Los desilusionados con Santo Tomás

Había participado en las últimas seis ediciones del mercado y siempre en la misma ubicación, cerca del kiosko de música del Arenal. «La gente se había acostumbrado a encontrarnos allí y disponíamos de seis puestos seguidos, es decir, una barra de 15 metros de longitud donde podíamos hacer de cara al público todo el proceso de la preparación de nuestros talos», se ha lamentado Aitor Aurrekoetxea, que ha decidido no montar su txosna Talotoki. Según ha explicado, la principal razón es la nueva distribución de la feria ha concentrado todas las txosnas en dos únicos puntos, «en el lateral del Teatro Arriaga, entre el edificio y la ría, y el otro en el entorno de los Tinglados». Asegura que el espacio que le proponían ahora «era similar en superficie total, pero en forma cuadrada, lo que suponía que no nos iban a entran las planchas donde cocinamos nuestros productos siempre in situ».

La aglomeración de los todos los puestos de comida y bebida, en su opinión, provocará «unos tapones impresionantes, sobre todo a determinadas horas del día». «Cuando presentamos nuestra solicitud para montar el puesto no nos dijeron nada», ha lamentado tras recordar que la respuesta de la organización, la obra social de la BBK, «no nos ha dado audiencia para abordar este problema a pesar de que al menos una decena de productores presentamos un escrito de protesta».

La txosna del caserío Basalbeiti de Lezama se había ganado todo el reconocimiento tras 35 años de Santo Tomás, «los últimos 30 en la misma zona, en la acera del Arenal que está frente a la calle Correo». Y Garbiñe recuerda con orgullo que «siempre estábamos allí ocho mujeres preparando el talo desde el primer paso, a la vista de todos y de la forma más natural». Como al productor anterior, el cambio de ubicación propuesto le impedía habilitar el puesto cmoo siempre, «y tendríamos que llevar los talos ya hecho y dejar apenas una plancha o dos para calentarlos justo antes de servir, porque es inviable hacerlo de otra manera».

Durante varios días debatieron los pros y los contras de este cambio entre la familia y llegaron a una conclusión drástica. «No podemos pasar por esto, no voy a perder mi prestigio, labrado durante décadas, por una ocurrencia que no sé si quién la ha planteado la ha pensado ni siquiera un poco, pero que la consecuencia es que nos impide trabajar bien, en condiciones».

Se pierden una cita que consideraban imprescindible en su calendario laboral, pero aseguran hacerlo «con la conciencia bien tranquila». Según remarca, «no podemos cambiar nuestra forma de trabajo artesanal, que siempre hacemos de cara al público, así no se hacen las cosas».

Andoni Ojanguren asegura que para él el 21 de diciembre siempre ha sido uno de los días más especiales de año. Y todo porque se celebraba la feira de santo Tomás. «Cuando yo era pequeño la Plaza Nueva todavía estaba cerrada y yo me ponía el primero para que, en cuanto el sereno abría la verja, coger el mejor puesto para mi madre», subraya. Desde entonces no recuerda una feria sin estar en el «epicentro». Ahora, sin embargo, le han cambiado tan privilegiado puesto «por otro a escasos dos metros y medio de los baños del Arenal, una ubicación complicada, fatal».

Hasta el último momento se plantearon no asistir y reconocen que al final lo harán «a regañadientes porque somos la cuarta generación presentes en la feria y no podíamos faltar». «El estrés que tenemos es impresionante y, cuando hemos preguntado a la organización se echan el perro unos a otros, nadie da la cara y no se puede andar así con la gente, no se puede hacer lo que les da la gana», protesta su mujer María Teresa.

Como los anteriores baserritarras, Julen cree que el formato anterior, «con todas las txosnas desperdigadas», era uno de las principales características de esta feria. Incluso reconoce que le gustaba esa forma de vivir Santo Tomás. Pero tampoco se cierra en banda a la nueva distribución, «que puede tener sus pros y sus contras».

Entre los primeros, reconoce que la agrupación de las txosnas en las dos esquinas del recinto puede ser beneficioso para facilitar la fluidez del público a la hora de hacer las compras. «Esta distribución puede mejorar la feria», admite. Es más, incluso cree la gente «puede estar más tranquila porque hay mayor espacio entre el que viene a comprar productos y el que solo quiere tomar algo».

Aunque del otro lado está el riesgo de que el cambio se traduzca en una menor asistencia o en una pérdida de ambiente. «Este año puede pasar de todo», concluye antes de remarcar que él, por si acaso, lo tiene todo preparado para hacer más de 1.500 talos, «con una harina muy especial hecha con nuestro propio maíz y que le da al talo una tonalidad morada muy característica con el mejor sabor».