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Nacho González Ucelay
Domingo, 18 de agosto 2024, 07:43
El radar de tramo que la Dirección General de Tráfico proyecta en la autovía A-8 entre la localidad de Castro Urdiales y el viaducto de Ontón, y que iba a entrar en funcionamiento a lo largo de este verano –primero en julio, luego en ... agosto–, no estará operativo al menos hasta el próximo mes de septiembre, que es cuando se prevé que la infraestructura que se está instalando estos días al borde de la carretera supere todas las revisiones preceptivas.
«Durante estos días se están montando los equipos. En septiembre pasarán las revisiones de metrología», señala el jefe provincial de Tráfico, José Miguel Tolosa. Considerando que esos controles a los que alude el responsable cántabro son indispensables para que el detector sirva como prueba fehaciente a la hora de denunciar, el radar de tramo de Saltacaballo no entrará en servicio este verano, tal y como se anunció en abril (cuando fue desvelada esta obra) y, casi seguro, no comenzará a sancionar hasta llegado el otoño, pues, como ya recordó en su día el propio Tolosa, «lo lógico es que se conceda un margen de tiempo a los conductores para que terminen de conocer el radar», que al principio no emitirá sanciones, sino únicamente advertencias.
Mientras llega ese momento, los radares fijos instalados en ambos sentidos de circulación van a seguir velando por la seguridad y auditando la velocidad a la que se transita por la cuesta de Saltacaballo, cuyo límite en la actualidad está fijado en 80 km/h. Hasta la fecha, los dispositivos han dejado datos muy dispares: el que controla los vehículos que transitan en dirección a Bilbao ha estado averiado durante una larga temporada, motivo por el que en todo 2023 registró solo once infracciones que dieron pie a otras tantas sanciones. Una cifra ridícula en comparación con las 19.128 que se impusieron a los vehículos que circulaban en sentido Santander.
Todas ellas por exceder la velocidad máxima autorizada en un tramo de autovía muy conflictivo (de ida y de vuelta), en el que el año pasado se produjeron hasta 127 accidentes de circulación que se saldaron con un fallecido y donde los radares fijos no parecen estar desempeñando el papel que la Dirección General de Tráfico tenía en mente cuando desplegó la infraestructura.
De ahí el cambio de modelo y la instalación de un radar de tramo en ambas direcciones que abarcará una distancia de seis kilómetros y donde los vehículos podrán circular a una velocidad media de 100 kilómetros/h, veinte más que el máximo permitido en la actualidad. Aunque puede resultar chocante, este incremento permitirá transitar a los vehículos a una velocidad constante y evitar los frenazos y acelerones que se producen al paso por un radar y que, parece ser, es causa de no pocos accidentes por alcance.
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