Ainhoa Santibañez | Galtzagorri, Barakaldo
Ainhoa Santibáñez no es de las que tira la toalla a las primeras de cambio. Sin embargo, la escuela infantil privada que dirige en Barakaldo corre un serio riesgo de desaparición por la falta de niños, que hace que el centro, a pesar de recibir ... financiación del Gobierno vasco, carbure a medio gas. «He decidido seguir otro curso, pero si las cosas siguen igual de duras, me planteo bajar la persiana», afirma esta profesional del gremio.
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Lleva una década trabajando como educadora en esta guardería privada ubicada en la Avenida Euskadi, una zona de la localidad fabril en la que en los últimos años se han edificado pisos. Han llegado familias jóvenes, pero ni por esas. El declive de nacimientos que afecta a Bizkaia le impacta de lleno. Hace solo dos años que cogió las riendas del negocio.
Este centro ha llegado a ofertar 40 plazas, pero ha arrancado con 15. En 2021 solo ocupó 4, aunque este ejercicio ha mejorado y no hay huecos libres. «Cada día que pasa hay más incertidumbre por ver lo que sucede. Los padres traen a los niños cada vez más tarde y eso nos ha matado», subraya. La subvención pública es «insuficiente» para mantener el negocio a flote. Hace un par de meses se planteó el cierre, pero al final consiguió llenar las plazas. Logró tomar aire, pero no sabe por cuánto tiempo. «Voy mes a mes», admite.
Arantza Zorrozúa | Guardería Ainara
Cuatro décadas. Es el tiempo que Arantza Zorrozúa ha regentado la Guardería Ainara, una emblemática escuela infantil privada ubicada en pleno centro de Bilbao. Llevaba años con el agua al cuello por el impacto del desplome de la natalidad, pero en septiembre de 2020 se vio obligada a bajar la persiana de manera definitiva.
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La pandemia destrozó sus ilusiones. «Justo cuando nos encerraron en casa a todos, en marzo de 2020, era época de matriculaciones. En junio y julio, que ya podíamos salir, no tuvimos ni una llamada para reservar plaza», explica esta bilbaína de 59 años.
El negocio, de alquiler en una planta de un edificio de la calle Heros, ya no era viable. Los años gloriosos quedaban lejos. «Era imposible seguir. Ya había despedido a varias educadoras. Teníamos dos profesionales para 25 plazas y no las llenábamos ni de lejos. Solo teníamos 5 niños apuntados», relata esta profesional, que tuvo que reinventarse para seguir cotizando a la Seguridad Social.
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Desde entonces ha tirado de clientes de la guardería y ahora cuida a varios bebés. «Me quedaban cinco o seis años para jubilarme. Me hubiera gustado terminar en el sector, pero no he podido. Otra etapa diferente, pero ha sido una pena», zanja.
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