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Parece absurdo pensar que los aficionados al rugby tienen que ser necesariamente gente grande. Los seguidores del baloncesto no miden dos metros. Y los forofos del fútbol no se depilan por fuerza el cuerpo, ni se tatúan, ni se hacen las cejas, ni se tiñen ... el pelo, ni se encargan los peinados en estudios de arquitectura… ¿Por qué los fans del rugby iban a tener entonces que parecerse a los jugadores de rugby? Menuda estupidez. Bueno, pues se parecen. Es lo primero que aprendí ayer en este cursillo apresurado de rugby al máximo nivel que suponen las finales de la Challenge Cup y la Champions Cup en San Mamés.
Lección uno: todos los fans del rugby tienen aspecto de jugador de rugby. Ellos y ellas. Puede que de jugador retirado, de jugador juvenil, de jugador en baja forma o de jugador aficionado. Pero de jugador. Eso implica una cantidad de presencia física fuera de lo normal. No tiene que ver solo con kilos o centímetros. Hay algo más, un intangible. En los toros se llama trapío. A saber cómo se dice en Gales.
Son tan grandes los aficionados al rugby que ayer pensé que no entrábamos todos en la ciudad. Y eso que ayer todavía faltaban por llegar bastantes, no sé, 99.000. Sin embargo ya se veían pequeños grupos de 'supporters', sobre todo en las inmediaciones de San Mamés y en las terrazas del último tramo de la Gran Vía. Disfrutaban de los rayos de sol mientras a su alrededor la ciudad ultimaba detalles. Se terminaba de probar sonido en la Fan Zone del Arenal, remataba su txosna en el parque el Universitario Bilbao Rugby, los camiones de reparto surtían con urgencia a bares que ya presagiaban el zafarrancho, con barras extras, carteles con precios manuscritos y montañas de bocadillos.
La segunda lección que aprendí ayer es que al final va a ser más sencillo reconocer a los aficionados extranjeros por sus acentos que por sus colores. Y eso que en el escaparate de Arrese han puesto unas fotos grandes de los equipos, cada cual con su nombre. Pero es que tres de los cuatro equipos van de azul. Y el que queda va de rojo y blanco, como los del Universitario Bilbao Rugby y los de Txomin Barullo.
Creo que voy a dejar aquí una guía de acentos en plan servicio público. Los ingleses entonan más o menos como en las series de la tele, mientras que los irlandeses lo hacen como si triturasen el idioma mientras cantan contentos por algo que acaban de ver. Nos quedan los galeses y los franceses. De estos dos, los que hablan algo más parecido al inglés son los franceses. Los galeses, eso sí, son más simpáticos. Y entonan como desinflándose. Ayer había un grupo numeroso de aficionados del Cardiff en una terraza de Alameda de Urquijo. Como la especie humana se adapta a todo, y por aquí observamos la costumbre de servir la cerveza en vasos que no son de 56 centilitros, aquella gente grande se acercaba a la barra y pedía su cerveza separando mucho las manos y diciendo una sola palabra en español, quizá la única que conocen, pero también una imprescindible, casi mágica: «grande».
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