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Alina Wrona y Jennifer Smith, de Portland, bebieron sidra

«Oh my god! ¡Amo la sidra!»

Turistas extranjeros se sumergen en la feria de Santo Tomás. «Esta ciudad es una fiesta para comer, bailar y beber»

Miércoles, 21 de diciembre 2022, 21:05

Tras dos años de parón por la pandemia, los bilbaínos festejaron por todo lo alto su reencuentro con su santo favorito. Sin embargo, nada que ver con el entusiasmo mostrado por muchos de los turistas extranjeros que descubrieron por primera vez la feria de Santo ... Tomás. Cumplieron con todos los mandamientos que exige el ritual de 'Santoto': se zamparon sus buenos talos con chorizo totalmente despreocupados por su aspecto mientras la grasilla se deslizaba alegremente por la comisura de sus labios, probaron raciones de pastel vasco, disfrutaron de las exhibiciones de aizkolaris en El Arenal, a punto estuvieron de echarse a bailar junto a los dantzaris que actuaron en la Plaza del Arriaga y, por supuesto, levantaron, desde primeras hora de la mañana – con gran estilo por cierto– vasitos de sidra. «Oh my god! Amamos estos caldos. ¡Cómo están! Ohhhhh!», alabaron las estadounidenses Alina Wrona y Jennifer Smith, que trabajan como psicóloga y profesora en el mismo colegio de Portland, la ciudad más grande de Oregón. En realidad, australianos, ingleses, canadienses, venezolanos, franceses y norteamericanos empatizaron en un pispás con las costumbres locales. Anduvieron por el espacio festivo como por el pasillo de su casa y pasaron, sin dificultades, como unos bilbaínos más

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Alina y Jennifer llegaron el pasado domingo interesadas por «el arte y la arquitectura bilbaína» y con la agenda bien cargada. Habían leído «cosas muy buenas» de Bilbao en el 'New York Times', pero no imaginaban que fuera para tanto. La sidra les quitó el hipo. «Igual que los pintxos de bacalao y gildas. ¡Deliciosas! Y no te cuento cuando comamos el chorizo», auguraron. Hoy continuarán su periplo gastronómico en el Asador Etxebarri. «Es nuestro regalo de Navidad», confesaron.

El nieto de 'Catachú'

Como el que se ha dado Iker Iturralde, un venezolano de Caracas, aunque toda su familia «materna» es de San Sebastián y Bilbao, que no visitaba desde hace 20 años. «Nos avisaron antes de volar que la feria era hoy (por ayer) y el ambiente es realmente espectacular», confesó rodeado de su mujer, Valentina; sus hijas, Alexia y Camila; y un matrimonio amigo.

Todo el grupo, alojado en el Petit Palace, saltó a El Arenal sobre las 11 de la mañana, aunque estuvieron sin pegar ojo desde mucho antes. «A las nueve ya oíamos desde las habitaciones un gran gentío. Nos ha sorprendido el enorme número de personas que desde muy temprano estaban en la calle», explicó el director de la compañía Ron Santa Teresa, cuyo abuelo –'Catachú'– jugó a principios del siglo pasado en el Osasuna. Toda la familia se marcó un selfie junto a una caseta situada detrás del teatro Arriaga antes de hincar el diente. «Vamos, nenita, que hay hambre», gritó la madre a la pequeña de sus hijas.

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«La mejor comida del mundo está aquí», ensalzaron también el inglés Thomas Houghton y su mujer, la canadiense Olga, a la salida del NYX. «El Guggenheim y la cultura que emana esta ciudad es maravilloso. De hecho, por eso hemos venido, pero el txakoli no puede estar mejor. Y el talo es un verdadero descubrimiento», confesó la pareja, mientras su hijas, Mariana y Zoe, alucinaban con «esos hombres tan grandes que cortan troncos. Nunca habíamos visto una cosa parecida», detallaron sorprendidas.

A escasos metros, los australianos James y Deborah Wood lucían como lo que son: unos felices turistas con sus coloridas camisas hawaianas. Acompañan estos días a su hija, Liz, que permanecerá hasta finales del año que viene en Bilbao, donde estudia español. «Aquí la gente es muy divertida y nos encanta verla vestida con trajes tradicionales. En Sidney –recalcaron– tenemos a los aborígenes, pero el resto de gente es mucho más aburrida», aseguró la pareja con un talo en las mano.

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La sensación entre los viajeros extranjeros, incluso entre los que ya se habían acercado en anteriores ocasiones a Bilbao, es que se trata de una ciudad que lleva la fiesta «muy dentro». El francés Nicolas Bouscarel, vecino de Pou, la había visitado en 2018 para presenciar las finales europeas de rugby. «Vine con amigos e hice los dos días el mismo recorrido 'hotel-bares-San Mamés'». Esta vez ha cambiado a sus colegas por su pareja, Carine Dubourdieu. «¿Aquí trabaja alguien? No me creo que hoy no sea fiesta. No puede ser que tanta gente salga a la calle a beber, comer y bailar. Se está de puta madre», remató con un correctísimo castellano, que cultiva todos los veranos en la localidad gerundense de L'Escala.

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