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Desde Santurce a Bilbao, IMPOSIBLE por toda la orilla

EL CORREO intenta recorrer el camino que en algún momento hicieron a pie las sardineras, el de la canción, hoy perdido entre industrias, casas, ruinas, terrenos abandonados… Y muchos plumeros

Viernes, 13 de octubre 2023

Le ocurrió este verano a Fernando Valladares, profesor del Museo Nacional de Ciencias Naturales, dependiente del CSIC, una de las voces más respetadas contra la crisis climática y deportista incansable que lleva sus zapatillas de correr allá donde va. Decidió calzárselas en una visita de ... trabajo a Bilbao para realizar lo que tantas veces había escuchado en ese clásico que es 'Desde Santurce a Bilbao', un tema de autoría desconocida que se canta al menos desde finales del siglo XIX.

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Aunque al revés, porque Valladares salió de la capital: «Me acordé de la canción. Ostras, Santurce. Miré en el mapa y me dije: vale, pues por la ribera del río. Me gusta también un poco de aventura y pensé, más o menos por aquí, me voy buscando la vida».

No lo logró. Al final del día escribía esta entrada en una de sus redes sociales: «Desde Santurce a Bilbao, IMPOSIBLE ir por toda la orilla. Las ruinas de un antropoceno demoledor -muelles rotos, caminos sin salidas, polígonos, fábricas abandonadas, ruinas, escombros, vallas- me hicieron rendirme... Hay que ir saltando de un carril a otro, aceras, rotondas, tramos de carretera…».

¿Tiene razón Valladares? ¿Es imposible caminar desde Santurce a Bilbao por toda la orilla? Conocemos la respuesta, pero aun así decidimos iniciar el viaje de las sardineras desde el parque dedicado a ellas en el barrio de Mamariga, la parte alta de Santurtzi con vistas privilegiadas al Abra, con la intención de completarlo lo más cerca posible de la ría y de acabar en la iglesia de San Antón, lugar a donde, al menos desde finales de la Edad Media, según diversos textos históricos, estas mujeres acudían a vender su mercancía.

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A la izquierda, como describe la canción, la sardinera llega finalmente a San Antón «con la falda remangada y luciendo la pantorrilla» (¡y descalza!). A la derecha, algunas de estas mujeres venden su mercancía en la Ribera, junto a la iglesia. Museo del Mar-Santurtzi Itsas Museoa y Oficina de Turismo de Santurtzi

Mientras la margen derecha posibilita este viaje bastante orillado en casi todo el recorrido, el pasado y presente industrial de la izquierda se acercó tanto a la ría que hoy día, de los 16 kilómetros más o menos de ribera desde la localidad pesquera hasta el Casco Viejo de Bilbao, unos 5,5 km están vetados al paseo por la actividad de empresas, muchas de ellas necesitadas del cauce para seguir transportando sus mercancías en barco. Hay quien reivindica recuperar el paseo que un día se pareció más a los arenales de Urdaibai que a la cuenca del Ruhr con la que algunos la comparan, pero las dificultades son evidentes.

Etapa 1

Desde Santurce... al primer obstáculo

El viaje arranca en el parque de la Sardinera, junto a la estatua, como homenaje. Aquí vivían muchas de estas mujeres, en Mamariga, la atalaya desde la que veían llegar los barcos pesqueros, muchas veces capitaneados por sus maridos. Entonces bajaban raudas al puerto, que no estaba en un principio donde ahora, sino junto a la Iglesia de San Jorge, que da nombre a la localidad. Nosotros lo hacemos por la hasta hace poco llamada calle Capitán Mendizabal, un aviador franquista hijo de esta villa; durante años la apodaron la calle del Dólar porque los marinos se gastaban el jornal en sus bares, pero hoy su nombre es Itsasalde, aunque coloquialmente se refieran a ella como la 'capi'. Por ella bajamos al puerto buscando el agua.

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Pasamos delante de la Cofradía de Pescadores, junto a la oficina de Turismo y el Museo del Mar-Santurtzi Itsas Museoa, que conserva los escaños donde las sardineras se sentaban a comprar el pescado y el bombo con los números de la puja. Y desde allí ya no abandonaremos el agua, recorriendo toda la orilla perteneciente a Santurtzi y la de Portugalete, pasando por debajo del Puente Colgante y disfrutando de las vistas.

