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Las localidades pequeñas y de población envejecida atesoran una importante ventaja en la lucha contra la pandemia: empezar a ver antes la luz al final del túnel. En Bizkaia, la inmunidad de rebaño se roza en varios municipios de la comarca de Urdaibai. Ereño, Elantxobe ... y Sukarrieta, con medias de edad más elevadas que la de la provincia y sin reportar ningún caso en los últimos meses, se sitúan a un paso de ese ansiado 70% de vacunados con la pauta completa que los expertos consideran suficiente para aplacar al virus. Los mayores de la zona se sienten más aliviados, pero no bajan la guardia.
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Elantxobe
En Elantxobe, la vida gira en torno a su emblemático puerto pesquero. Poco a poco, recupera su esencia, dejando atrás ese silencio imponente que predominó durante los meses más críticos de la crisis. Allí se encontraban esta semana los hermanos Arego. Ponían a punto su txalupa. «Le estamos quitando las barbas del timón. Vamos al chipirón. Lo echamos mucho de menos durante el confinamiento», relata Juan Ramón, de 82 años, pescador jubilado. Son cuatro y el más joven acaba de cumplir los 70. Todos han librado. «En febrero tuve gripe y bajé 8 kilos. Me hicieron la prueba pero dio negativo. Aquí hemos tenido pocos casos», señala mientras comenta con su hermana Mariví que un conocido del pueblo lleva dos meses internado en Cruces por culpa del virus. «Parece que ya sale adelante, pero ha estado muy malito», revela la mujer.
Ella es de las que mantiene el respeto a la enfermedad. «Si viene, que venga de paso, que se cure en casa», añade. A Juan Ramón la mascarilla le estorba, reconoce, pero no se la quita de encima nunca. Al igual que Edurne Goitiz, de 64 años, que todavía no ha recibido el segundo pinchazo de AstraZeneca. «Este verano la voy a seguir usando. Tengo cierta edad y no quiero arriesgarme», señala con preocupación la mujer, tumbada a la bartola en el muelle, uno de los lugares preferidos por los lugareños para tomar el sol. Las precauciones se mantienen intactas. «Estamos bastante concienciados. Aquí la gente es mayor y tenemos miedo». Hay quienes echaban de menos más movimiento y otros que temen el bullicio. A la octogenaria Amaia Goenaga le gusta ver vidilla en el pueblo «y no que cuatro gatos estemos mirando por el balcón. Hay días que en este puerto no hemos visto ni un alma y eso es triste. Hemos recuperado la alegría», comenta mientras se toma un cafecito en una terraza antes de ir al médico.
No tiene miedo al virus, pero pide que los visitantes sean «formales». «¡De algo hay que morir!», exclama tajante. Los fines de semana la presencia de gente en el puerto aumenta con creces. «En coche ya no hay quien aparque», asegura Jesús Jaio, vecino del cercano Ibarrangelua.
Ereño
Ereño es un pueblo muy disperso. Aunque hay rincones por los que podría ser posible perderse sin mascarilla, sus vecinos no han renunciado a ella. Y también siguen a rajatabla las medidas. En el bar de la plaza, atendido por Julen, han regresado las reuniones de mujeres para conversar sobre diferentes temas, pero no las partidas de cartas por una cuestión de higiene. «Vienen la mar de contentas, pero cada una se pone en una punta y eso que están todas vacunadas», apunta el hostelero.
En el pueblo más envejecido de Bizkaia recuperar las rutinas no ha sido tarea fácil. Lo sabe de primera mano Rosa Conde, gerente de la única peluquería. «A la gente le ha costado romper el hielo. Vienen a hacer las curas al consultorio y ya de paso aprovechan para darse el tinte. No salen solo para venir a la peluquería. Los mayores siguen algo desubicados», explica. Arantxa Iturri, de 65 años, también considera que «la gente se ha vuelto muy precavida» y aunque «la vacunación nos ha permitido ver la luz al final de túnel, nos vamos a volver muy cuidadosos». Lo dice desde su huerta, repuesta ya del dolor de cabeza que le provocó la segunda dosis de AstraZeneca.
La pone a punto para pasar el verano, al igual que la casa de su ama, Elvira Akaiturri, de 98 años, ya que durante el año residen en Gernika. La mujer descansa en el sofá tras la visita de la enfermera para curarle una quemadura. «Los años no perdonan. Mi hija y mi yerno me cuidan muy bien, no puedo pedir más» afirma con un ligero hilo de voz mientras se coloca la mascarilla. «Me molesta un poco, sobre todo, cuando estoy mucho con ella», desliza. «Pero no hay que bajar la guardia», replica su hija convencida de que su uso «va para largo».
Sukarrieta
Solo por poder tomarse su cafecito donde 'Estrelli', la dueña del batzoki de Sukarrieta, Miren Arteta ha vuelto a ser la que era, una mujer muy activa y muy risueña que desprende alegría allá por donde pasa. Ha sido un año y medio aciago. Su hijo y su nuera se infectaron después de Navidad y tuvo que confinarse en la casa de su nieto durante 40 días. Se le hicieron eternos. «Lo que lloré yo... Osakidetza nos decía que podíamos estar incubando. Lo pasé fatal», recuerda esta vecina del pueblo de 80 años que, una vez vacunada, ve las cosas de otro color.
Confiesa que es muy de calle y, por eso, los ánimos son otros. Con la inmunidad de grupo a un paso, los vecinos más mayores del municipio se sienten más tranquilos. «Por la mañana vengo al batzoki, estamos un ratito charlando. Luego a casa y, por la tarde, una vuelta hasta el parque».
Eso sí, Miren no sabe si este año tampoco pisará la playa. «Me da miedo por si hay aglomeraciones», subraya. Sukarrieta cuenta con 334 empadronados, pero en verano su población aumenta con creces. «Es un pueblo de veraneantes», comenta 'Ursu', responsable de la taberna Toña, a un palmo del arenal de la localidad. Les espera con los brazos abiertos, aunque reconoce que los que ya se han dejado ver «respetan bastante las normas. Ahora se nota más hastío, pero no hemos tenido mucho problema», señala desde la barra tras servir un blanco a Iñigo Grijalvo, vecino de 67 años ya inmunizado. Al igual que su cuadrilla del txoko, donde tiene unas ganas inmensas de volver. «Hacíamos comidas los sábados... Se echa de menos». El Gobierno vasco los mantiene cerrados a cal y canto. Una medida que «no tiene mucho sentido, tal y como estamos aquí. ¡Si ya estaremos casi todos vacunados!», defiende.
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