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Ricos y acogedores

Bilbao ·

Un ranking ordena las ciudades según su «prosperidad inclusiva»

Viernes, 22 de noviembre 2019, 01:15

Pasando a las noticias internacionales, las relaciones entre Viena y mi persona están llenas de hostilidad. Y eso que he estado allí una vez. Dos o tres horas. Aproveché, claro, para ver un poco el centro. Todo precioso. La escalada de tensión comenzó cuando me ... senté a comer algo en la terraza de uno de esos cafés impresionantes. Más concretamente, cuando pasé dentro del local y, buscando los baños, me perdí por una sucesión de sótanos y laberintos. El edificio parecía diseñado por Schrödinger y terminé llegando a un lugar donde unos operarios realizaban alguna clase de reforma. Cómo se puso aquella gente al verme. Qué cosas terribles me dijeron en alemán. Y cómo reaccionaron cuando les dije en inglés que no hablaba alemán. Qué miradas, qué gestos, qué gruñidos, qué desdén. Quizá tampoco ayudó que yo, viendo que la cosa se animaba, pasase pronto al español para insultar con más precisión. Creo que en algún momento les grité que habían perdido pocas guerras mundiales para mi gusto. Tampoco se deja avasallar un bilbaíno en Centroeuropa. A ese respecto, mi huida del lugar no tuvo que ver con que aquella gente cogiese los martillos. Fue solo geoestrategia. La UE no merecía un conflicto interno semejante. Desde entonces, solo Thomas Bernhard tiene peor opinión que yo de Viena. Escucho un vals vienés, tan alegre y elegante, y pienso en lo engañados que nos tiene esa ciudad. Como si tras los sonrientes Strauss no aguardasen agazapados los psicópatas aquellos del café.

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