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En las últimas dos décadas las familias de Bilbao se han empobrecido porque la mejora de sus rentas ha sido inferior al encarecimiento de la vida. Pero, como todo, va por barrios. Los más pobres pierden más capacidad de compra y los más poblados también. Mientras, Abando, el más rico, dispara sus ingresos, de manera que abre aún más la brecha con la parte baja de la tabla. También aumenta mucho la renta media de ciertos barrios que estaban muy degradados y a donde, tras culminar obras de rehabilitación y construcción de nuevas viviendas, se han mudado personas de clase media en busca de pisos baratos. Lo que son procesos más o menos consolidados de gentrificación.
En fin, que hay más desigualdad en la ciudad. Y eso que en las zonas más pobres cada vez tienen más peso las ayudas sociales, que dulcifican la fotografía y sin las que el sistema alcanzaría un punto altamente inflamable.
Los datos son de los institutos vasco y español de estadística (Eustat e INE). En 2022, último año del que se tienen cifras, la renta familiar media en Bilbao era de 50.389 euros, lo que supone un 26,9% más que en 2006, primer año de la serie. Sin embargo, en ese mismo periodo el IPC se disparó un 30,7%. Casi cuatro puntos más.
Así que, como panorama general, la ciudad se ha empobrecido. Pero no toda ni en igual medida. Los barrios más pobres (Otxarkoaga, Uretamendi, Arabella, Altamira y Arangoiti) han padecido una caída del poder adquisitivo superior a la media de la ciudad. Bueno, en realidad, el más pobre de todos es Iturrigorri-Peñascal, que mejora y logra compensar el IPC, pero ni así deja de ocupar el último puesto de la lista con 26.379 euros.
Con todo, las zonas que más se han empobrecido son los barrios de Begoña y Zurbaran, que se quedan veinte puntos por debajo del IPC. Un desplome enorme. ¿Qué ha pasado en ellos? Que han envejecido. Son las zonas con la media de edad más alta de la ciudad, con vecinos que tienen un promedio de medio siglo de vida o más. En este club también está Castaños, que es el tercer barrio donde menos ha crecido la renta familiar entre 2006 y 2022. La dinámica tiene su lógica porque cuando la gente pasa a percibir una pensión sus ingresos se reducen. Aún así, tanto Begoña como Castaños siguen teniendo unas rentas familiares que, aunque a la baja, se mantienen por encima de la media.
También se ha empobrecido el barrio más poblado de la ciudad, Santutxu, lo mismo que Deusto: ambos se han quedado diez puntos por debajo del IPC.
En la parte alta de la tabla, las zonas más ricas son, como siempre, Abando e Indautxu. Aunque las diferencias crecen entre ellas. El primero se dispara hasta los 94.152 euros por familia y año tras aumentar más de un 35% en el periodo analizado; esto es, casi 25.000 euros más. Indautxu, que en 2017 tenía unos ingresos similares a su vecino, se ha quedado rezagado con 83.409 euros. Es decir, sigue como segundo barrio más rico de Bilbao, pero en los últimos tiempos se estanca y no alcanza ni de lejos a compensar la subida del IPC.
¿Por qué ha pasado esto? Para explicar lo más evidente, esto es, que el barrio más rico está también entre los que más mejoran, sólo hay que acudir a una ley básica y simplísima: «Dinero llama a dinero», resume Garbiñe Henry, doctora en Sociología Urbana y directora de Innovación y Emprendimiento de la Universidad de Deusto. Y no solo por las rentas del trabajo. El momento actual, de expansión económica, es especialmente dulce para quienes tienen además inversiones, y en Abando el 17% de las rentas proceden de rendimientos de capital mobiliario. Es el porcentaje más alto de la ciudad, lejos de una media del 7%.
Henry también señala que el repunte de los últimos años aquí también tendría que ver con la llegada de inversores en ladrillo, que habrían puesto en el mercado de alquiler pisos sólo accesibles para rentas altas. «Es aquí donde viven futbolistas y gente de negocios». Especialmente en ese nuevo Bilbao que ha crecido junto a la ría.
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¿Y qué ha pasado con Indautxu? Aquí se ha apreciado en la última década una difuminación de la frontera de Autonomía, que marcaba dos zonas muy diferenciadas en cuanto a niveles de renta. Ahora, en las calles de Indautxu más próximas a esta arteria «se ven más perfiles» de Rekalde. Está cambiando un poco el paisaje. Y también las rentas, a la baja.
Esto es importante: en muchos casos los cambios en los ingresos de los diferentes barrios no tienen tanto que ver con el enriquecimiento o empobrecimiento de sus vecinos históricos, como con la llegada de gente de fuera. Se ve muy bien en las zonas donde más se disparan las rentas.
