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«2020 ha sido un año muy duro. He estado ingresado seis meses con tuberculosis y he tenido el covid y la sarna; es la calle». Abderramán Latreche tiene 25 años y lleva cuatro «sobreviviendo» como puede en Bilbao, así que no le tiene ... ningún miedo a la ola de frío ni a las heladas. ¿Y a la nieve que se anuncia para este fin de semana? «Tampoco». «Es la calle, no hay otra», repite sonriendo. Nada le hace perder la ilusión por salir adelante, «ya he conseguido que me empadronen, poco a poco». Es uno de los cientos de 'sintecho' que estos días buscan cobijo en los centros asistenciales y albergues habilitados en Bilbao.
Abderramán comenta su situación distraído mientras mordisquea «turrón de chocolate que ha sobrado del día de Reyes» en una mesa del comedor del centro Hontza. Ayer llegó pasadas las seis de la tarde en busca de 'Café y Calor', el programa que ofrece el servicio gestionado por Cáritas en el centro de la ciudad. Lo saborea bien «porque es mi última comida del día». De aquí, asegura, se iría a dormir al albergue de Sarrikue, «y mañana a las siete menos cuarto en pie, que hay curso de español y electricidad». Entre semana, apunta, tiene el día «más o menos hecho». Desayuno y comida garantizados «donde estudio, en El Peñascal». Lo malo es el fin de semana, «pero siempre nos apañamos y éste también lo haremos».
Noureddine, de 30 años, reconoce pasar frío, pero prefiere estar como está porque «ya me han maltratado bastante». Natural de Marruecos, lleva dos años en Bilbao y vive en una tienda de campaña montada «en un pabellón». «Son días especialmente malos, pero es mejor estar libre, lo de los comedores y albergues con horarios estrictos y castigos a la mínima no me gusta», insiste. Tras entrar en el centro de Cáritas se pone a jugar al ajedrez con otro usuario, Abdelaziz, mientras carga su móvil. «Con esto tengo suficiente, puedo hablar todos los días con mi hija de cuatro años y medio, que se quedó allí».
Rabah Ballazar, a sus 25 años, lleva tres acudiendo regularmente a Hontza. Duerme en el «albergue de Claret», pero aquí está tranquilo, se siente «muy apreciado» y puede organizar mejor sus cosas. Desde cuidar su higiene (hay tres duchas y zonas de aseo), a garantizarse ropa limpia (el centro la lava) o tener en orden sus papeles. «Con la gente aquí no hay problema, y yo no busco problemas, solo intentar salir adelante».
Leticia Ituño, coordinadora del centro, explica que en Hontza «les damos todo el apoyo que podemos, emocional y asistencial; el vínculo que se crea es muy grande porque es gente especial, muy necesitada, sin soportes vitales». No en vano, su perfil es el de una persona con alguna adicción, «que se ha convertido en enfermedad crónica, muchas veces mental». El servicio, que incluye 18 plazas para dormir (catorce conveniadas con el Ayuntamiento de Bilbao y las otras cuatro de gestión propia con prioridad a mujeres o por orden de llegada al centro), fue utilizado el año pasado por 453 personas, un 30% menos que en 2019, «porque tuvimos que cerrar más de dos meses por el confinamiento».
Hontza tiene tres servicios principales. Uno es el programa de pernocta, que incluye cena y desayunos, otro es el de 'café y calor' que son dos franjas horarias en las que las personas pueden acudir al centro a comer algo, asearse, recibir ayuda ante todo tipo de trámites («ahora con la pandemia todo es telemático, renovaciones, padrones,... y ellos no tienen medios, lo notamos muchísimo», remarca Ituño). Unos acuden de seis a ocho de la tarde y otros desde las 0.00 horas hasta las tres de la madrugada. «Tenemos permiso del Ayuntamiento para realizar esta labor a pesar del toque de queda y, aunque la policía está avisada, los usuarios tienen miedo porque el año pasado algunos recibieron multas que estamos tramitando», explica.
Por otro lado, también ofrecen a los usuarios un tercer servicio que se denomina 'Intercambio'. Consiste en que, conscientes de que muchos, «sobre todo los de horario nocturno», son consumidores de sustancias, «con el objetivo de reducir daños y riesgos», les proporcionan «material de consumo». «Aquí nos entregan jeringuillas usadas y les entregamos nuevas, les facilitamos preservativos, incluso material de plata , agua e incluso cítricos para que, si al final van a consumir una droga sí o sí, lo hagan en las mejores condiciones higiénico-sanitarias posibles», añade la coordinadora del centro.
Toda esta actividad del centro se complementa con los servicios de ducha y aseo y de lavandería, que buscan cubrir, «en la medida de lo posible sus condiciones de higiene». Ituño reclama al Ayuntamiento «que mantenga la coordinación lograda con todos durante la pandemia, ya que hemos logrado refugio para todo el que lo necesitaba y quería; que siga así siempre».
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