El pasado año 403 menores utilizaron los tres Puntos de Encuentro Familiar (PEF) ubicados en Bilbao, Barakaldo y Portugalete. Estos espacios facilitan las visitas en parejas rotas mal avenidas y en muchos casos se llega a ellos por derivación judicial al haber incluso órdenes de ... alejamiento. Ese fue el caso de 201 menores, un 7,5% más que el ejercicio anterior. La mitad de las familias realiza la visita bajo supervisión de especialistas, el 29% puede hacerlo de forma libre y el restante 22% utiliza los PEF para el intercambio de los menores en una zona segura.
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Entre las 319 familias que se vieron obligadas a acudir a uno de estos recursos, había 98 en las que existía una orden de protección a favor de las madres maltratadas, de las que dependían 139 menores.Es una cifra que se mantiene estable en los últimos años. Hasta 2010 sí se registraba un incremento anual relevante pero a partir de ese año, en que tocó techo, descendió y se estabilizó. Entre los hijos que viven esta complicada situación hay 64 niñas y 75 niños pequeños. La gran mayoría de ellos, el 81% no ha cumplido todavía los once años.
El Punto de Encuentro familiar ubicado en Barakaldo atendió el pasado año a 34 menores procedentes de familias con orden de protección, siete menores más que en 2016. En lo que se refiere al recurso gestionado por el Ayuntamiento de Portugalete, con sede de atención en este municipio y en Zalla, se atendió a 28 menores cuyas madres también estaban protegidas por mandato judicial.
Los centros más modernos cuentan con «un sistema para monitorizar visitas y accesos dobles para evitar el contacto entre las progenitores, además de garantizar que no compartan espacios», según detalló hace unos meses Jon Goikoetxea, coordinador de las instalaciones de Bizgarri en Bilbao. Allí, en pleno centro de Bolueta, hay habitaciones donde un juego de espejos permite ver desde la sala menos iluminada la contigua. Es una fórmula discreta que mantiene la seguridad sin renunciar a cierta dosis de privacidad. «Sólo intervenimos cuando se traspasa algún límite, como criticar a la pareja», relatan los educadores.
Lo óptimo sería que este tipo de recursos fueran «transitorios». Un año o dos, a lo sumo. Pero hay hogares donde las necesidades de acompañamiento se alargan mucho más. Entre los familiares habituales tienden puentes para que varios niños jueguen juntos, como si este fuera la plaza del barrio o un parque. Mientras, los técnicos anotan en un cuestionario con 51 preguntas la evolución de estas relaciones paternofiliales, una opinión que el juzgado tiene en cuenta. Sólo entran en acción si observan un riesgo que el progenitor pasa por alto, como que el niño «quiera jugar a fútbol tirándose desde encima de una mesa». Los incidentes graves, que requieran de la asistencia de sanitarios o policías, «son anecdóticos».
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