![Un emocionado Atutxa recibe una placa de agradecimiento por su labor ak frente de la Fundación.](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202001/26/media/cortadas/entrega-placa-khkD-U901350313799XXD-1248x770@El%20Correo.jpg)
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El presidente de la Fundación Sabino Arana, Juan María Atutxa, ha hecho esta mañana entrega de los premios del mismo nombre en la que ha sido su despedida. Atutxa deja el cargo tras 14 años y será sustituido el próximo 31 de enero por la secretaria de la ejecutiva del PNV, Mireia Zarate. El anuncio de su adiós le ha convertido en protagonista de la gala, al margen de los homenajeados. Un emocionado Atutxa ha dicho en su discurso de despedida que Euskadi «es una nación» y esto lo defenderá «tantas veces como sea necesario, desde la solidaridad con otras realidades nacionales» y la convicción de que «nación es mejor futuro».
El Teatro Arriaga de Bilbao ha acogido este domingo el acto de entrega de los premios Sabino Arana correspondientes a 2019. Ha estado presidido por el lehendakari, Iñigo Urkullu, quien al final del acto ha subido al escenario junto con el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, para anunciar que Atutxa deja la presidencia de la Fundación. Ortuzar ha obsequiado a Atutxa con una enorme placa en la que se leía «eskerrik asko» y ha destacado su «impresionante» trayectoria en la fundación y en la política. Ha recordado, en este sentido, que Atutxa fue consejero de Interior y «tuvo que poner literalmente su vida» al servicio de los ciudadanos y fue presidente del Parlamento Vasco, donde la defensa de «la dignidad de las instituciones vascas» le llevó al «banquillo», en alusión a la condena después anulada por no ilegalizar en 2003 al grupo parlamentario de Sozialista Abertzaleak.
En la 31 edición de los premios Sabino Arana han sido reconocidos la asociación Naizen de familias transexuales, el SaskiBaskonia de Vitoria, Andrés Urrutia, presidente de Euskaltzaindia, el TernuaGroup y Gilles Simeoni y el presidente del Consejo Ejecutivo de Córcega. El público se ha rendido, sucesivamente, ante quienes se esfuerzan por una vida normalizada para la infancia transexual, persiguen la gloria europea para un modesto club de baloncesto, trabajan por la expansión de un idioma minoritario, han obtenido el éxito empresarial a partir de una tienda de deporte o aspiran la paz y el autogobierno tras décadas de violencia en una isla mediterránea.
El desconocimiento fue el primer obstáculo de Naizen, hace ya cinco años. La asociación, que reúne a 150 familias, ha recordado que desde las marquesinas gritaban la existencia de niños con vulva y niñas con pene. «Y mucha gente se alegró de saberlo. También hubo a quien no le gustó», recuerda Bea Sever, su portavoz, quién también ha asegurado «que no hay nada que pueda parar a quienes luchan por la felicidad de sus hijos e hijas». La desaparición de la transexualidad como una enfermedad mental de la lista de la Organización Mundial de la Salud es uno de esos logros que permiten una vida mejor para aquellos menores que, aún sufren, el bullying o la incomprensión familiar.
Hace sesenta años, un grupo de apasionados del baloncesto creó una sección dedicada a este deporte dentro del club de fútbol Vasconia. No resultaba factible pensar que aquel modesto proyecto surgido en una ciudad también de pequeña población se convertiría en una entidad de referencia dentro de la competición continental y un estandarte de su país. Precisamente, hablando de banderas y de orgullo, Josean Querejeta, su presidente, recordó que en 1976, la entidad deportiva fue la primera en portar la ikurriña en un partido, un mes antes de que Iribar y Kortabarria la mostraran en el campo de Atotxa.
Andrés Urrutia, el tercero de los reconocidos, ha reconocido que su esfuerzo y saber han estado implicados en el deseo de 'institucionalizar' el país, es decir, en el empeño por dotarlo de mimbres estables para su desarrollo. Entre otras herramientas, el bilbaíno ha mencionado su profesión notarial y el trabajo en Euskaltzaindia y la Universidad de Deusto, entre otras actividades. «Y todo desde el convencimiento de que somos eslabones de una cadena que ya no se detendrá», ha asegurado.
Para Juan Luis Lasa, el nombre y el ser de la firma que preside son la misma cosa. «Es Ternua, Terranova, tierra nueva», explica el gerente. Hacen treinta años, las posibilidades de colonización de territorios inexplorados parecía ilusoria para los promotores de una tienda de deportes de Arrasate. Hoy, sus prendas textiles han llegado al Everest. «En un sector de concentración en el que predomina el capital internacional, os aseguro que es un reto eq uiparable a escalar los 14 ochomiles sin oxigeno», ha confesado durante el discurso de aceptación del premio.
Gilles Simeoni confió en que, a través de sus ojos, su padre Edmond, pueda contemplar la ceremonia. El máximo dirigente del Consejo Ejecutivo de Córcega recuerda cómo, hace cuatro décadas, su padre le narraba su experiencia como invitado al Aberri Eguna de aquel año y él, un niño de doce años, le preguntaba si ellos podrían contemplar una celebración similar en su isla. «Me dijo que él, no, pero que yo, sí», explica. El político corso, descendiente de una familia tradicionalmente vinculada a la lucha por la autonomía, se ha destacado por su éxito electoral y un perfil ético en ese objetivo, desligado de la violencia y el clientelismo, males que han lastrado tradicionalmente el desarrollo del territorio insular.
La emoción, contenida ante los sucesivos relatos de problemas y superación, personal o colectiva, se desbordó cuando Juan María Atutxa, al final de la ceremonia, anunciaba su abandono de la Fundación Sabino Arana. El antiguo presidente del Parlamento Vasco fue breve en su alocución: «Cuando el corazón pide la palabra lo mejor es sellar los labios».
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