Reencuentro familiar en Laredo
El regreso ·
El regreso. Alazne y Sergio vuelven a su segunda residencia pero, sobre todo, a ver sus hijos tras haberlos dejado 46 días en Cantabria por trabajoSecciones
Servicios
Destacamos
Edición
El regreso ·
El regreso. Alazne y Sergio vuelven a su segunda residencia pero, sobre todo, a ver sus hijos tras haberlos dejado 46 días en Cantabria por trabajoAlazne Manzanos salió dos horas antes de la peluquería que regenta en el barrio de Buenavista de Portugalete porque no podía esperar ni un minuto más. En cuanto llegó su marido, Sergio Gutiérrez -«trabaja en el puerto y no puede salir antes de las cuatro», ... puntualizaba-, llenaron el coche con todo lo que pudieron en tiempo récord. cruzaban los dedos para que no hubiese caravana en la autopista. Porque hacía muchos años que no estaban tan ilusionados por hacer este viaje, por mucho que sean apenas 50 kilómetros. Iban a Laredo, donde tienen su segunda residencia, una ruta que no habían podido hacer juntos desde finales de febrero debido al estado de alarma.
Bueno, Sergio sí que había pasado la muga el 3 de mayo, «pero con autorización policial, porque fue para llevar a nuestros dos hijos a casa de mi hermana en la pedanía de Seña, en el municipio de Limpias». Y esa era, reconocían, la verdadera razón del especial brillo que irradiaban sus ojos. Las ansias del reencuentro. «Nunca habíamos estado tanto tiempo sin ellos», se emocionaban.
Porque el confinamiento ha sido duro para ellos, «como para todo el mundo», pero en especial los últimos 46 días. Hasta entonces Daniel, de 10 años, y Pablo, de 7, estaban «en casa dando guerra, que es lo que tienen que hacer, y nosotros al pie del cañón, ayudándoles a llevar las clases 'online' y a pasar los días de encierro con mil y una actividades». Pero claro, Peluquería Alazne estaba cerrada a cal y canto, y ella podía dedicarse en cuerpo y alma a sus pequeños.
Lo malo, «lo bueno en cualquier otra circunstancia», llegó tras el anuncio del Gobierno central de que su negocio podía volver a abrir el 4 de mayo. En Santurtzi no tienen a nadie que se haga cargo de los pequeños, el confinamiento no invitaba a contratar a una cuidadora y tenían la obligación de abrir la peluquería. «Así que pensamos en mi cuñada Olivia y su marido Fernando, que viven en Seña y, aunque tienen a su hijo Ibon, que justo hoy cumple cinco años, se ofrecían a encargarse de los míos». Por los estudios, además, no había problema, «porque 'online' se siguen igual desde Santurtzi o desde Extremadura».
Así que, a pesar de la congoja, optaron por llevarles a Cantabria. Sergio pidió permiso a la Ertzaintza y la Guardia Civil, «e incluso firmamos un documento otorgando la guarda y custodia a Olivia, que los ha cuidado de maravilla, ha sido su segunda madre».
Ha sido mes y medio con un nudo en la garganta que no eran capaces de desatar. «Lo peor era saber que tus hijos estaban a solo 25 minutos de distancia y no poder abrazarlos», confesaba su amatxu.
El viaje ayer fue rodado, «mejor que cualquier otro viernes». Tan solo un pequeña retención por la salida de calzada de un turismo justo antes de entrar al puente de Ontón. El reencuentro con sus hijos tuvo lugar en la terraza de la casa de sus cuñados. Las lágrimas afloraban entre los adultos ante la sorpresa de los pequeños, encantados y felices de poder estar de nuevo con sus aitas. «¡Daniel cariño, qué grande estás!», se sorprendía Alazne, mientras Pablo no paraba de correr y saltaba continuamente de los brazos de ella a los de Sergio.
El siguiente paso del viaje pasaba por recuperar también su antigua vida. «De Semana Santa a octubre, los 'findes' a pie de playa». «Este es mi balneario, después de toda la semana trabajando, vienes aquí y te desconectas del mundo», aseguraba esta vizcaína al entrar en la urbanización La Caracola. Sergio se apresuraba a levantar todas las persianas de su piso, y al abrir la de la terraza todos se quedaron un segundo paralizados. Ante ellos aparecía la inmensidad del arenal y la bahía de Santoña al fondo. «Que queréis hacer chicos?», preguntaba Sergio a sus hijos. «Ir a Senda Viva», gritaba Pablo, todavía visiblemente emocionado. Todos rieron y bajaron al paseo marítimo, donde pronto se encontraron con el resto de la familia. Más de tres meses después todos volvían a sonreír juntos. «Y vamos a disfrutar como nunca de este verano tan especial».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.