Gerardo Lertxundi
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Gerardo Lertxundi
La vida es movimiento, y donde más movimiento hay es en las ciudades. Siempre ha sido complejo distribuir el espacio público para dar respuesta a las necesidades de toda la ciudadanía (peatones, conductores, repartidores, ciclistas...), pero desde hace años en la ecuación entra otra variable: ... la sostenibilidad ambiental. Contaminar menos. El asunto está en todas las agendas de las administraciones, que incluyen medidas como las zonas de bajas emisiones y las peatonalizaciones. De esto se va ha hablar hoy en el Foro Ciudadano del Ararteko sobre Movilidad Urbana Sostenible en Bilbao. En el Bizkaia Aretoa de la UPV/EHU, convocados por el Defensor del Pueblo vasco, Manuel Lezertua, debatirán durante todo el día expertos vinculados con este tema. Entre ellos, Gerardo Lertxundi, ex consejero delegado de Transportes Metropolitanos de Barcelona y ex vicepresidente de la Unión Internacional de Transporte Público (UITP).
– ¿Queda mucho margen de mejora en el transporte público?
– Está evolucionando muchísimo y aún hay mucho recorrido de mejora. En materia medioambiental, con la electrificación y el uso de combustibles limpios. Y también en la calidad del viaje y en los momentos previos y posteriores a ese viaje. Por ejemplo, en la información sobre el tiempo de llegada de próximos trenes o autobuses, o en la inclusión de más medios de pago, o incluso estableciendo el pospago, esto es, calculando el coste en función del uso del transporte público.
– Eso ya se hace: el viaje cuesta más cuanto más largo sea.
– Sí, pero hay otras opciones. Por ejemplo, que a final de mes se calcule la mejor tarifa en función de lo que has viajado sin necesidad de que tengas que elegirla previamente. Estas herramientas facilitan también la intermodalidad, el uso de medios diferentes.
– ¿Cree que hacer un transporte público mejor es suficiente para convencer a quien usa el coche para que deje de hacerlo?
– Hay que hacer dos cosas: por un lado, favorecer un transporte público más ágil y más atractivo. Y por otro lado, restringir más el uso del vehículo privado. Debemos entender que no hay espacio en las ciudades para que cada uno tenga su propio coche. Hay que democratizar el espacio público, que es de todos.
– Es decir, hay que ser más estricto con el vehículo privado...
– Eso es. Y es algo que se hace mediante políticas como la implantación de zonas de bajas emisiones (ZBE), o como áreas de acceso restringido, o los peajes. También con decisiones sobre los aparcamientos: cuando más difícil es estacionar el coche, más se favorece el transporte público. Es decir, aún se pueden hacer muchas cosas en las ciudades en este sentido. Al final, hay que aspirar a que los centros sean zonas de cero emisiones.
– ¿Y los barrios?
– Claro, también tienen derecho a las cero emisiones, a estar limpios. Debe ser un proceso progresivo. Socialmente se está avanzando en esta dirección porque se ve que los jóvenes cada vez tienen menos interés por tener un vehículo privado. Y los mayores de sesenta años también caminan más y usan más los medios públicos. Es en las franjas intermedias de edad en las que el uso de vehículos motorizados privados es mayor.
– ¿Hay que aspirar a un transporte público gratuito, o es más un riesgo que una ventaja?
– Está habiendo un gran debate. Yo no creo que sea la solución porque se generan a veces movilidades no necesarias que penalizan al transporte público. Por ejemplo, que la gente deje de ir andando en recorridos cortos. Ha habido experiencias en este sentido en países del norte de Europa y no han sido positivas. Además, se plantea un problema de costes para el sistema. Lo que sí funciona es la aplicación de descuentos para promocionar el transporte público.
– Ha hablado de ir andando. ¿Cómo potenciar la movilidad peatonal?
– Lo fundamental es la seguridad y la accesibilidad del espacio público, y que éste sea un entorno amable, atractivo, apetecible. Por eso son importantes las peatonalizaciones.
– ¿Es entonces el urbanismo una herramienta para potenciar la movilidad sostenible? ¿También, por ejemplo, con la mezcla de usos para que los centros de trabajo estén cerca de las zonas residenciales?
– Sin ninguna duda. Pero nuestras ciudades ya están construidas. El urbanismo es muy importante cuando se diseña una ciudad porque se pueden potenciar modelos más horizontales, que plantean más problemas de movilidad, como en EE UU, o más verticales, como en Europa. Pero también tiene mucho que decir en las políticas de aparcamientos o en la distribución del espacio público.
– Siendo este espacio limitado, ¿a la hora de potenciar la bici es mejor construir bidegorris o calmar el tráfico para que ciclistas y coches compartan plataforma?
– Depende del espacio que tengamos. Lo mejor desde el punto de vista de la seguridad y la inclusión de todas las personas es, sin duda, tener zonas segregadas: para peatones, para bicicletas... El problema es que el espacio es limitado y no siempre es posible.
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