El carnicero de La Ribera que reparte hamburguesas entre gente sin recursos
Los Formidables de Bizkaia ·
Desde su establecimiento en el mercado de la Ribera saca tiempo para organizar un sukalki solidario y recaudar fondos para pagar hamburguesas a gente sin recursos. «Me gusta sensibilizar sobre las problemáticas ajenas, porque nos pensamos que la vida es un jardín de rosas y no es así», advierte
Llegar a una cafetería y pagar dos cafés, pero tomar solo uno, o ir a una carnicería y pedir dos hamburguesas pero llevarte solo una. Son dos modalidades de una misma acción solidaria, lo que se conoce por 'cafés pendientes', que no hace mucho alcanzó una nueva dimensión en Bilbao las 'hamburguesas pendientes'. La iniciativa que consistía en dejar una consumición pagada -lo habitual es un café- para que lo tomara cualquier persona sin recursos, contó con varios establecimientos adheridos en la capital vizcaína, una carnicería entre ellos, y su historia pone de manifiesto que la solidaridad se refleja también en los pequeños gestos cotidianos que alcanzan a personas que tenemos al lado.
A Rodolfo Crespo, a Rodo («me llamo como el León sensible de Mari Carmen y sus muñecos, ¿se acuerda?, la que muchos consideraban su marioneta más entrañable»), padre de dos hijos cocineros de 25 y 30 años, no le frenó que su quehacer diario no tuviera nada que ver con el café. Él regenta la Carnicería Rodo, el negocio familiar que con 64 años de historia ocupa uno de los puestos del Mercado de la Ribera. «Escuché el tema en los medios y como mi versión es la hamburguesa, decidí poner hamburguesas pendientes», cuenta. Rodo, como le conocen, reconoce que allí costó un poco más llegar a la clientela, «pero poco a poco y con el boca a boca la gente fue aportando en la medida de sus posibilidades». Después de casi un año de experiencia ya conseguía entre 50 y 60 hamburguesas a la semana. «Había dos o tres familias que venían todas las semanas, llevamos unas cuantas a Proyecto Hombre y también solían venir de asociaciones como Remar», explica.
Las 'hamburguesas pendientes' de Rodo han sido uno de los pequeños proyectos solidarios que ha llevado a cabo hasta la fecha, él sueña con conseguir hacer un banco de alimentos en el Mercado de la Ribera. «El proyecto se puso hace un tiempo en marcha, pero no se ha concretado porque parece que da miedo manejar género perecedero», se lamenta. Aun así no pierde la esperanza de que el mercado bilbaíno se implique y algún día puedan surtir a comedores sociales de los productos que allí se venden. Otra iniciativa con la firma de Rodo Crespo es el sukalki solidario para 500 personas que cada mes de septiembre desde hace más de una década tiene lugar en el barrio de Miribilla, aunque en esta ocasión se lo ha llevado por delante la pandemia.
«Cocinamos y luego repartimos por un precio módico. Lo recaudado va para una entidad. Aspanovas, enfermos de Parkinson, de Alzheimer, de esclerosis, para la Aociación Arnasa fibrosis quística, para el comedor social de Zabala asilo de Mena, para las enfermedades raras... Así año tras año». El dar desinteresado es difícil de encontrar y, por tanto, difícil de creer, de ahí la reacción, aunque solo sea por un instante, de indagar en búsqueda de posibles motivos ulteriores. Quizá porque tememos a la falsa generosidad, que a lo mejor es por contraste lo que da valor a la genuina generosidad. «A mí me gusta ayudar», señala este carnicero que cumple años cada 8 de marzo («ese día nadie paso desapercibido porque las protagonistas son otras», bromea), y ya van 63, 45 de ellos en esta profesión, herencia de su padre y de su abuelo. Rodo tiene una pegatina violeta en la vitrina de su mostrador donde pide «no a la violencia contra las mujeres».
Crespo está especializado en carne fresca de vaca, ternera y cerdo con venta al por mayor y al detalle, con servicio a hostelería y domicilio. Se mueve en una vieja Vespa cuando lleva pedidos a domicilio. Sus chuletones son famosos («tenemos el mismo proveedor que Casa Julián, de Tolosa. Ellos utilizan la parte ancha de la chuleta, y nosotros la estrecha, el lomo bajo», comenta) y también su afición por la carne de toro. «Siempre he luchado mucho por tratar de institucionalizar el estofado de toro en Bilbao«, advierte este hombre que ha sido matarife en Vista Alegre y en otras plazas del norte de España. »En el antiguo Bulevard hicimos un par de años pintxos de estofado de toro. El primer año invitamos a los niños saharauis que suelen venir a Bilbao en verano. Al año siguiente nos planteamos cobrar cien pesetas, porque se había aglomerado mucha gente y, con lo que se recaudó, se compraron dos tubos para el órgano de la catedral de Santiago«, evoca.
Un pintxo de chorizo para los niños
«Me gusta ayudar a hacer visibles problemáticas ajenas para darnos cuenta de la suerte que tenemos muchos y para tener conciencia de lo que es la vida, porque muchas veces nos parece todo un jardín de rosas«. Lo mejor es que todo esto Rodo lo cuenta tan tranquilo, sentado frente a un zurito corto en su descanso a la hora de comer. Da una importancia relativa a sus logros y no tiene la autoestima inflada, entre otras cosas porque aunque su capacidad a la hora de esforzarse en algo la pueda hacer sobresalir, eso para él no define todo su valor global como ser humano. Y está convencido de que la mayoría de situaciones de la vida, a no ser que se forme parte de una minoría privilegiada, requieren de trabajo duro para poder vivir dignamente y ayudar a que los demás también lo hagan.
No necesita competir, no anda buscando rivales nunca, tampoco quiere brillar, pero Rodo, que hace sus propios chorizos caseros, además de una variedad colombiana y otra argentina, y hamburguesas de cuatro tipos, hasta de canguro, lo hace a su pesar. Rodo ha colaborado llevando chorizos a las txosnas del ibilaldia que tuvo lugar en La Peña hace unos años, a un grupo de internos de Proyecto Hombre y a la Casa de la Misericordia. A los niños que van a visitar el mercado les prepara un pintxo y se ponen muy contentos. «De buen rollo. Pedí al coordinador el calendario de fechas de las visitas escolares y el día anterior me pongo a hervir chorizos con verduras en un bar de abajo. A los críos que les den un guiño un poco afectivo les gusta, de alguna manera se sienten queridos. Creo que tengo buen corazón, pero son los demás los que juzgan. La sociedad está como está, las cosas como son, pero pienso que no hay que ser egoísta con las cosas de uno, hay que colaborar. Si se quisiera se podrían hacer muchas más cosas, a mí siempre se me ocurre algo«.
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