El itinerario que hemos recorrido durante este tramo.

Hasta que, llegando a la zona conocida como la Benedicta, nos damos de bruces contra un muro, bien decorado, eso sí, con murales y grafitis. Se trata de la pared que da inicio a la pastilla industrial de Sestao, y ésta en concreto pertenece a ArcelorMittal. Más allá se encuentran los terrenos de La Naval y Vicinay, entre otras empresas que ocupan 2,5 kilómetros de la orilla. Seguimos ese muro hasta la ría para cerciorarnos de que no hay paso y desandamos el camino para empezar a subir el que nos lleva junto al único Alto Horno que queda de la mítica empresa.

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Arriba, el largo muro de ArcelorMittal decorado con grafitis que nos impide el paso hacia la orilla. Abajo, el Alto Horno nº1 como emblema y vestigio de un pasado industrial que nos acompaña durante todo el recorrido. Isabel Ibáñez

Lo admiramos con ganas de poder acercarnos más, descubriendo las plantas que han crecido entre los hierros en años de abandono. Dejamos atrás a los obreros construyendo el ascensor que algún día posibilitará la visita de esta gigante mientras nos invade la desazón al alejarnos cada vez más del agua.

Ascensor en construcción que permitirá la visita al Alto Horno. I. I.

Seguimos en altura hasta que tenemos la oportunidad de descender por un parquecito descuidado que desemboca en un aparcamiento y en la cercana estación de tren de Sestao. Sin salida, tenemos que volver a subir por unas escaleras recorriendo con la vista los terrenos casi vacíos en su totalidad de La Naval, con montones de escombros y sus grúas protegidas como patrimonio industrial. Están siendo desmantelados por la empresa belga VGP para dar a luz un parque de industrias.

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Vislumbramos el hotel La Naval y la posibilidad de bajar, pues pensamos que aquí podremos pisar la orilla, pero llegamos al hotel y nada, verjas. Así que seguimos adelante hasta Vicinay Sestao. Sin más posibilidades, nos lanzamos a la carretera que, por debajo de un paso subterráneo, nos lleva al otro lado directos a la desembocadura del Galindo, donde los remeros de Kaiku. Cansados de la caminata, de protegernos de los coches y de tanto buscar, cruzamos el puente y pillamos el tren de Renfe en Barakaldo.

El itinerario que hemos recorrido durante este tramo.

¿Es cierta la canción? ¿16 kilómetros por la orilla, descalzas?

¿Cuánto de cierto hay en esos versos de la canción? ¿Iban por la orilla, desde Santurce a Bilbao? ¿Descalzas, corriendo? Pues la historia dice que en muchos casos sí, al menos antes de que llegara la industrialización.

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El periodista Juan Mañé y Flaquer, allá por 1880, escribió en su obra 'El Oasis, viaje al país de los fueros', estas líneas: «No hace dos años aún que la sardinera de Santurce, con un cesto repleto de sardinas sobre la cabeza, la saya recogida en la cintura, el refajo hasta la rodilla y descalza de pie y pierna, hacía la travesía que media entre el lugar del producto y el punto de consumo, o sea diez y seis kilómetros, en menos de dos horas. La lucha de carreras comenzaba a la salida de Santurce, y no cesaba hasta las puertas de Bilbao. La sardinera corría, trotaba más bien, jadeante, con la lengua fuera de la boca, mojada por el sudor y el agua de la sal y las sardinas, que en abundancia corría por su rostro tostado por el sol, sin detenerse durante todo el camino, temerosa de que se le adelantaran las compañeras, anhelosa por llegar la primera a las calles de la invicta, para poder expender su mercancía sin rival que la hiciera la competencia. Porque las sardinas que primero llegaban, vendíanse naturalmente las primeras, y valían casi siempre dos o cuatro cuartos más en docena de las que llegaban poco después, cuando ya el grito de ¡sardina frescaaaá! resonaba por todo el ámbito de la población».

