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Ángel Castiñeira (1958) es profesor titular del Departamento de Sociedad, Política y Sostenibilidad en ESADE y director de la Cátedra de Liderazgos y Gobernanza Democrática. ... Especializado en filosofía social y política, ha sido el primero de los ponentes convidados por la sociedad de revitalización urbana Bilbao Metropoli-30, formada por ayuntamientos, empresas y asociaciones, dentro de los encuentros 'Mirando al futuro', en los que expertos en diferentes temáticas instruyen a los socios sobre los retos sociales. Asegura que la Agenda 2030 impone el giro hacia la economía verde y social, otro paradigma empresarial en el que el beneficio deja de ser el único objetivo.
- ¿Por qué han de incorporar las empresas los objetivos de desarrollo sostenible de la ONU?
- La Agenda 2030 no es una iniciativa de burócratas, es un proyecto muy participativo y en el que intervinieron 30.000 personas de la sociedad civil. Hemos padecido la emergencia sanitaria, pero aún no asumimos del todo la emergencia climática. Lo que viene después de la emergencia es el colapso. Naciones Unidas es consciente de que o cumplimos todos juntos los objetivos o no llegamos. Solemos cooperar ante peligros inminentes, pero el cambio climático no es visible a corto plazo y cuando lo sea, será demasiado tarde. Si España sufre un aumento de temperatura de dos grados los próximos años, todo el sur será como el Sahara. Y la mayor producción de alimento de España está en el sur. No pensemos que con el control de los gases se va a terminar con el problema. Conservar la biodiversidad es un reto. La sexta extinción masiva de especies, más de un millón, tendrá consecuencias para la economía, la alimentación y la propia vida humana. La vida, tal y como la conocemos, podría estar en peligro.
- Dice que se avecina un 'tsunami' regulatorio.
- Los gobiernos quieren ponerse las pilas con el pacto verde europeo. Para conseguir las cero emisiones netas en 2050 hay que acelerar cambios. Y la prohibición es más efectiva a corto plazo que la concienciación. Así que llegan una serie de condicionantes para su continuidad: aquellas que no hagan ese tránsito verde y social quedarán fuera de juego, malvivirán o desaparecerán.
- ¿En qué consiste ese nuevo paradigma de las tres 'p' (prosperity, people, planet)?
- Que ya no podremos crear prosperidad, beneficio, al margen del cuidado de las personas y del planeta. Ello implica un cambio de mirada. Los directivos deberán analizar el impacto de cada decisión en los empleados, las comunidades con las que interactúan y la naturaleza. Las tres 'p' son el correctivo de un capitalismo de accionistas donde el único objetivo era maximizar el beneficio a cualquier precio.
- ¿Ya se está produciendo ese cambio o es una utopía?
- Hay bastantes empresas rezagadas, que reaccionan cuando se pone en juego su reputación. Después, el grupo mayoritario en España, las que actúan por conveniencia, porque la regulación les obliga, porque lo hace la competencia... Y un conjunto minoritario de empresas que quieren ser referentes: piensan que sus empleados y grupos de interés han de estar satisfechos, que han de generar riqueza respetando a las futuras generaciones...
- ¿Es realmente compatible la conservación del planeta con el sistema capitalista?
- Sigue siendo un dilema. No hemos podido hacer las dos cosas. Con el desarrollo económico hemos ayudado a las personas, pero hemos perjudicado al planeta. Y cuando hemos querido cuidar del planeta, hemos mermado las posibilidades de desarrollo. Hacia mitad de siglo habrá 10.000 millones de personas y habrá que garantizar también los recursos y el respeto al clima. Esto bifurca a la comunidad científica: los tecno-optimistas dicen que podría haber mecanismos en el futuro y los más pesimistas creen necesario un cambio cultural hacia el decrecimiento. Un modelo más frugal y compatible con el bienestar.
- Se refiere a los jóvenes como a las víctimas de las crisis, el nuevo 'precariado'.
- Hay una generación que estos 12 años debería haber conseguido ascender pero que ha vivido una crisis terrible que arrancó en España en 2010, una pandemia que ha supuesto un parón económico de dos años... Han sido incorporados a las empresas con condiciones salariales muy inferiores. Suelo hablar de esto con directivos y directores, de que no se puede exigir lealtad a los jóvenes contratados con sueldos basura, cuando ellos son conscientes de que sufren peores condiciones que otros. Trabajarán hasta que les surjan otras oportunidades, lo que genera desarraigo. Eso no ocurre en países como Alemania, donde patronal, partidos y sindicatos han firmado un gran contrato social solidario por la cohesión. Pero el 'precariado' ya no lo conforma un solo colectivo. Además de los jóvenes, en el 'precariado' están los mayores, la última generación de inmigrantes y las mujeres.
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