La primera app para chatear en un avión es de Bilbao
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El vizcaíno Iñigo Merino y su socio catalán crean Wingle para que los pasajeros de un vuelo puedan hablar entre ellosPor Bluetooth ·
El vizcaíno Iñigo Merino y su socio catalán crean Wingle para que los pasajeros de un vuelo puedan hablar entre ellosEn las películas y las novelas, a mucha gente le ocurren cosas maravillosas en los vuelos: allá arriba, en ese tiempo suspendido que separa despegue y aterrizaje, conocen a gente fascinante y mantienen conversaciones que les marcan para el resto de su viaje y de ... su vida. En la realidad, en fin, solemos estar impacientes por que todo acabe cuanto antes y nuestros vecinos de asiento solo nos inspiran un deseo: el de perderlos de vista. El bilbaíno Íñigo Merino era muy consciente de esto, porque vivía en Dubái, donde trabajaba en una consultoría estratégica, y le tocaba pasar mucho tiempo en el aire: «Yo hablo hasta con las piedras, pero me daba pena que la conversación estuviese limitada al de al lado, cuando a lo mejor diez filas más atrás podía haber alguien interesantísimo. La cabeza me hizo clic y me di cuenta de que ese tiempo muerto se podía aprovechar de muchas más maneras que viendo una peli».
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Aquel clic fue el germen de Wingle, la app que Íñigo y su socio catalán, Pol Quintana, han lanzado este verano con el propósito de que «volar vuelva a ser divertido» y recupere cierto sentido de «aventura». Es una idea que tiene esa brillantez de lo sencillo: puesto que los pasajeros de un vuelo ya forman una especie de comunidad forzosa, cautivos como están dentro de la aeronave, ¿por qué no propiciar que establezcan lazos entre ellos? Para usar Wingle basta con tener activado el Bluetooth y el wifi en el móvil, sin necesidad de conectarse a ninguna red, de manera que puede utilizarse en cualquier aerolínea, y la aplicación nos muestra los otros viajeros que también la están utilizando. «Por temas de privacidad y para que no se generen situaciones incómodas, no se ve exactamente dónde está la otra persona, solo la zona. Y hay que pedir permiso para ver su foto: no queremos que se convierta en un mercadeo», puntualiza el bilbaíno.
Porque, claro, no se trata de una app de citas, aunque... «Sí, lo primero en lo que pensamos todos es eso, en ligar en el avión. ¡No lo vamos a negar! Pero existen muchas otras posibilidades», se ríe Íñigo. Y empieza a enumerar. Están, para empezar, las cuadrillas de amigos que viajan juntos pero se sientan separados, que así pueden continuar su charla a distancia. Pero la esencia es la posibilidad de tener acceso a desconocidos que también desean comunicarse: eso puede permitir, por ejemplo, que compartamos intereses e incluso planes con otros turistas, o que residentes de nuestro lugar de destino (los que vuelven cuando nosotros vamos) nos recomienden restaurantes o lugares atractivos, nos solucionen dudas o incluso ejerzan de guías en algún tramo de nuestra estancia. «Hay gente que viaja sola, aunque en España a lo mejor no estemos muy acostumbrados, y puede conectar con otros para descubrir el destino juntos. También hay muchas personas que, por negocios, tienen que quedarse de lunes a jueves en una ciudad donde no conocen a nadie, y así pueden establecer vínculos», sugiere Íñigo.
Evidentemente, Wingle -disponible tanto para iPhone como para Android- es una de esas aplicaciones que necesitan una cierta masa de usuarios para adquirir pleno sentido. Sus promotores se declaran muy contentos de lo que podríamos llamar su despegue: en las primeras tres semanas, se la han descargado más de cuatro mil usuarios, sobre todo en España, Italia, Francia y el Reino Unido. Ya ha habido casi cuatrocientos vuelos en los que han coincidido más de tres usuarios de la app y, en cincuenta, la cifra superaba la media docena.
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Los dos emprendedores han dejado sus empleos -el bilbaíno, a cargo de la estrategia de un grupo hotelero, y el catalán, en una plataforma tecnológica- y se han lanzado a esta audaz apuesta vital. «Es como saltar de cabeza a una piscina sin estar seguro de cuánta agua hay», admite Íñigo, cuyo sueño sería que empezásemos a ver ese rato que pasamos en el avión como un privilegio y no como un engorro: «Son horas sin estímulos externos, algo cada vez más infrecuente en nuestro día a día: en ese tiempo de calidad podemos enfocar toda nuestra atención en conversar con otras personas».
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