El macrobotellón de Doña Casilda, que congregó a más de un millar de asistentes, no ha representado el único frente abierto para la Policía este pasado fin de semana. «Ha sido un desmadre y no había suficientes policías, lo que indica una vez más una ... total falta de previsión», afirman fuentes internas de la Ertzaintza. En este caso, los mandos de la Policía autonómica y la local decidieron no intervenir para evitar riesgos, pero sí lo hicieron en otras zonas de Bilbao, como el Casco Viejo o Pozas, donde se registraron también grandes aglomeraciones.
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Ertzainas y policías locales, dotados de material antidisturbios como cascos y escudos para protegerse de la lluvia de botellas, entraron en las calles Somera y Barrencalle para desalojarlas. «Además de botellones, había mucha gente bebiendo en la calle en distintas zonas y saltándose la normativa sanitaria que aún está vigente», explica un agente de la Policía autonómica. Los clientes de los locales de hostelería deberían consumir en el interior y sentados, nunca fuera, y tienen que llevar la mascarilla en los casos en que no se respete la distancia de seguridad. El incumplimiento era generalizado. Los policías abrieron paso a los vehículos de limpieza, que higienizaron rápido la zona. La misma escena se reprodujo en Pozas. Pero no fue sólo la noche del sábado. También el jueves y el viernes, estos lugares de ambiente estuvieron a tope.
Este fin de semana incluía una novedad. Coincidía con la apertura de las discotecas, que llevaban cerradas muchos meses, y además el tiempo ha acompañado. La suave temperatura invitaba a echarse a la calle. Había ansia por disfrutar de la fiesta, contenida durante tanto tiempo por los alarmantes datos de contagios, y se notó en la calle. Esto unido a que la Policía Municipal había reforzado su servicio durante el día por el triatlón de Bilbao, pero no por la noche, y a que la comisaría de la Ertzaintza cedió una patrulla, que fue derivada a las 'no fiestas' de Galdakao, dejó a la Policía «desarbolada».
«El sábado no había suficientes medios», apunta un mando de la Ertzaintza. Por eso, los responsables de ambos cuerpos decidieron que no podían intervenir en el macrobotellón de Doña Casilda. «No se garantizaba la seguridad ni de los chavales ni de los propios policías». Sí que tuvieron que actuar, sin embargo, pero no para desalojar el parque, sino en varios conatos de peleas y en la quema de una bicicleta del Ayuntamiento en los alrededores, indican fuentes policiales.
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El mismo desfase se vivió en otras localidades vizcaínas, entre ellas Getxo. La Policía Local y la Ertzaintza intervinieron 500 litros de alcohol e identificaron a cuatro menores que hacían botellón en las 'no fiestas' de las Mercedes. También hubo peleas y se impusieron cinco sanciones a locales de hostelería por incumplir la normativa.
El consejero de Educación, Jokin Bildarratz, apeló ayer a la responsabilidad de los padres, ya que «cuando hablamos de educación integral, la escuela sólo es un complemento». En la misma línea, el alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto, cree que la solución a los botellones «no es sólo la policial» y rechazó que Ertzaintza y Policía Municipal «hicieran la vista gorda» en Doña Casilda ante las críticas vecinales. Aburto llamó a «hacer una reflexión».
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Itsaso Álvarez
María Teresa Bazo, catedrática de Sociología de la Universidad del País Vasco, recuerda que «antes, el botellón parecía que era algo simpático y de 'progres'» y «se justificó diciendo que los jóvenes que no tenían dinero también tenían derecho a divertirse. Esta forma de ver las cosas era una barbaridad». «Lo que nunca se decía era que hacer botellón es una forma de hacerse daño a sí mismos y a su salud. Porque como sólo eran unos pocos... Pero es que ahora son muchos miles que están estropeando su salud e incidiendo negativamente en los gastos sanitarios de toda una sociedad. Vamos a verlo también desde este punto de vista, por qué no. Hay que ayudar a estos jóvenes para evitar que con estos comportamientos, porque en un botellón se mezcla de todo, no sólo alcohol, les evitemos enfermedades presentes y futuras». Para esta catedrática, el fenómeno del botellón no guarda relación con la pandemia y sus efectos. «Ya lo había antes. En algunos países está prohibido legalmente, hay que plantearse por qué aquí siempre se ha consentido».
«Los jóvenes no han visto mucho la realidad de lo que ha pasado este año y medio. Se ha transmitido que ellos pasan el covid sin grandes problemas, pero no se les han trasladado la verdad, porque estamos viendo a gente que tiene secuelas neurológicas, hepáticas, renales… Y esto no se les ha transmitido. Si a ello le añadimos que ven a los abuelos vacunados, en el fondo dicen, pero bueno, ¿dónde está el problema en que salgamos y nos divirtamos? Y como están tan necesitados de divertimento y la autoridad se ha diluido mucho, pues ahora, cuando ven a la Policía, se dicen, más divertido entonces. Yo creo que por ahí van las cosas», argumenta el psicólogo Javier Urra. «El botellón es un problema de chavales a los que no les hemos educado mucho poniéndose en el lugar de los demás. Ellos sienten que el periodo de la juventud dura poco y deben aprovecharla», añade Urra. «Por otra parte, llevamos tiempo bajo la presión del Estado, con unos horarios. Pero ahora que se ha dicho que toca responsabilidad individual hay problemas. ¿La hay?», concluye.
Estíbaliz Linares, profesora en la Universidad de Deusto e investigadora de la juventud, considera que «hay que repensar qué supone para la juventud el ocio y en qué códigos culturales hemos crecido, porque igual convendría reeducarlos desde la infancia». A su juicio, «ahora hay más crispación entre los chavales, pero ¿y si a cualquiera de nosotros de jóvenes nos hubiera tocado vivir un confinamiento y un quitarnos un espacio donde compartir y pasarlo bien?», plantea. «El botellón es un problema que venía desde hace tiempo y porque no se haya podido hacer durante un año y medio no significa que ahora vaya a dejar de hacerse. Lo que pasa es que ahora está siendo más visible porque hay muchas restricciones y se está generando un eco sobre el comportamiento de los y las chicas». Linares invita a reflexionar: «Hemos vivido una situación de salud física grave y se han tenido que generar otras estrategias. ¿Pero y la salud mental? Las depresiones y las ansiedades que está viviendo la juventud son más que antes y de esto no se habla».
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