![«Hay un porcentaje significativo de jóvenes que ven esto de la igualdad como un ataque a sus privilegios»](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2024/11/08/Imagen%20(99663108)-kylF-U2201767827054jaD-1200x840@El%20Correo.jpg)
![«Hay un porcentaje significativo de jóvenes que ven esto de la igualdad como un ataque a sus privilegios»](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2024/11/08/Imagen%20(99663108)-kylF-U2201767827054jaD-1200x840@El%20Correo.jpg)
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Manuel Lezertua está en la recta final de su segundo y último mandato al frente del Ararteko. Ser el defensor del pueblo en Euskadi durante casi una década le permite conocer en profundidad los principales problemas de los vascos. Y constatar su «visión negativa» sobre las administraciones. No ayuda tampoco a mejorar la percepción de las instituciones la «falta de previsión» que se está viendo estos días en Valencia, que es «congénita».
– Por actualidad, toca hablar de Valencia, y de cómo lanzan las instituciones balones fuera.
– Lo que más me preocupa es la impresión que tenemos de falta de coordinación.
– Hay falta de coordinación, pero también escasea la asunción de responsabilidades.
– Aquí hay un problema de fondo: la dificultad para que asumamos todos las consecuencias del cambio climático. Danas ha habido siempre en la costa mediterránea, pero a medida que se calienta el planeta son fenómenos de un impacto mucho mayor. Y hay un aspecto que es la dificultad para prevenir. Tenemos una cultura de reacción rápida, de generosidad, pero también tenemos una falta de previsión congénita.
– ¿Lo difícil es prevenir o creerse lo que nos dicen los datos? Había una alerta roja y antecedentes para creérsela.
– Son las dos cosas. Y está el déficit de infraestructuras. Había obras que estaban previstas desde hace muchos años que no se han hecho, porque cuando desaparece la urgencia, las prioridades cambian. Es más bonito anunciar planes de construcción de cosas que se van a ver que limpiar cauces, hacer obras hidráulicas, que se ven poco pero que son decisivas. Además, a la gente no le da la gana cambiar su forma de vida, dejar de ir en coche a donde quiere... Hay negacionismo del cambio climático.
– Las propias instituciones incumplen la ley al no delimitar zonas de bajas emisiones.
– Es así. En Euskadi llevamos dos años de retraso. Solo Bilbao lo ha hecho, y no en los plazos legales.
– ¿Cómo afecta a la sociedad que las administraciones se salten las normas?
– Induce a la falta de confianza, de credibilidad y de respeto hacia las instituciones.
– Y a un «sentimiento creciente de mala administración sistémica». Esa es una de las conclusiones de las jornadas de defensores del pueblo que celebraron la semana pasada en Vitoria.
– Es que los defensores recibimos continuamente las quejas de la ciudadanía. El Ararteko tuvo el año pasado unas 14.000 intervenciones, y este año vamos a tener más. No digo que en todos los casos haya una mala actuación de la administración, pero estamos detectando todos los días esa visión negativa, desesperanzada, de lo que se puede esperar de las administraciones, que incumplen los plazos sistemáticamente, que omiten responder, que omiten dar acceso a documentos a los que deberían dar acceso...
– Los ciudadanos se quejan también de la burocracia.
– Hay que retomar el concepto de servicio público. Eso implica que la administración sea capaz de ponerse en el lugar de la persona que acude con unos conocimientos limitados del derecho o de los procedimientos administrativos, y que va allí y que se encuentra, por ejemplo, con obligaciones abusivas de cita previa, con teléfonos que no se responden, con programas inaccesibles...
– Los trámites digitales, a veces, no son nada intuitivos.
– Todos conocemos gente que nos pide ayuda para hacerlos. Y hay una falta de perdón del error digital, falta de compasión. Nos hemos encontrado con gente que presenta su documentación en el registro general por vía informática y le dicen que había que ir a una página especial, que no valía por la general, y entonces se quedan fuera de un concurso, de una subvención.
– ¿Existe una barrera?
– Sí. Los funcionarios están detrás de una pantalla y se pierde el factor humano. No ven las lágrimas de quien pide algo, no ven la rabia de un ciudadano al que no se le ha hecho caso; ven una cosa escrita. La Administración dispone también de privilegios, como la ejecutoriedad de los actos administrativos. Aunque tú impugnes un acto, muchas veces, se supone que por el interés general, siguen adelante con ello, y luego ya se verá si tenías tú razón o no.
– El ciudadano en esos casos tiende a pensar mal, sobre todo si un tribunal le da la razón después.