Una sardinera camina descalza por la ribera dejando tras de sí el Puente Colgante de Portugalete. Museo del Mar-Santurtzi Itsas Museoa

A tal punto llega la labor histórica en este aspecto del periodista que, en párrafos siguientes, deja constancia del cambio en las costumbres de estas trabajadoras con la llegada de los medios de transporte: «Hoy solo 'trota' la sardinera en el corto trayecto de dos kilómetros que hay entre Santurce y el embarcadero de Portugalete. Pasen todas juntas la barca, y se coloquen reunidas en la plataforma del tranvía, y a un mismo tiempo invadan las calles y plazas de Bilbao».

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Con 12 kilos en la cabeza… y volver

Está claro que la construcción entre 1887 y 1893 del Puente Colgante que unió ambas márgenes, la llegada del tranvía y posteriormente del ferrocarril facilitaron la vida de muchas de estas mujeres, que durante siglos recorrieron a pie los 16 kilómetros de ida (más los de vuelta) cargadas con 12 kilos de pescado en la cabeza, como explica Gaizka Medina, técnico de turismo de Santurtzi que hace de guía en el interesante y poco conocido Museo del Mar-Santurtzi Itsas Museoa, en el mismo edificio de la Cofradía de Pescadores. «Pero incluso con los medios de transporte, muchas seguían igual, descalzas y corriendo, aunque algunas se fueran quedando a vender por el camino. Otras pasaban a la margen derecha, y muchas se iban por la montaña. Pero es un hecho que incluso después de la llegada del tranvía y el tren, algunas seguían yendo a pie para ahorrarse ese dinero del transporte. Y descalzas para no desgastar las alpargatas. Iban rápido, porque las sardinas que llegaban más frescas se vendían más caras, y quien llegaba primero vendía más. E iban cerca de la orilla, es una pena que hoy hayamos perdido la posibilidad de hacer ese viaje, deberíamos recuperarlo de alguna manera. Una vez vendido el pescado, esas mujeres hacían el camino de vuelta para ocuparse de sus hijos, de la casa, del marido, la mayoría de las veces pescador».

Hoy solo siete embarcaciones siguen atracando en el puerto para traer pescado. Y ya no quedan sardineras; hace unos cuatro años, antes de la pandemia, Isabel Castillo, ya octogenaria, la última que quedaba vendiendo en el puerto, tuvo una caída y no ha vuelto: «Empecé echando una mano a mi tía, que siempre estaba aquí trabajando, y ya mira cuántos años llevo. Viene de raza de marineros. En casa siempre se dedicaron a esto. La sangre te tira», comentaba hace unos años a este periódico. Su abuela fue la famosa sardinera Sotera, que dio nombre a la trainera de Santurtzi.

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Etapa 2

Destino: Olabeaga

El itinerario que hemos recorrido durante este tramo.

Recuperamos el agua donde lo dejamos, en la desembocadura del Galindo. Aquí el trayecto nos conduce por debajo del puente Rontegi hasta que, de pronto, una nueva zona industrial y la trinchera que supone el ferrocarril nos apartan de la orilla durante otro kilómetro y medio. Empezamos a caminar entonces junto a un muro, pasando por debajo de un ruinoso cargadero, y, en cuanto vemos la oportunidad, nos acercamos a la ría por terrenos abandonados, plumeros y piedras, aunque habitados aprovechando cualquier recodo escondido o trozo de ruina. Pero no llegamos muy lejos, pues pronto nos topamos con nuevas verjas, es la zona de Bilbaína de Alquitranes y otras empresas, y desistimos cogiendo finalmente el camino a través de las calles de Lutxana, en concreto Zumalakarregi, hacia el puente que cruza la desembocadura del Kadagua en Zorrotza.

A la izquierda, una valla en la zona del antiguo cargadero nos obliga a tomar una carretera alejándonos de la orilla y mostrándonos unos terrenos casi abandonados, salvo por los 'plumeros de la pampa'. A la derecha, el lugar donde Valladares abandonará su recorrido. Isabel Ibáñez

Aquí es donde abandonó Fernando Valladares, después de cruzar peligrosamente las vías y hacer campo a través: «Llegué al final de un pequeño parque y tenía que dar la vuelta entera y me daba pereza. Entonces salté las vías del tren. Sí, porque tenía que ir ahí enfrente, lo veía cerca, pero a través de la vía. Y si no, a dar toda la vuelta, lo que suponía casi dos kilómetros. Era como luchar contra una serie de fragmentos de cosas antiguas, y algunas otras cosas nuevas. Cuando crucé, vi que había un puente precioso con una parte peatonal, pero ya decidí darme la vuelta porque todo era contra viento y marea, luchar contra un proyecto que no era muy viable».

