Los septiembres de Bilbao

Pocas bocas hay tan dadas a esgrimir sonrisa como la de Boni García. La muestra hasta por teléfono. Ayuda a ello que sea de la tribu de los vasos medio llenos. Hemos llamado a la Asociación de Hostelería que preside para poner cifras a la sensación. No son buenos tiempos para subir persiana o mantenerla abierta. Facturar para cubrir los gastos de materia prima, pagar al personal y sacar un beneficio que merezca la pena tiene casi valor de épica. Si no lo creen, abran un negocio. Y ya puestos una tienda.

Hasta las poderosas marcas las van cerrando y apuestan todo a un gran y único local. La venta vía Internet y la nueva forma de comprar están dando la extrema unción a negocios de toda la vida. A lo que deberemos sumar la falta de savia nueva. Las nuevas generaciones no quieren seguir los pasos de sus mayores. Saben lo que supone en horas y sacrificios. Por no hablar de ese pegajoso ser que entra en casa cuando abres un comercio y por la noche te deja miedos sobre la almohada. Pues, pese a ello, algunos seguimos viendo el vaso medio lleno. Como Boni y un servidor.

Cuenta García que a fecha de hoy y en Bizkaia hay, redondeando, 14.000 negocios de hostelería. En Bilbao unos 4.000. Muchos siguen siendo los de siempre, pero con caras nuevas tras barra y mesas. Lo que más se da son cambios de titularidad. No están las leyes como para abrir un restaurante de la noche a la mañana. O una tienda de decoración. Es más fácil y rápido mandar un cohete a Marte. Y, aún así, hoy es uno de esos lunes en los que vemos ojos ojerosos pero felices. Llevan semanas preparando la apertura, mientras otros descansábamos. Cuando Bilbao se aletargaba. Siempre fue así.

Para demostrarlo tengo la fotografía que hoy nos acompaña. Confirma Gontzal Azkoitia que pertenece al año 1987. Ahí están. Pintando de azul un local que hizo honor a ese color y al mítico microbús. Ni el mismísimo Miguel Ángel creó con tanta ilusión la Capilla Sixtina. Y también sucedió un septiembre. Aquél fue un nacer. Pero a veces puede ser un renacer. Ese lugar hoy es verde y sabe a gilda. Porque raro es el local que, sea el mismo o uno nuevo, no se pinte cuando la última de las cenizas de Marijaia cae a la ría. Viene a ser el cambio oficial de curso. Un tiempo de ilusiones renovadas y cierta incertidumbre.

Mientras en las casas forran libros y los estuches huelen a nuevo, las calles inician su propio reciclaje. Y cuando llegamos los pródigos estivales descubrimos el lavado de cara de la degustación, qué bonita palabra, del final de la calle. O ese algo indescriptible que ha cambiado en el bar que hace chaflán. Viene a ser aquel heredar uniforme escolar al que hacían retoques para que pareciera nuevo. Se sigue haciendo. Como con los libros de texto. Pero menos. Cambian los contenidos más rápido que los cursos. Que se lo pregunten a las familias. O a los comerciantes. Renovar para seguir siendo los mismos.

Por eso el 9 mira hacia atrás sin dejar de seguir adelante. Lo que nos lleva al principio. No hay nada más entretenido que pasear, con ojos viejos y mirada nueva, por los agitados septiembres de Bilbao.