Destaca en este sentido Bilbao la Vieja, que ha mejorado un 70,79% entre 2006 y 2022. Eso es el doble que el IPC. En San Francisco la subida ha sido del 55% y en Atxuri del 45,5%. Otras subidas espectaculares son las de Olabeaga, La Ribera (Zorrozaurre) y Larraskitu. «Esto tiene que ver con la gentrificación», dice Lorenzo Vicario, profesor de Sociología de la UPV/EHU y experto en Sociología Urbana y Desarrollo Socioeconómico. Es algo en lo que están de acuerdo todas las voces que se pronuncian en estas líneas: los barrios más céntricos e históricos, incluido el Casco Viejo, han recibido en los últimos años muchos nuevos vecinos que acuden ahí en busca de vivienda asequible y bien situada, lo que ha hecho subir la renta media con un nuevo perfil de residente. Algo parecido ocurre en Olabeaga y Zorrozaurre, zonas «también impulsadas por la regeneración de la isla y sus perspectivas de futuro», añade Vicario. En cuanto a lo de Larraskitu, se aprovecha del «efecto contagio de Miribilla», el barrio más nuevo de la ciudad (tiene esta consideración desde 2010), con la edad media más baja, donde hay más niños y donde también ha aumentado el poder de compra por encima del IPC porque los jóvenes que lo estrenaron han ido creciendo profesional y salarialmente.
Hay una situación muy peliaguda que denota cierta fragilidad del sistema. Los barrios más pobres logran mantener sus escasos niveles de ingresos gracias en buena medida a las ayudas públicas. Por ejemplo: en Otxarkoaga el 44% de las rentas proceden de transferencias, es decir, subsidios o pensiones. Esto es «un problema porque los derechos que no genera el mercado laboral, sobre lo que se fundó el Estado del Bienestar, llegan desde el sistema público de protección», que viene a ejercer de «parche en un sistema que no da respuesta a buena parte de la ciudadanía», razona Ana Sofi Telletxea, responsable del observatorio de Cáritas Bizkaia.
En el conjunto de la ciudad casi el 30% de los ingresos familiares procede de esto, de las transferencias de las administraciones a las familias. El pico se alcanzó durante la pandemia por los ERTEs y el aumento del paro. Ahora se ha relajado, pero seguimos en la senda histórica ascendente y muy por encima del momento prepandémico.
Resumiendo: cada vez hay más jubilados y más personas pobres que necesitan ayudas. Con el agravante de «la presión que ejerce el precio disparado de la vivienda», a la que mucha gente destina una buena parte de los subsidios que, en realidad, «no deberían ser para el piso, sino para vivir».
Así que el sistema de protección social cada vez tiene un papel más crucial a la hora de dulcificar unas desigualdades que, pese a todo, no dejan de crecer. Se aprecia en la comparación más sencilla: en 2006 la renta de las familias del barrio más rico era un 347% superior a las del más pobre; ahora, es un 357% más. Y no es superior la diferencia porque en ese tiempo las transferencias en el más pobre pasaron de suponer el 27% de la renta al 40%.
«La vivienda está siendo un elemento fundamental en el proceso de empobrecimiento de muchas familias», constata Ana Sofi Telletxea, responsable del Observatorio de Cáritas. A su juicio, el precio de los pisos es «un auténtico problema, un drama» que se intensifica año tras año. La búsqueda de un lugar donde vivir que tenga un precio mínimamente tolerable es lo que en buena medida explica los movimientos entre barrios. «La gente se va a vivir a las zonas donde puede pagar una casa», coincide Garbiñe Henry, de la Universidad de Deusto.
Esto va consolidando un mapa cada vez más desigual porque «la brecha entre los que más tienen y lo que menos tienen es cada vez más grande», y esos grupos de población se van segregando por zonas geográficas según el precio de la vivienda. ¿Y quienes son los que están en peor situación económica? «Jóvenes e inmigrantes suelen ser quienes tienen sueldos más bajos» y quienes, por lo tanto, acaban mudándose a las zonas más baratas. Si es que hay zonas baratas. Porque otras veces, directamente, «estamos consiguiendo que se vayan de aquí», se duele Henry. Son malas noticias para una ciudad que cada vez está más envejecida.
Lorenzo Vicario, profesor de Sociología de la UPV/EHU, sostiene que en Bilbao está pasando algo que ya se ha consolidado en otras ciudades: «Hay inversores que buscan pisos en barrios humildes para luego alquilarlos a inmigrantes y gente joven». Lo normal es que sean viviendas cuyos propietarios han fallecido, de manera la propiedad pasa «de jubilados a inversores». Y alerta de que semejantes dinámicas no son positivas por la evidente interferencia en el mercado y la consolidación de la vivienda no como un bien social sino como un producto de inversión. «En el contexto actual es casi imposible revertir este aumento de las desigualdades». Claro que desigualdades siempre ha habido. Pero ahora van a más.
Los sociólogos saben que el riesgo no está en la pobreza, sino en eso, en la desigualdad. ¿Qué riesgo? «Una mayor conflictividad social», dice Henry. «La clase media ha sido siempre el colchón» para mantener el sosiego. «Pero la clase media cada vez es menor porque cada vez hay más pobres». Mientras, las rentas altas engordan.
Esa conflictividad social se puede manifestar de distintos modos, desde «la polarización» que está ganando protagonismo y se ve también en el debate político, hasta un aumento de la «violencia y los robos».
Créditos
Gráficos: Gonzalo de las Heras y Anartz Madariaga
Fuentes de datos: INE, Eustat
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