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A la izquierda, la explanada de los antiguos terrenos del Puerto por la que no es posible conectar con Olabeaga. A la derecha, el edificio de los Molinos Vascos. I. Ibáñez

Cruzamos el puente con la intención de llegar a Punta Zorroza, junto a las preciosas ruinas de los Molinos Vascos y los parkings de ambulancias. Y llegamos a los antiguos terrenos del Puerto de Bilbao. Hay una garita, pero nadie impide el paso, así que… ¿por qué no? Emociona caminar por aquí, de uno al otro lado de la explanada. La empresa Sader está haciendo limpieza de sus terrenos, pero no hay mucha más actividad. Son zonas excluidas al paso de los caminantes durante muchos años y eso hace más especial recorrerlos.

Una barcaza reposa junto al muelle y a su lado sobresale la arboladura de un pequeño velero hundido, con su vela mohosa. Antes de que alguien venga a echarnos la bronca, salimos de allí, no sin antes patear sus 823 metros de muelle, que no están en muy buen estado. La otra orilla parece al alcance de la mano.

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El itinerario que hemos recorrido durante este tramo.

Salimos para desandar el camino y nos dirigimos hacia el muelle de las Sirgueras, en Olabeaga.

Esto era como Urdaibai

Carlos Glaría es historiador e historia viva de Santurtzi. Trabajó durante años en su ayuntamiento y una tía suya fue sardinera. Considera que la famosa canción es, más que un hecho mayoritario, un homenaje a aquellas mujeres, «aunque luego muchas utilizaran barcas, diligencias, burros, el tren o el tranvía para acercarse a los puntos de venta».

«Hay que recordar que durante siglos, hasta la industrialización, toda esta zona se parecía mucho a Urdaibai, eran todo arenales hasta el mismo Bilbao, de ahí el nombre de El Arenal, así que no sabemos bien por dónde irían, aunque es seguro que una de las vías, la más directa, sería en embarcaciones. Pero no estaría de más recuperar esta margen de la ría para sus habitantes, que pudiéramos ir junto al agua desde aquí hasta Bilbao. Lo que dice la canción podría ser una buena excusa, alguien debería tomar cartas en el asunto», dice mirando desde Mamariga hacia las playas de la margen derecha, recordando que con la industrialización desaparecieron los pocos puntos dedicados al baño que tenía Santurtzi.

«Desde Zierbena hasta aquí eran todo playas… Pues no quedó ni un palmo libre para poderte bañar»

Carlos Glaría

Historiador

Su tía la sardinera trabajó en los años 40 y 50 y cogía el ferrocarril para ir a vender su pescado a la zona de Sodupe, Aranguren… «estas mujeres distribuían el pescado por toda Bizkaia y lo hacían como podían, utilizando los medios de los que disponían».

El Manhattan de Sestao

En 1912, Santurtzi pasó de tener su puerto junto a la iglesia de San Jorge, el santo que da nombre a la ciudad, a tenerlo donde está ahora. Antes, a finales del siglo anterior, se había construido el Puente Colgante, que facilitó el paso a la otra orilla, y también llegó el tren. A lo largo de todo el XIX la zona de Sestao y Barakaldo se fue llenando de industrias y poco a poco los caminantes empezamos a perder la ría, un peaje para que este territorio llegara a ser de los más ricos y productivos del país; Altos Hornos de Vizcaya fue la empresa más importante de España. Miles de trabajadores bajaban en riadas por la calle de la Iberia de Sestao para trabajar allí, 24 horas al día. 365 días al año, sin parar, por turnos.

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Cuadro de Ángel Aja 'Altos Hornos, reflejos en la noche', que representa la pujanza industrial que una vez tuvo toda la margen izquierda.

Luiskar Delgado es director gerente de Sestao Berri, una entidad pública coparticipada por el Gobierno Vasco y el Ayuntamiento de este municipio para articular la regeneración urbanística de este pueblo, durante casi dos siglos uno de los principales motores de Euskadi. Confirma que esa orilla vetada en Sestao, unos 2,5 kilómetros, seguirá así durante mucho tiempo.

