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La programación de Semana Santa terminó con buen tiempo, lo que conviene destacar si se tiene en cuenta cómo las previsiones meteorológicas han tenido en vilo a las nueve cofradías de Bilbao durante estos diez días, cómo la lluvia aguó la procesión de El Nazareno, ... el lunes, y obligó a suspender la de la Santa Cena, el jueves. Para compensar tanto sobresalto, el Domingo de Resurrección salió algo encapotado, pero caluroso y, sobre todo, sin agua. La procesión de la Luz y la Resurrección pudo recorrer el Casco Viejo entre un público numeroso, compuesto a partes iguales por devotos, curiosos casuales y los omnipresentes turistas.
Al mismo tiempo que la más festiva, la procesión de ayer es la más discreta de todas, en el sentido de que en ella no hay grandes pasos monumentales, ni bandas de cornetas y tambores, y los cofrades desfilan sin sus túnicas y hábitos penitenciales. Por supuesto sin capirote, que ya se ha quedado en el armario hasta el año que viene. El Domingo de Resurrección el regocijo sustituye a la penitencia. Lo recordó el obispo, Mario Iceta, durante la misa pontifical que celebró antes en la catedral abarrotada: «Es la fiesta de la victoria de la vida sobre la muerte».
Así que los graves tambores y los clarines solemnes fueron sustituidos por txistus y tamboriles felices. El único paso fue el de Cristo Resucitado, que es de dimensiones más bien modestas, y los cofrades solo fueron distinguibles del resto de fieles por las medallas de sus cofradías. Por lo demás, lucieron ropa de calle más o menos formal.
Antes de empezar, y mientras la gente salía de misa, muchos curiosos se acercaron al paso, dando lugar a una peculiar sucesión de selfies con el Cristo Resucitado que concluyó cuando aparecieron sus cargadores. Y cargadoras, que cinco de los doce eran mujeres. «¿Solo sale un paso? Vaya, la procesión del viernes, que había un montón, me pilló sin cámara; hoy la he traído... y mira», se lamentaba una joven con una flamante réflex colgando del cuello. A su lado, otra joven, la getxotarra Lucía Bello, no tenía queja alguna: «Sé cómo es esta procesión porque vengo todos los años. Suelo ir a la del Silencio y a esta, creo que son las más importantes. Por lo menos si eres creyente y vives lo que representa la Semana Santa», explicaba.
Entre los turistas se podían recoger comentarios interesantes. Muy habituales son los de comparaciones de la Semana Santa de Bilbao con la de casa: «Soy de Palencia y allí tiene todo un toque diferente, más 'seriote', no sé cómo decirlo», trataba de explicar José Luis Dámaso, de vacaciones en Bilbao con su familia. «Pero lo de los txistus es muy bonito», zanjaba. Detrás de él, un turista japonés muy sonriente lo resumía todo diciendo que le parecía «muy exótico».
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