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No pintaba nada bien a priori, con pronóstico lluvioso y una huelga del transporte público que afecta a los dos principales operadores de autobús del territorio y a uno de tren. Pero la gente estaba advertida y los servicios básicos funcionaron razonablemente bien, logrando que ... Santo Tomás se sobrepusiera al desafío. Y con nota. A vista de pájaro, el recinto ferial -que se extendía por El Arenal, Plaza Nueva y, por primera vez, el Arriaga- simulaba un inmenso hormiguero, compartimentado por hileras de puestos donde la multitud se detenía a hacer sus compras, darse un homenaje de talo con chorizo y regarlo con sidra. La mayor cita del agro vasco, patrocinada por la BBK, es el primer ensayo de la Navidad que EL CORREO tuvo el privilegio de seguir ayer en el helicóptero de la Ertzaintza, inmersa junto a la Policía Municipal en un amplio operativo de seguridad, que incluía un fuerte despliegue de agentes, muchos de paisano, para atajar los hurtos.
A mil pies de altura y con rachas de 19 nudos, unos 35 km/hora, el aparato biturbina -los únicos autorizados a sobrevolar cascos urbanos- recibía el viento suroeste de cola y se debatía entre turbulencias. El helicóptero, con tres tripulantes, está equipado con Wescam, una cámara accionada mediante joystick con la que transmitir imágenes en tiempo real. El área a cubrir no se limitaba, sin embargo, al recinto ferial, ya que las protestas laborales en curso obligaban a no perder de vista las entradas y salidas a la ciudad. 'Charlie-Oskar-Ecocharlie-Mike-Zulú' era el indicativo del aparato para esta misión, que despegó de Iurreta. Tras consultar la previsión meteorológica y repasar la carga y centrado del aparato, Patxi Sayago, el piloto, comunicaba sus intenciones a la torre de control de Loiu. El helicóptero de la Ertzaintza no tiene obligación de reportar su plan de vuelo, aunque lo hace siempre al hallarse la base en la senda de aproximación del aeropuerto (ayer de despegue, porque los aviones aterrizaban desde el mar a consecuencia de la dirección el viento).
El aparato empezó a ganar altura a medida que dejaba atrás las crestas del Duranguesado, el curso del Ibaizabal y vastas manchas forestales heridas por la peste del pino. Apenas tardó diez minutos en sobrevolar la malla urbana del Gran Bilbao, que iba ganando en densidad. La gente acudía como imantada al Casco Viejo. La marea humana se descolgaba por la calle Navarra, los Tinglados, Iturribide y Ribera, mientras El Arenal hervía de agitación. La muchedumbre destacaba incluso bajo los plátanos de sombra que se extienden a lo largo de la ría. A bordo, Patxi y Julio, el copiloto, reportaban al centro de operaciones de Erandio las incidencias, los tráficos de gente, el estado de los accesos a la ciudad... Abajo, a 300 metros en la vertical, sus compañeros se repartían por puestos de comida o entre las aglomeraciones que rodeaban las actuaciones de txalapartaris y aizkolaris, alerta ante la presencia de carteristas -en su radar figuraban ayer treinta nombres, lo mismo hombres que mujeres-, «aunque el año pasado no se denunció ni un hurto, quizá porque prefieren trasladar su campo de operaciones a zonas de la ciudad menos vigiladas este día». Unos y otros velan por Santo Tomás. Y lo hacen desde las alturas.
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