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Antes de Navidad se terminó la urbanización de la punta norte de Zorrozaurre. Todo estaba listo para abrir la zona, los más de 1.500 ... metros lineales de calles y aceras, tanto para el tráfico como para el paseo. También se preveía dar acceso a este entorno por el puente de San Ignacio. En aquel momento, a finales de diciembre, la intención de la comisión gestora era estrenar este nuevo pedazo de Bilbao lo antes posible. Y, como tarde, el 5 de enero. El razonamiento era el siguiente: una vez terminada la obra, listo el entorno, lo bueno era ponerlo todo en manos de la ciudadanía. Que la gente lo pudiese utilizar y disfrutar para sus paseos o para lo que fuese.
El asunto tenía también un lado práctico porque la puesta en servicio del puente de San Ignacio supone tener a disposición otro punto de acceso a la isla de Zorrozaurre, ya que ahora sólo se puede entrar por el de Frank Gehry. Disponer de una alternativa era interesante, además, porque los camiones que ahora siguen acudiendo a los pabellones donde sobrevive actividad industrial podrían hacerlo desde San Ignacio, sin necesidad de dar toda la vuelta por Deusto y sin circular frente a las casas de los vecinos que viven en la Ribera, la calle donde residen más personas en la isla.
Pues más de un mes después de aquella declaración de intenciones todo sigue cerrado. No se ha abierto la punta norte de la isla ni al tráfico ni a los peatones. Es cierto que no son pocas las personas que acceden a las calles flamantes de un modo informal por los mismos accesos violados que suelen utilizar quienes viven okupando pabellones abandonados en la zona. Aunque también lo es que se ha incrementado el nivel de dificultad para entrar 'ilegalmente' instalando más vallas.
¿Qué está ocurriendo? Que una cosa es la lógica mundana que llama a abrir una obra terminada, y otra muy distinta las servidumbres burocráticas y los tiempos de los responsables públicos. Desde el Ayuntamiento explican que la obra aún está sin recepcionar oficialmente porque hay que comprobar que, siendo un espacio público, la ejecución es conforme a los requerimiento legales.
De ese modo, explican los mismos medios, la Junta de Concertación «tiene que presentar la documentación fin de obra», donde se explique de qué manera se han ejecutado los distintos servicios públicos: «Alumbrado, jardinería, saneamiento...» Los técnicos municipales han de «analizar la documentación» para cercionarse de que «todo se ajusta a lo previsto», tanto en el papel como en el mundo físico. Solo cuando se han producido estas comprobaciones «se hace el informe de conformidad» o, en su caso, se requieren las «subsanaciones» que sean necesarias. Terminado el proceso, las calles pasan a ser dominio público municipal. Y con todas las bendiciones, se procede a la apertura. «Es así en todas las obras de terceros, ya sean públicas o privadas», explican.
Lo que todo esto supone en la práctica es que ha habido que enviar a diferentes áreas del Ayuntamiento gruesos tomos de documentación que han de ser analizados por funcionarios de diversos departamentos. El momento en el que todo esté certificado nadie se atreve a aventurarlo. Mientras, la obra -aceras y asfalto- sigue terminada pero cerrada a la gente.
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