El Centro de Coordinación de Salvamento Marítimo de Bilbao ha rescatado, buscado o asistido a 230 tripulantes de 93 barcos en el primer semestre de este año en su área de actuación, entre Laredo y Matxitxako, en un área de unas 80 millas de distancia, ... según los datos facilitados por la Delegación del Gobierno en el País Vasco a este periódico. La mayoría de las embarcaciones eran de recreo, aunque también fueron auxiliados 31 pesqueros y ocho mercantes. Gran parte de las intervenciones se debieron a averías en el motor o rotura de cabos o velas que dejaron a los barcos sin gobierno o por el enganche de las redes en las hélices, aunque también se registraron incendios. En todo 2023 hubo 170 asistencias a barcos, con 483 personas implicadas.
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Dos periodistas de EL CORREO se embarcaron en el remolcador 'María de Maeztu' en una salida por El Abra con su tripulación para conocer de cerca cómo viven y trabajan. El verano es la época del año que registra mayor actividad marítima y, por lógica, también más rescates, el 40% de ellos en veleros. «En invierno hay menos intervenciones pero de más envergadura. No es lo mismo rescatar a un pesquero en un día soleado y con mar en calma que con olas de siete metros», advierte Lourdes Oña, jefa del centro de Salvamento Marítimo de Bilbao.
La incidencia más peliaguda de esta temporada se produjo con un «hombre al agua» cuando un velero de bandera alemana se hundió de madrugada frente a la línea de costa vizcaína y el único ocupante quedó en el Cantábrico con un bote salvavidas. «Mandó un mensaje de socorro por el canal 16 de VHF», recuerda Oña. En caso de que no le hubiera dado tiempo a mandar la alerta, los barcos disponen de un sistema automático que se activa cuando la quilla se sumerge. También se puede recurrir a las bengalas.
«Enviamos un mensaje a toda la comunidad marítima mientras nos movilizábamos y dio la casualidad de que estaba la fragata 'Galicia' a 15 minutos del barco. Fueron los primeros en prestarle asistencia. Tenían médico a bordo, que le hizo una revisión, y trasladaron al hombre a tierra. No necesitó ni ser evacuado a un hospital», recuerda Oña. También colaboraron en el hundimiento del 'Grande América' el pasado marzo en el Golfo de Bizkaia, frente a la costa francesa.
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Este invierno remolcaron a un pesquero que hacía la campaña del verdel y la anchoa, a la que acuden barcos de las cofradías vizcaína, guipuzcoana, cántabra y hasta asturiana. En enero, arrastraron a otro barco de pesca al norte de Pasaia en plena marejada. «Con el oleaje, el borde del pesquero cortaba el cable de remolque. Tuvimos que darle el cable más gordo», recuerda. El último rescate se produjo el pasado domingo, de una embarcación de recreo con cuatro personas a bordo a 12 millas, por una avería en las máquinas.
Otra de las misiones de Salvamento Marítimo se basa en la prevención de la contaminación, por lo que deben intervenir ante un vertido al mar, con «barreras para delimitar la mancha o la estiba para depositar en tierra lo que se recoja», o para retirar objetos flotantes que podrían resultar peligrosos para la navegación.
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Salvamento Marítimo dispone en el Puerto de Santurtzi de dos embarcaciones, la salvamar 'Alcyone' (nombre de una estrella) y el remolcador 'María de Maeztu'. En el puerto de Bermeo tiene su base otra salvamar, la 'Monte Gorbea'. La 'Alcyone' cuenta con tres tripulantes y el remolcador, con 11, entre ellos un capitán, cinco oficiales, el jefe de máquinas, marineros, un electricista, un engrasador y un cocinero. El 'María de Maeztu' tiene dos tripulaciones, entre las que hay dos mujeres. Mientras una está embarcada durante un mes, la otra libra y luego cambian los papeles. El remolcador está dotado de camarotes individuales y cocina. «Vivimos aquí. Es como tu segunda familia. Las relaciones personales son fundamentales», explica el capitán César Mora.
Nuria, una de las marineras, gallega de origen, mecánica y licenciada también en Biología, dejó los negocios de restauración que regentaba en Canarias para embarcarse hace seis años. Tras pasar por la salvamar de Cangas, donde tenían que acudir a «ataques de orcas a veleros» y hacer rescates en las islas Cíes, lleva seis meses enrolada en el 'María de Maeztu', donde se confiesa «feliz» y «bien tratada». «Desayunamos, comemos y cenamos juntos. También salimos a hacer deporte o de paseo».
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De 40 metros de eslora, el barco no alcanza mucha velocidad, no supera los 11 o 12 nudos. Carece de timón y se mueve gracias a dos hélices, explica el capitán César Mora. En la superficie del barco hay un pequeño helipuerto, no para que se deposite el Helimer con base en Santander, sino para que descienda el rescatador, y una cesta para recoger náufragos, que en el Norte apenas se utiliza, pero que en la costa andaluza resulta vital para salvar a inmigrantes de cayucos volcados.
El 'María de Maeztu' tiene 40 metros de eslora y puede navegar a 11 o 12 nudos de velocidad.
La 'Alcyone', con base en el puerto de Santurtzi, realiza rescates de embarcaciones pequeñas.
En la salvamar son tres, y 11 en el remolcador, entre ellos dos mujeres a turnos.
Entre el 1 de junio y el 10 de julio han atendido 21 emergencias de embarcaciones de recreo, 18 en Bizkaia y 3 en Gipuzkoa.
«El mayor temor de los centros de salvamento es un barco de pasajeros con problemas, por ejemplo, el ferry, donde hay vidas humanas en peligro, algunas con patologías», confiesa la responsable del servicio de salvamento, Lourdes Oña. También les preocupan «los barcos de mercancías peligrosas. Este puerto (el de Santurtzi) recibe gaseros, otros con crudo para Petronor, con un importante impacto medioambiental. Y ese tipo de emergencias no se suelen dar en un espléndido día de verano, sino que Murphy trabaja muy bien», señala con ironía.
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Para estar preparados ante este tipo de emergencias, «hay que entrenar y hacer simulacros. Aunque siempre surgen imprevistos, es la única forma de que todo vaya rodado y sepas a quién tienes que llamar en cada momento». A nivel general se realiza uno anual, hace dos años le toco organizarlo a Bilbao, y cada mes uno local más pequeño.
La delegada del Gobierno en el País Vasco, María Soledad Garmendia Beloqui, confiesa que al llegar al cargo se sorprendió de la cantidad de personas que desempeñan «funciones fundamentales con gran profesionalidad, buen hacer y pasión dentro de la Administración general del Estado, entre ellos los trabajadores de Salvamento Marítimo». Licenciada en Ciencias de la Información, Garmendia procede del mundo del municipalismo. Ha sido concejala en San Sebastián y diputada en Gipuzkoa. «Son los grandes desconocidos, pese a que están detrás del rescate de muchas personas», advierte. «No sólo salvan vidas, sino que también dan apoyo y servicio a pesqueros, mercantes y usuarios de embarcaciones y todo aquel que necesita ayuda en el mar y contribuyen a la lucha contra la contaminación».
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