«Santo Tomás se podía haber celebrado, los centros comerciales están llenos»

«Se podía haber celebrado con medidas correctoras de aforo, distancia de seguridad, que se comiera o bebiera en sitios especialmente destinados, otras posibilidades... Pero han cogido el camino más fácil», lamenta Aitor Aurrekoetxea, que regenta una explotación agrícola-ganadera en Mungia. Cada año instalaba en la gran feria bilbaína «una txosna de talos y un puesto de venta de embutido». «Los agricultores estamos acostumbrados a sufrir. Llevamos 22 meses sin poder comercializar productos en ferias agrícolas», asume.

El alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto, argumentó la drástica medida en que no iban a poder evitar que se registraran aglomeraciones en un acto considerado como la antesala de la Navidad, en el que decenas de miles de personas se juntan en cuadrillas para beber sidra y txakoli y comer talo, como manda la tradición.

De la misma opinión que Aurrekoetxea es Lorea Momeñe, de Urigoitiko txorizoak, en Orozko. Ella y su familia crían cerdos. Debido a la pandemia han tenido que reducir la cabaña y quedarse con «60 o 70». «Mis animales siguen comiendo cada día, hay que cuidarles... Es complicado organizar una forma de trabajo si no sabes cuándo vas a vender». Y elaboran «chorizos de calidad, sin transgénicos ni conservantes». Tenían preparados algunos productos que iban a llevar a Santo Tomás y habían solicitado ya los permisos, aunque admite que temían que no llegara a celebrarse. «Era la crónica de una muerte anunciada. Lo vas viendo, te preparas... Pero es un palazo ver luego un centro comercial, los restaurantes... hasta arriba».

Lorea se queja de que «no es sólo Santo Tomás. Es una gran perdida, pero es sólo la punta del iceberg, es el reflejo de lo que ha ocurrido todo el año. Este pasado puente se han cancelado dos ferias en pueblos pequeños. Algunas se mantienen, pero se ponen unas medidas de seguridad que nos hacen inaccesibles y eso en otros sitios no se ve. Paseando por Bilbao, en las pistas de esquí... Hay que mover todas las economías, también la nuestra. No nos podemos permitir trabajar a medio gas eternamente», protesta. «Ya son dos años y no tiene pinta de que vaya a mejorar».

La baserritarra advierte de que con la pandemia han perdido gran parte de su «público objetivo». «Tenemos un cliente que viene desde Bilbao en taxi, coge las bolsas del pedido y se va. No quiere salir de casa. Tiene miedo». Lorea pide que se ponga en valor «el producto local, el kilómetro cero, que se acerque el agro a la urbe». «Yo no entiendo la pega que se le ve a la feria. Venir a comprar no tiene por qué ser una fiesta Seguro que había alternativas».

José Antonio Ibarlucea, productor de sidra y txakoli con denominación de origen y dueño de la sidrería Axpe, en Markina, se llevó «un disgusto terrible» al conocer la noticia de que Santo Tomás no se iba a celebrar. «Vendía a varias txosnas 50, 70, 90 cajas... Hacíamos una facturación muy importante, 10.000, 12.000 euros. Es un estacazo». Lleva más de 20 años atendiendo dos casetas en la Plaza Nueva bilbaína. «Entre cuatro personas abríamos 70 cajas y nos quedábamos reventados, de no poder abrir más corchos. Trabajábamos muy bien y se vendía a un precio muy bueno», recuerda. «Yo veo que sigue habiendo conciertos, campeonatos de bertsos, aquí en Markima, y a los aldeanos, que somos un reclamo para otros sectores, como la hostelería, nos abandonan», lamenta.