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Jokin, nombre ficticio de un ertzaina de la Unidad de Explosivos, de 32 años y licenciado en la promoción 26º, «salía de entrenar» el pasado ... jueves a mediodía. Caminaba por la Avenida Lehendakari Aguirre, en su tramo del barrio bilbaíno de San Ignacio, cuando vio al otro lado de la calle cómo un individuo, «con malas pintas, iba detrás de una pareja de señores mayores». La mujer empujaba la silla de ruedas de su marido, que después supo era un enfermo oncológico.
Por deformación profesional, el agente no les quitó el ojo de encima. Entonces vio «cómo (el joven) hizo amago de cogerle algo de la mochila a la mujer» y, de seguido, se metió en la boca del metro de la plaza Levante. Jokin cruzó la calle tan deprisa que «casi me pilla un coche». Y se dirigió a la anciana. «¿Le falta algo?», le preguntó. En un primer momento, no echó de menos nada. «No te preocupes, sino ya iré a poner la denuncia», se excusó.
El policía, sin embargo, no se quedó tranquilo y siguió al supuesto ladrón hasta la estación del suburbano. Un trabajador, ante el que se identificó como agente de la autoridad, le abrió la puerta de la canceladora y comprobó que el sospechoso, que vestía de negro y con visera azul, había desaparecido. Cuando subió de nuevo al exterior, se encontró con la mujer muy apesadumbrada buscando entre sus pertenencias. «Me ha robado la cartera», confirmó. También le faltaba el teléfono móvil, el único soporte «donde tenía apuntadas todas las citas médicas de su esposo». La mujer rompió a llorar.
Justo en ese momento, por pura casualidad, apareció en la escena de nuevo el ladrón. «Empezó a correr y le enganché del brazo», recuerda el ertzaina libre de servicio. «Me identifiqué y le metí en un portal», donde le hizo un registro corporal para descartar que llevara algo encima.
Jokin le presionó un poco y consiguió que le confesara dónde había dejado el botín y le acompañó hasta allí. Había escondido la cartera en un recoveco bajo una ventana en el conocido bar Presley. «Había apagado el móvil y lo llevaba encima. Y el dinero se lo había guardado».
El agente pidió a unos peatones que pasaban en ese momento por la calle que llamaran a la Policía, pero para su sorpresa pasaron de largo. Fue una empleada de lotería quien avisó al 112 mientras él retenía al delincuente en la vía pública. En pocos minutos, se presentaron dos patrullas de la Ertzaintza y otras dos de la Policía Municipal de Bilbao. Los uniformados identificaron al ladrón. Se trataba de un hombre de 35 años y origen magrebí, con antecedentes por delitos similares. «Le entregaron un papel con la imputación por un hurto al descuido y, como se había recuperado lo robado, le dejaron marchar».
Cuando la mujer víctima del robo vio al autor, espetó: «¡Si éste es el chico que me ha ayudado a bajar la silla del escalón en el portal!».
No es la primera vez que Jokin practica una detención en su tiempo libre. En junio de 2022, cuando montaba en bici, vio a un maltratador dar un tortazo a una mujer y cogerla del cuello delante de su hija menor, que iba en una sillita de bebé, en plena calle, cerca de Islas Canarias. Al darle el alto, el individuo echó a correr, pero el agente autonómico, que entonces estaba destinado en Seguridad Ciudadana en Hernani, le persiguió y logró arrestarle.
«¡Tira para casa, tú te vienes conmigo!», le empujaba el hombre. Jokin estaba convencido de que al llegar al domicilio «la iba a seguir cascando».
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