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Cuenta la leyenda que en 1400 unos seres alados vivían en las zonas boscosas del actual barrio de San Francisco y que de vez en cuando hacían incursiones entre las orillas del antiguo poblado de Bilbao La Vieja, los arenales, y las calles de la ... entonces nueva Villa de Bilbao que se había fundado en 1300. Según se decía, estos seres siempre iban en pareja y se acercaban a quienes estaban solos o desamparados. Y cuando estos rozaban con su pecho o su lomo a la persona escogida, transformaban su ánimo otorgándole amor y suerte en la vida. Quienes estaban solteros encontraban pareja, y quienes ya tenían la conservaban hasta el fin de sus días.
Siglos después, el ingeniero Manuel Gil de Santibañez recuperó a los seres alados de la leyenda poniéndolos en parejas en ocho farolas de fundición distribuidas por el Puente de La Merced. La tradición cuenta que si acaricias el pecho o el lomo de las esculturas ganarás protección en el amor y la buena suerte. Una bonita historia que añade encanto a la villa, pero que en realidad es falsa.
En 2012 la asociación BilbaoHistoriko, con motivo del día de los Santos Inocentes, extendió este relato a modo de broma. «Queríamos escribir un cuento para crear sinergias entre los distintos barrios de Bilbao basándonos en leyendas de otros lugares», explica Iker Urkidi, gerente de la asociación. El objetivo principal era poner en valor los puentes de la ciudad «porque a veces pasan desapercibidos y son grandes elementos de la villa».
BilbaoHistoriko ha continuado durante años con este relato creando incluso postales y libros, aunque dejaron claro desde el principio que se trataba de un relato falso, «¿al fin y al cabo qué es una leyenda? Parte de realidad y parte de mentira». Pese a ello, no deja de ser una historia curiosa que ha gustado y ha hecho gracia a partes iguales.
Tras 11 años muchos desconocen que se trata de una broma. La Oficina de Turismo y las diversas visitas guiadas que se ofertan en la villa siguen relatando esta leyenda extendiéndola así entre los turistas. Los seres alados han convertido el Puente de la Merced en uno de los detalles más fotografiados de la ciudad.
A los turistas tradicionales se les suman ahora los tiktokers que visitan la villa y crean contenido sobre sus viajes. Creyendo que es cierta y para sugerir este lugar como uno de visita obligada a sus seguidores, difunden las imágenes junto a la leyenda a través de las redes sociales mientras tocan el pecho de las figuras de las farolas.
La historia real, sin embargo, cuenta que en el siglo XIX el puente de La Merced era de madera y no se permitía el paso de vehículos con carga superior a los 1.700 kilos. No fue hasta 1887 cuando el ingeniero Ernesto Hoffmeyer sustituyó la anterior estructura por una de piedra. Estuvo en pie hasta que la volaron durante la Guerra Civil. Y en 1938, Gil de Santibañez continuó con el diseño de su predecesor y recuperó el puente que hasta 1980 se llamó General Sanjurjo. Las farolas actuales, y sus guardianes, son posteriores a la riada de 1983, ya que las anteriores quedaron destruidas en el suceso; el motivo de la elección de los seres alados como elemento decorativo se desconoce.
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