De poteo antes de Nochebuena con mascarilla obligatoria en la calle: «Es lo que hay»

«No me parece muy eficaz porque las calles son lugares ventilados, pero si hago deporte con mis amigos o vamos a cenar por ahí, no tenemos que usarla y riesgo sigue habiendo», resume Javier Zumarraga. Este joven reflexiona sobre la obligatoriedad de la mascarilla y sus «contradicciones» y considera que la norma se ha establecido «para que no olvidemos que sigue habiendo peligro, como un efecto psicológico para que sigamos atentos», apunta.

Hace seis meses que la prenda sanitaria dejaba de ser de uso prescriptivo en las calles. Las cifras de contagios y el avance imparable de la variante ómicron las han devuelto a nuestro día a día. Eso sí, con excepciones.

«Cuando estoy por el monte no la uso, porque no hay gente a mi alrededor, igual que si voy andando por la calle solo me la bajo y la subo si viene gente», afirma Gorka Monedero. Este vecino de la villa asegura que la nueva medida no le molesta, porque «ya la usaba antes de esto cuando estaba en zonas con mucha gente, así que no me cuesta mucho».

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Mismo sentir expresa Haizea Medino: «No me la he quitado en toda la pandemia, prácticamente», sentencia. Ve esta medida como «precaución para todos» y asume que «al final, te acostumbras».