«El Plan General de Ordenación Urbana obliga a mantener el 51% de ese suelo para industria y el resto para otros asuntos aunque siempre relacionados con actividades conexas»

Luiskar Delgado

Director Gerente de Sestao Berri

Se muestra orgulloso de la pastilla industrial de Sestao, nuestro Manhattan particular lo llama, que espera que acabe pareciéndose a como es hoy día la cuenca del Ruhr, la zona industrial por excelencia en Alemania que ha sabido reconvertirse y aprovechar ese pasado de belleza entre gris y herrumbrosa. «Te puedes plantear quitar la industria de ahí, recalificar y hacer viviendas, pero desaparecería de un plumazo nuestra historia, lo que trajo prosperidad a la ría». Y el que las empresas estén ahí tiene su explicación: «Es una zona estratégica muy bien comunicada. Las industrias necesitan un terreno lo más llano posible. Y están al lado de la ría, para embarcar sus materiales y productos, con el ferrocarril cerca, el superpuerto y el aeropuerto a un paso. Queremos mantener muestro carácter industrial y seguir dando empleo, Y además vamos a recuperar la zona, porque van a ser industrias limpias, 4.0 o 5.0, competitivas».

Museo de la industria

Delgado presume también de la idea, casi ya realidad, de crear un museo de los Altos Hornos, con el único horno que queda en pie como atracción, rehabilitado. Un ascensor de acceso está ya casi listo y los obreros trabajan en estos momentos en el proceso de rehabilitación para convertir ese punto en atracción turística. «Además, las empresas de la zona nos darán permiso para ver algunas de sus fábricas, una visita cultural muy interesante».

La zona de la Benedicta (donde uno se da de cara con el muro de ArcelorMittal) quieren hacerla más grande, con un paseo más ancho y una plataforma para el baño. «Algo más deportivo y algunos locales de hostelería». Preteden también eliminar parte de la trinchera ferroviaria que ejerce de muro en medio del municipio y cambiarlo por un tranvía, mucho más permeable a los caminantes. Y está previsto un puente giratorio solo para bicis y caminantes que les acerque la otra orilla, entre Erandio y Barakaldo; se abrirá en horizontal con el objeto de permitir el paso a los barcos. Además de la obra del subfluvial proyectada bajo la ría para el metro y los coches, en dos alturas.

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Terrenos que combinan el abandono y las ruinas con actual actividad industrial, lo que dificulta destinarlos a otro tipo de usos. I. Ibáñez

En resumen, será muy difícil que los terrenos donde están estas industrias sean recuperados para los caminantes. Por todo lo anterior, porque estas empresas son las dueñas de esas superficies y porque la Autoridad Portuaria, que tiene la potestad sobre los primeros 15 o 20 metros a lo largo de toda la orilla, les da las concesiones para poder usarlos para carga y descarga: el acero, las cadenas...

- ¿Pero no sería posible hacer un caminito por el borde, o incluso por encima, con una pasarela alzada para salvar la actividad de esas empresas?

- Eso es muy difícil, porque ellas son las responsables en caso de que haya cualquier accidente, y se toman muy a pecho la seguridad. Y por otro lado, tiene grúas altísimas para poder operar, necesitan espacio, tendríamos que hacer una pasarela a 40 metros de altura… No es posible.

Dice que con el nuevo bidegorri y recuperando las orillas de los ríos Galindo y Kadagua, afluentes de la ría, la experiencia puede ser también apasionante: «Nos faltará un trocito de orilla, pero no necesitaremos ir muy lejos, y tendremos otras cosas. Es el peaje que tenemos que pagar por nuestra industria».

Etapa 3

Ahora sí, por toda la orilla

Y no hay más misterio. Retomamos todo el paseo de Olabeaga, que nos llevará casi sin interrupciones a lo largo de 6 kilómetros por toda la ría hasta San Antón, el final de nuestro viaje, el mismo de las mujeres que protagonizan este reportaje.

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El itinerario que hemos recorrido durante este tramo.

Según el trabajo de fin de grado 'Las sardineras de Bilbao en la Edad Media a través de sus ordenanzas municipales', elaborado por Ariadna del Vigo López de Ipiña en 2020, «allí desembocaba el primer puente que cruzó la ría, el antecesor de San Antón, (sustituido en 1890 por el actual, un poco más aguas arriba), el lugar de aquel primitivo Bilbao donde estuvo la llamada Plaza Vieja, que usaban las sardineras para vender sus mercancías».

