no es demasiado vulnerable al frío, por lo que si en tu zona los inviernos no son demasiado fríos, puedes empezar ya con el proceso de estratificación y en otoño trasladar las semillas a una maceta o jardinera. Si en un momento dado bajan demasiado las temperaturas, siempre tienes la opción de proteger temporalmente el tiesto dentro de casa. En lugares con inviernos duros, conviene esperar hasta octubre o noviembre, meter entonces los huesos en la nevera siguiendo los pasos descritos y esperar al inicio de la primavera para plantarlos. Un sustrato especial para semillero les puede ir bien, y no entierres los güitos a más de un centímetro de profundidad. Las semillas tienen al principio todos los nutrientes que necesitan, pero en cuanto brote la planta conviene fertilizarla periódicamente, sobre todo durante la primavera y el verano. Aparte de eso, solo tendrás que ocuparte de ir trasplantando el retoño a contenedores más grandes a medida que vaya creciendo. Pero paciencia, recuerda que pueden pasar hasta ocho años antes de degustar tus propias cerezas. Ahora que ya has plantado el árbol, puedes ponerte con lo del churumbel y el libro, a ver si se te hace más corta la espera.
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