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Descendientes de los confederados visten uniformes de oficiales en la fiesta anual de Santa Bárbara D’Oeste.
En Brasil ganaron los confederados

En Brasil ganaron los confederados

El mayor éxodo de EE UU tuvo lugar tras la Guerra Civil, cuando 10.000 sudistas huyeron a São Paulo. Sus tataranietos agitan ahora su historia y la bandera vetada en casa

ZURIÑE ORTIZ DE LATIERRO

Martes, 19 de mayo 2015, 23:58

Ya puestos, se han engalanado como aristocráticos oficiales de caballería: levita gris virginiano, galones amarillos, doble botonadura, cinturón de hebilla oval o rectangular como manda el reglamento, guantes que jamás cataron los zarrapastrosos soldados rasos sudistas... Han pasado 150 años del final de la Guerra Civil americana, de la estampida de 40.000 habitantes del Sur aterrados por la ira yanqui. El mayor contingente, unos 10.000 confederados, acabó en Brasil, a las afueras de São Paulo, donde sus descendientes, una potente colonia que prefiere el inglés al portugués y mantiene algunas costumbres intactas, siguen nostálgicos. Cinco generaciones de matrimonios mixtos con brasileiros locales no han logrado enterrar sentimientos, banderas y uniformes. El fotógrafo Paulo Whitaker ha viajado a Santa Bárbara D'Oeste, donde acaban de celebrar su fiesta anual, para buscar respuestas a uno de los capítulos más desconocidos de la historia estadounidense.

Mientras la asociación Hijos de los Veteranos Confederados batalla en la Corte Suprema de EE UU para que les dejen llevar el aspa estrellada en las matrículas de Texas -los funcionarios se lo han prohibido-, en los campos de caña de azúcar del sur de Brasil ondea en mástiles, forra escenarios, ciñe el talle de las tataranietas de esos sureños que se jugaron la vida en el viaje, como cuenta Sarah Smith Bellona Ferguson en su diario. La dama embarcó en el 'Derby', en 1866, capitaneado por un sombrío español. Resultó que había sido sobornado por agentes yanquis para que hundiera la nave en las traicioneras aguas cubanas: "Cuando se descubrió la trampa, McMullen, el juez Dyer y otros hombres entraron en su camarote y apuntándolo con seis pistolas obligaron al capitán a confesar y rectificar". Pero llegaron tarde. El 'Derby' se estrelló contra la rocas, salvándose Sarah, su diario y poco más. Entonces, los periódicos del Norte pedían ahorcamientos masivos de los derrotados y el emperador de Brasil Pedro II ofrecía tierras baratas, con esclavos, a los expertos algodoneros de Alabama, Georgia o Virginia. No había elección.

Los primeros colonos, acostumbrados a cabalgar en sus haciendas y bailar hasta la madrugada, se hacinaron en buques durante treinta días para cubrir la ruta Charleston-Río de Janeiro. El asentamiento más próspero fue Santa Bárbara D'Oeste, fundado por el coronel William Norris, que a sus 75 años se declaró "lo suficientemente loco como para dar a esta tierra una nueva oportunidad".

Cementerio protestante

Los imprevistos llegaron con la muerte: los brasileños, católicos, no les dejaban enterrar a los difuntos en sus cementerios, así que construyeron el primer camposanto protestante del país. Hoy recaudan fondos para mantenerlo decente en la fiesta donde el pasado fin de semana Whitaker no paró de disparar con su cámara y preguntar a jóvenes como Joao Leopoldo Padovese, 34 años y uniforme gris confederado: "Estoy orgulloso de esta bandera, es un pedazo de nuestra Historia a la que estoy directamente ligado. Si yo apareciese vestido así en el centro de Nueva York me golpearían. Pero aquí no tiene ningún significado político, en absoluto".

En EE UU, la bandera confederada es sinónimo de racismo, intolerancia, "las cosas que no queremos en el país, aunque sea una visión distorsionada", comenta Clinton Jenkins, entre violines y banjos. Oficiales con gafas de aviador y damas con el miriñaque flojo bailan, comen pollo frito y 'pie' de vinagre como si no hubiera habido guerra, como si los confederados con todos sus símbolos no hubieran sido arrasados.

Pero no están solos estos nostálgicos de Brasil. En el estado de Virginia también se han propuesto desenterrar el emblema del Sur. La asociación Virginia Flaggers ha abierto una fuerte polémica con su iniciativa de enarbolar una enorme bandera confederada en una importante carretera a la salida de Richmond, la capital. La bronca es tan grande como en la Corte Suprema.

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