La consejera de Salud, Gotzone Sagardui, atiende a la prensa en Basurto. pankra nieto
Bebé secuestrado en el hospital de Basurto

«Cualquiera puede entrar al hospital a cualquier hora», lamentan los empleados

Tres vigilantes para cuatro accesos, uniformes sanitarios al alcance de la mano de un intruso y «nulo control» sobre las visitas

Viernes, 21 de octubre 2022, 01:24

«Basurto es un hospital muy diferente a cualquier otro que conozcas. Es grande, tiene un perímetro enorme porque son muchos edificios y hay recovecos. Además, dispone de cuatro accesos más o menos principales y hay otras puertas que también pueden quedar abiertas. Es fácil ... colarse, tanto de día como en horario nocturno». El que habla es un vigilante que estuvo varios meses trabajando en el centro médico bilbaíno y que cambió de destino durante la pandemia. A este profesional no le sorprende lo que pasó en la noche del miércoles.

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El rapto del pequeño Aimar ha puesto el foco sobre lo que muchos empleados venían denunciando desde hacía tiempo: «Aquí puede entrar cualquiera a cualquier hora porque el control es nulo». Incluso a la zona de Maternidad, donde «quizás haya menos gente de fuera del hospital» pero donde la ausencia de medidas para supervisar la entrada también es evidente. «Lo que vemos es que la mayoría de las veces puedes pulular libremente por los pabellones sin que nadie te pregunte a dónde vas», plantea un médico. La consejera de Salud, Gotzone Sagardui, pidió ayer disculpas y admitió deficiencias en los protocolos. La falta efectiva de identificación en los accesos no es el único fallo de seguridad detectado. Hay más, como el hecho de que hubiera uniformes almacenados «a mano» y «visibles» para cualquier persona ajena a la labor sanitaria en «varios pabellones», sobre todo en los sótanos. «Robar una bata es facilísimo; el ladrón podría hasta tomarse su tiempo para buscar su talla y probarse la prenda», asegura un celador.

Es una opinión que comparten muchos profesionales. El personal sanitario está molesto con lo sucedido. «Nosotras no estamos aquí para controlar las visitas. Esa no es nuestra función. Llevamos dos años guerreando por las visitas y el covid», advierte una enfermera veterana. El protocolo contra el virus sigue actualmente vigente e impide, en teoría, la presencia de más de un familiar en la habitación.En la práctica, esta norma no se respeta desde hace tiempo. Hay veces en las que se puede ver «hasta cuatro o cinco acompañantes».

1,7 millones de euros al año

El sindicato de seguridad CISPE aseguró ayer que hace falta más personal para poder trabajar «con ciertas garantías» en Basurto. El último contrato de vigilancia licitado por Osakidetza para el centro médico bilbaíno contempló un presupuesto de 1,7 millones de euros por año. A juicio de la central sindical, es insuficiente. «Se necesitan más recursos humanos y también más medios materiales», apuntan sus responsables. El exvigilante consultado por este periódico también tiene esta misma visión. «Cuando yo estaba, éramos cuatro o cinco compañeros por turno. Había uno que siempre estaba en Urgencias porque es un punto caliente. El problema es que muchas veces necesitaba apoyo porque, últimamente, no hay más que problemas con gente de actitud violenta, y ya te quedas con muy pocos recursos, con tres, por ejemplo». Si uno echa cuentas se percata de que, en determinados momentos, hay más puertas en Basurto que profesionales de la seguridad.

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Las mismas fuentes aseguran que el centro médico dispone de diversas cámaras y de un acceso con lector de matrículas para los coches. Cada vehículo que entra queda registrado. Pero no sucede lo mismo con las personas. «Se hace necesario colocar un sistema de identificación electrónica. No entramos en cuánta gente ni a qué horas debe entrar; eso lo deben decidir los responsables médicos o la dirección, pero sí pedimos que toda persona que acceda, quede al menos registradacon nombre y apellidos», apuntan desde CISPE. «Con medios técnicos adecuados, escanear un DNI no lleva más que unos segundos», añaden.

Antaño había un horario de visitas y un sistema de pases para las noches. Eran unas tarjetas azules con el nombre del enfermo. Se repartían dos por paciente y los familiares tenían que ir pasándoselas. A varios trabajadores se les vino ayer a la memoria este rudimentario mecanismo que dejó de usarse hace más de una década. «Igual no era la panacea, pero al menos era algo».

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