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Ayer vimos a la consejera de Desarrollo Económico, el consejero de Turismo, la diputada foral de Relaciones Institucionales y el alcalde de Bilbao sosteniendo una especie de tarjeta de embarque gigante. Parecía que les había tocado un viaje y que se iban, pero era solo ... trabajo. La presentación de un congreso. Routes Europe 2018.
La densidad de autoridades que se advertía tras el cartel dejaba claro que el congreso es muy importante. Su ámbito profesional es el de la conectividad aérea y entre el 22 y el 24 de abril convocará en Bilbao a casi 1.200 profesionales. Que en su mayoría vayan a llegar en avión, le otorga al encuentro una gran pertinencia lógica. No siempre sucede. Hay gremios que no se conducen con tanta coherencia y llegan a propiciar episodios contradictorios. Los del congreso internacional de Metafísica, por ejemplo, apuntándose de un modo unánime (Absoluto, en su caso) a la excursión denominada ‘La Ruta del Chuletón’.
Si tenemos en cuenta que Routes, además de a los aeropuertos y las compañías aéreas, convoca a los destinos turísticos, podemos entender la conveniencia de que a los participantes no solo les guste mucho ‘La Paloma’, sino también lo que uno se encuentra cuando por fin aparece la maleta y puedes abandonar el edificio: Bilbao, Bizkaia, el País Vasco...
Por lo que nos concierne como ciudad, parece que vienen predispuestos. En la web del congreso definen Bilbao como «una contradicción cautivadora entre lo viejo y lo nuevo». Qué cosas nos dicen los agentes internacionales del sector turístico. Son unos zalameros. Nosotros también lo somos, claro, pero no con ellos, sino con nosotros mismos. El alcalde dijo que Bilbao es «la principal conexión del norte del Estado y del sur de Francia con Europa y con el mundo». Ibone Bengoetxea añadió que Bizkaia «es actualmente uno de los lugares más atractivos de Europa para hacer negocios, emprender o visitar». En lo tocante a entusiasmo, el nivel medio del discurso político es sencillamente bombástico. Aunque probablemente la máxima exageración corrió a cargo de la consejera Tapia, que definió la singularísima relación de los tres aeropuertos vascos del siguiente modo: «un aeropuerto, tres terminales». Perdió la ocasión de tirarlo también por lo de las contradicciones cautivadoras y cerrarlo todo en belleza.
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