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Javier Muñoz
Domingo, 22 de marzo 2015, 01:03
Acaba de publicarse en España una edición definitiva de las frases de Winston Churchill. Un texto chispeante, en el que no hay un aspecto de la política, la historia, la guerra, la cultura y el arte al que le falten frases o comentarios, unos archiconocidos ... y trillados, otros ignorados por el gran público. 'El ingenio de Churchill', que así se titula el libro (Plataforma Editorial), recoge incluso una reflexión acerca del género: "Para una persona sin educación es bueno leer libros de citas... Las citas, cuando se graban en la memoria, proporcionan buenos pensamientos".
De Churchill se ha dicho todo, de modo que el mejor consejo que se puede dar sobre la presente recopilación es paladearla y esbozar una sonrisa cómplice cuando el premier británico ironiza sobre su inclinación a la bebida. "Lo único que puedo decir es que yo he sacado mucho más del alcohol que el alcohol ha sacado de mí".
El lector hallará perlas que relativizan los solemnes tópicos churchilianos; el primero de los cuales es ese reiterado hasta la saciedad que dice: "En la victoria, magnanimidad...". Y es que Winston Churchill también reconoció en cierta ocasión: "No podría vivir sin champán. En la victoria lo merezco. En la derrota lo necesito".
Si algo destacan los biógrafos de Churchill, al hilo de su inagotable repertorio de frases, es su profunda curiosidad, que abarcó desde la ciencia a la música. Nunca fue a la universidad, pero a los veintidós años lo acució la obsesión de aprender. "Así que decidí leer historia, filosofía, economía y otras cosas como esas; y escribí a mi madre pidiendo todos los libros de los que había oído hablar sobre esos temas".
Churchill acabó formándose sólidas convicciones que despertaban tanta admiración como reproches, y ello explica por qué ignoraba a sus asesores para hablar y actuar conforme pensaba, costumbre poco habitual entre sus colegas de profesión. La corrección política, hoy tan manoseada, no era lo suyo, como acredita una burla de 1950 sobre la forma en que entonces ya se empezaban a hablar sobre cuestiones sociales, una monserga parecida a los informes actuales de sociólogos, periodistas y funcionarios administrativos. Churchill se burlaba de que no se utilizara la palabra 'pobre' y de que se la sustituyera por 'grupo de ingresos bajos'. "A sir Stafford Cripps no le gusta mencionar la palabra 'salarios', pero eso es lo que significa", dijo. También le hacía mucha gracia a Churchill que a una familia se la denominara 'unidad de alojamiento'. "No sé cómo vamos a cantar la canción 'Hogar, dulce hogar'", bromeó. "Unidad de alojamiento, dulce unidad de alojamiento, no hay nada como nuestra unidad de alojamiento".
La edición de las frases de Churchill en un libro es un agradable divertimento, útil para periodistas atenazados por los convencionalismos del lenguaje. A ratos invita a pensar y muestra los claroscuros de un político que en la Segunda Guerra Mundial, durante una visita al frente del Rin, escribió sobre un proyectil de 245 milímetros: "Hitler, personalmente".
Churchill fue hombre que acertó y se equivocó innumerables veces en su vida, y que se arruinó en la crisis del 29, pero que dijo del comunismo y del fascismo: "(Me recuerdan) al Polo Norte y al Polo Sur. Se encuentran en los lados opuestos de la Tierra, pero si mañana por la mañana te despiertas en uno de ellos, no podrías decir cuál de los dos es".
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