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Va a ser un salto de fe, un vuelo sin más red que la que coloquen los padres para contener la inquietud y los temores de sus hijos. Después de seis semanas de alerta sanitaria y de confinamiento, los menores -está por ver si hasta 12 o 14 años- podrán salir a la calle por un tiempo breve, acompañados por un adulto y en condiciones aún por determinar. A las muchas preguntas que se hacen los adultos en este tiempo, cuestiones sin respuesta en su mayor parte, se suman ahora unas cuantas más: ¿Cómo explicar a los niños que ahora sí podrán pisar las aceras? ¿Cómo decirles a los que tendrán que quedarse en casa mientras sus hermanos salen? ¿Acaso ya no nos aguarda el virus?
El psicólogo Juanan Tejero sostiene que la clave en esta nueva etapa es asumir el final limitado del confinamiento como «un recreo, con las restricciones físicas y temporales que tiene un recreo en la escuela. Incluso con un uniforme, que en este caso consiste en unos guantes y una mascarilla». A su juicio, es imprescindible que el niño disfrute de estas salidas, que practique las actividades que desarrolla en su casa, como correr o andar en bici.
Para este profesional del colegio vizcaíno (que ofrece un servicio de atención a través del email psikobizi.bizkaia@cop.es, el número de wasap 686202918 y ahora a través del 900103042), este recreo debe de servir para trabajar «las normas de cooperación, responsabilidad e higiene» que ya se formulan en casa.
Juanan Tejero | Psicólogo
Y no será fácil, porque, como en una tópica película de terror, el asesino anda fuera «y los niños han empezado a ver el exterior como un lugar amenazador -explica la psicóloga Maribel Gámez Cruz-. Ellos se han percatado de que están a gusto y seguros al lado de sus padres». La forma de facilitar la salida, añade, es convencer a los más pequeños de que «el adulto no ha perdido el control; porque cuanto más tranquilo esté, más lo estará el menor».
Neus Nuño, profesora del máster de Psicología Infantil y Juvenil de la Universitat Oberta de Cataluña, cree que ante esta nueva etapa encontraremos «niños con muchas ganas de salir, sobre todo los que tienen un temperamento más activo» o quienes vivan en pisos pequeños, pero también chiquillos «felices de estar con su familia y que no expresen de forma explícita la necesidad de salir de casa». Tristeza, angustia o nerviosismo pueden ser síntomas que dificulten la comprensión de la decisión de abandonar la seguridad del hogar, por lo que es «importante que entiendan por qué han cambiado sus rutinas y por qué ahora no pueden hacer cosas que antes sí hacían. Esa explicación debe adaptarse a la edad del niño y que no fomente el miedo».
Los menores, coinciden los expertos, tienen que ser conscientes de cómo será ese momento: el tiempo que estarán fuera, dónde irán, con qué podrán jugar y con qué no. «Sería conveniente que puedan escoger alguno de esos aspectos (un juguete, a qué calle les apetece ir, qué ropa o zapatos les apetece ponerse, etc). Es importante que se sientan libres para preguntar dudas y expresar sus emociones», detalla Neus Nuño.
Ante un enemigo que ni se ve ni se puede tocar, es aconsejable reiterar que «el riesgo sigue existiendo, aunque es menor, porque la situación está mejorando». Informar con claridad «de lo que se puede y de lo que no se puede hacer», de la anomalía que supone llevar guantes y una mascarilla, de las limitaciones, es la puerta que permitirá a los chiquillos cruzar con sosiego el umbral que los conduce a las calles que sólo veían a través de las ventanas.
Maribel Gámez | Psicóloga
Surgirán dos problemas inesperados. El primero, que «habrá niños que no querrán dejar su casa, como hay niños que no salen al recreo porque se sienten más seguros en el aula, cerca de su profesora», advierte Juanan Tejero. Para evitarlo es conveniente explicar que ese recreo al que aludía es «necesario y obligatorio. La salud no se limita al buen estado físico, porque no se puede disociar de la salud mental y de la salud social. Cuando tengamos más tiempo para estar en la calle les costará más».
El segundo motivo de duda es si los niños de más edad comprenderán que sus hermanos puedan salir. «No lo entenderán», asegura tajante Tejero. «Un adolescente de 17 años lo aceptará, pero será adecuada una interpretación flexible de la norma». El turno de los chicos de más edad llegará, se supone, pronto, pero la autorización para quienes se aproximan a la adolescencia tendrá también su complejidad, pues «necesitan más que nadie ver a su círculo de amigos», concluye Nuño.
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