No es posible

Quién sabe lo que pasará en un futuro, pero a día de hoy el viaje desde Santurtzi a Bilbao por toda la orilla no es posible, con lo que tan solo podemos buscar su cercanía lanzándonos a la aventura, teniendo en cuenta que casi siempre son caminos cerrados, viajes de ida y vuelta que sirven para disfrutar de los paisajes abandonados. En esta excursión hemos tardado unas cinco horas para unos 25 kilómetros, aunque en realidad la distancia es menor, 16 km si se hace por el recorrido lógico entre las dos localidades, sin jugarse el tipo por carreteras o teniendo que pasar precavidos por terrenos solitarios con inquilinos inesperados que pueden dar algún susto.

Al comprobar que es un camino repleto de obstáculos, pedimos permiso a las industrias de mayor peso en la zona de Sestao para atravesar sus instalaciones, y lo conseguimos de dos de ellas: Vicinay y la firma belga VGP, gestora de los terrenos de La Naval. Ellos han posibilitado ver y pisar esos suelos industriales por los que la gente corriente no ha podido transitar libremente en los últimos dos siglos, vetando buena parte de la orilla.

Nos dejan entrar en la Naval y Vicinay

En Vicinay, contemplamos los ciento y pico metros de muelle donde se acumulan largas, herrumbrosas y gigantescas cadenas, cada uno de cuyos eslabones pesa entre 400 y 700 kilos. Se exportan a todo el mundo, hasta Australia, y sirven para anclar molinos de viento, plataformas petrolíferas y de gas al fondo del mar. Al fondo vislumbramos el Puente Colgante y hacia el otro lado, Rontegi.

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Con permiso de Vicinay, entramos en su propiedad desde la que nos muestran las vistas a la ría junto a las enormes cadenas que siguen produciendo con su actividad industrial. I. Ibáñez

En La Naval, pasamos por zonas en proceso de desmantelamiento, hay 300.000 metros cuadrados aquí y más de un kilómetro de muelle. Varias grúas que se salvarán del derrumbe se yerguen orgullosas de su pasado. El terreno es más peligroso. Abundan los agujeros y un par de pasarelas desafían a la gravedad roñadas por el salitre. Montones de escombros y pabellones vacíos que durante el siglo XX parieron tantos buques. Las zonas de botadura siguen ahí, testigos de ese pasado, huérfanos de ese minuto de gloria que protagonizaban junto a los barcos que tocaban el agua por primera vez.

En ese mismo lugar, como una metáfora de la nueva vida que respira la ría, una garza real levanta el vuelo.

Arriba, los muelles abandonados y, abajo, las rampas del astillero vacías no hacen justicia al pasado de La Naval, cuando la actividad en esta explanada era frenética. Isabel Ibáñez

¿Cómo lo hemos hecho?

  • Recorrido lógico hoy día: 16 kilómetros aprox

  • Recorrido explorando y buscando la ría: 25 kilómetros aprox.

  • Tramos vetados: unos 5,5 kilómetros. 800 del superpuerto, 2,5 de la pastilla industrial de Sestao, 1,5 de terreno de empresas en Barakaldo hasta Zorroza, y 823 metros de los terrenos del puerto, en Zorroza.

  • Con permiso: Hemos entrado a ver el kilómetro de muelle en los terrenos de La Naval, gestionados por la empresa belga VGP, y los 135 metros de orilla de Vicinay Sestao.

  • Via Michelin: recomienda para recorrer a pie la distancia entre el parque de la sardinera y la iglesia de San Antón en primer lugar cruzar la ría por el puente colgante y hacerlo por la margen derecha, que sí ofrece la posibilidad de ir por la orilla (14 kilómetros en 3 horas y 36 minutos). Como segunda opción, propone 15 kilómetros en 3 horas y 41 minutos, aunque nos aleja de la ría en Olabeaga y nos lleva por Basurto, Amezola y Bilbao la Vieja. La tercera opción discurre por el interior en todo momento.

  • Créditos vídeos: Anartz Madariaga.

  
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