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Aintzane Garay fue asesinada por su exnovio en Bakio.
El asesino y violador del cuchillo de submarinista

El asesino y violador del cuchillo de submarinista

Están a punto de cumplirse diez años del crimen de Aintzane Garay, una joven "tranquila y reservada" de Barrika, a manos de su exnovio, que le asestó 14 puñaladas tras agredirla sexualmente de forma salvaje

Ainhoa De las Heras

Lunes, 1 de junio 2015, 01:19

El próximo otoño habrán pasado diez años desde que una joven de 26 años de Barrika, Aintzane Garay, que hoy tendría 36 años, fuera violada de forma salvaje y asesinada por su exnovio, Mikel Herman Belausteguigoitia. El joven, de 24 años entonces, fue condenado a 32 y medio de prisión por asesinato (18 años) y violación (14,6). El caso conmocionó a todo Euskadi por el desgarro de la familia de la chica, que estuvo buscándola durante días de forma desesperada con la sospecha de que el que había sido su chico, al que no veían con buenos ojos, tenía algo que ver en su extraña ausencia.

Aintzane, una joven "tranquila y reservada", que trabajaba en una tienda de tallas grandes en el centro comercial Gorbeia de Vitoria, desapareció un viernes 14 de octubre de 2005 por la noche. Había estado toda la tarde con su madre, Yolanda López, haciendo patchwork, una técnica de costura que consiste en unir piezas de distintos tejidos, y recibiendo mensajes en el móvil. No se lo confesó a su madre porque sabía que se iba a disgustar, pero se estaba mensajeando con su 'ex'. Intercambiaron 22 sms en menos de dos horas. Al final quedaron en verse en la gasolinera de Bakio. Hacía varios años que habían roto una relación que duró ocho meses, pero seguían citándose de vez en cuando. La joven se duchó y se puso guapa y le dijo a su madre que había quedado con su jefa. Ya no la volvió a ver. Condujo su 'Seat Ibiza' hasta el surtidor de Bakio y allí se subió al 'Ford Focus' de Mikel. Como solían hacer cuando eran novios, fueron a cenar algo a una cervecera y después, en busca de intimidad, se metieron con el coche por un camino hacia el acantilado en la carretera de Arminza, conocido como El Mirador.

Veinte minutos de agonía

Aintzane no sobrevivió para contar lo que allí ocurrió, pero la autopsia a su cadáver ofreció detalles determinantes de cómo pudo ser su horrible muerte. También el asesino confesó parcialmente los hechos en un primer momento, aunque luego se desdijo durante el juicio aduciendo coacciones de la Ertzaintza. Según los forenses, la chica fue agredida sexualmente con gran violencia, presentaba desgarros anales, y de forma paralela en el tiempo recibió un total de 14 puñaladas por las que se fue desangrando poco a poco. Las heridas no eran mortales de necesidad, por lo que de haber sido trasladada en ese momento a un hospital habría sobrevivido, pero el asesino se marchó dejándola herida de muerte. Antes, recogió sus ropas y su bolso y se deshizo de ellas arrojándolas por el camino en su huida. Aintzane sufrió una muerte lenta, agonizó durante veinte minutos, según explicó durante el juicio el forense Rafael Alcaraz.

Los días siguientes, Mikel lavó su coche hasta en dos ocasiones para eliminar cualquier rastro, aunque los especialistas aún encontraron un pelo de la víctima debajo del asiento trasero y una gota de sangre con ADN de ambos en una llanta.

¿Por qué tanta brutalidad? ¿Cuál fue el móvil? Según un psiquiatra contratado por la defensa, Mikel era como una caldera saturada. En su declaración en la Sección Sexta de la Audiencia vizcaína, el acusado explicó que estaba pasando por un momento complicado. Se acababa de enterar de que él y su hermano habían sido adoptados, sus padres se habían separado, habían pasado su infancia en África, y hacía ocho días que se había casado con una prostituta brasileña con la que convivía en Bilbao y que seguía ejerciendo, por lo que se sentía culpable por no poder retirarla. También tenía problemas en la fundación donde trabajaba.

Estaba "muy enamorada"

La pregunta que surge directamente en cualquier mente es: ¿y qué culpa tenía Aintzane de todo eso? La abogada de la familia, Juana Balmaseda, afirmó en su alegato final que el culpable del crimen era él, no la guerra de Ruanda ni su infancia por muy dura que hubiera sido. Según la madre de Aintzane, Yolanda, lamentablemente su hija estaba "muy enamorada" de su asesino. Por la versión de los hechos que aportó él ante la Ertzaintza y ante el juez tras su detención, aquella noche quedó con ella porque estaba "deprimido" y había consumido cocaína y alcohol. En un momento de la noche cuando estaban en el monte Jata le confesó que había conocido a otra persona, que se había casado con ella y que quería interrumpir los encuentros furtivos con ella, lo que enfadó a Aintzane. Tras un largo silencio, la joven empezó a insultarle, momento en el que sacó un cuchillo de submarinista del maletero con el que solía pescar y la atacó por la espalda.

Los forenses contradicen este relato al afirmar que la agresión sexual y las acometidas del arma blanca se produjeron al mismo tiempo.

Cuando Aintzane no fue a dormir a casa y faltó al trabajo saltaron todas las alarmas. Su hermano David asumió todo el peso de la responsabilidad para proteger a sus padres y se puso al frente de la batida. Hermanos, tíos y amigos de la joven se lanzaron en una búsqueda desesperada, apoyada por efectivos de la Ertzaintza por tierra, mar y aire. Primero apareció su coche, en la gasolinera de Bakio, y todas las miradas se fijaron en Mikel, que negó que supiera dónde se encontraba la chica. Dijo que había quedado con ella, pero que después la joven le había dicho que se quedaba con un amigo en Mungia. Una tía de la chica descubrió su cuerpo inerte y con signos de violencia y cualquier esperanza se desvaneció. El nombre de Aintzane Garay se sumo a la larga lista de víctimas de la violencia machista.

A los pocos días, el principal sospechoso fue detenido porque carecía de coartada, incurría en contradicciones y mentía. El joven se derrumbó en comisaría y se confesó autor de los hechos, aunque siempre negó que hubiera violado a la chica. Durante el juicio, celebrado dos años después, se vivieron momentos de especial dureza para la familia. Lo que más les dolió fue la actitud del asesino, que llegó a reírse mientras estaba sentado en el banquillo de los acusados.

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