– Vivimos en un país donde la suspicacia con lo público es enorme. Y está la falta de ejemplaridad de la administración. En algunos casos parece que la norma se aplica de una manera más estricta a algunos y con una cierta flexibilidad y comprensión al que tiene resortes de poder. Hay que hacer pedagogía de la ética pública, que cuando alguien la hace, que se le sancione debidamente.
– El Ararteko no tiene capacidad para sancionar. ¿Debería?
– Nosotros pensamos que es una magistratura de persuasión, que tiene que convencer de lo correcto por su neutralidad, por su independencia. Y si sanciona el Ararteko a una administración por no cooperar, al final eso lo va a pagar el presupuesto público, el ciudadano.
– Pero para que los ayuntamientos le contesten ha tenido que amenazar a varios en los últimos años con denunciarles penalmente.
– Y el día antes de ir a la Fiscalía habían contestado todos. Quiero llamar la atención también sobre que el Ararteko, que en febrero cumple cuarenta años, es la única institución que no se ha reformado nunca. Hemos hecho una propuesta de reforma en la que insistimos en que hay que establecer mecanismos antes de llegar a la vía penal, como la sanción pública, en los medios de comunicación.
– ¿Por qué reciben más quejas en los últimos años?
– Los vascos somos muy conscientes de nuestros derechos, y si tenemos una vía para reivindicarlos, pues la utilizamos, y el Ararteko es una vía de acceso fácil, sin gastos y que, después de cuarenta años, tiene credibilidad.
– ¿En qué ámbitos es en los que más crecen?
– Sobre todo sanidad. Hemos tenido muchos años en los que eran mayoría las quejas sobre RGI, PCV, AES... Me he reunido con el consejero de Salud y hemos discutido largamente sobre los casos que estamos recibiendo, que son muy variopintos, pero que son muchos e implican sufrimiento a las personas. Hablamos de una prótesis que no acaban de poner, unos diagnósticos que inquietan y que no se hacen las pruebas, las esperas por las ambulancias... Teníamos una imagen del Servicio Vasco de Salud como un servicio ejemplar, y hay un decalaje entre lo que la gente percibía y las dificultades que percibe ahora.
– ¿Cómo se puede revertir esa crisis de confianza en Osakidetza?
– Hay medidas coyunturales que están poniéndose en marcha. Tengo que decir, en honor a la verdad, que el consejero nos transmitió que están tomando medidas inmediatas. Le vi una voluntad y un conocimiento de los problemas muy detallado.
– Otro de los retos es la inmigración. Usted ha tirado de las orejas a algún centro por separar alumnos en función de la lengua materna.
– Va más allá de lo de la lengua. A los niños autóctonos los mandan a determinados centros, concertados en su mayoría, y a los que llegan a lo largo del año, los de la matrícula viva, en algunos lugares hemos comprobado que se van todos a la escuela pública.Esa segregación que es nefasta para la cohesión social.
– La seguridad es una de las principales preocupaciones de los vascos. ¿Cómo la percibe usted?
– No soy partidario del buenismo; la impunidad es corrosiva del tejido social. Si tú ves que el que la hace no la paga, eso desmembra una sociedad. La seguridad tiene que funcionar. Eso no quiere decir que tengamos que hacernos eco de actitudes o de denuncias populistas. A veces lo que trae delincuencia también es la pobreza, la marginación. Entonces, yo sí creo que hay que ser muy ejemplares. La policía tiene que funcionar muy bien para reprimir estos comportamientos antisociales. Y también está la cuestión que a veces tiene que ver con la lentitud de la respuesta judicial. Una justicia tardía al final no es justicia, porque la gente no lo percibe como tal.
– Recientemente presentó un estudio sobre jóvenes y machismo en el que se ponía de manifiesto que algunos se sienten «víctimas del feminismo».
– Hemos constatado en este estudio, muy trabajado y muy detallado, que los discursos por la igualdad a veces no han estado suficientemente accesibles, dirigidos suficientemente a quien tiene que integrarlos en su comportamiento y en su manera de pensar.
– Después de tantos años de trabajo a favor de la igualdad, es algo muy grave.
– Sí. Hay un porcentaje demasiado significativo de jóvenes que ven esto de la igualdad como un ataque a sus privilegios. Teníamos un resultado que decía que la conciencia de que la violencia machista es un problema serio de sociedad está en los jóvenes también. Sin embargo, la diferencia entre chicas y chicos es brutal.
– ¿Qué ha fallado?
– Lo que decimos es que hay que modular la manera de vehicular los discursos y que se utilicen vías que son las que llegan a los jóvenes. Por ejemplo, las redes sociales no se han utilizado lo suficiente, y constatamos la falta de formación de personas que puedan tener influencia en lo que ven los jóvenes. Hay que buscar mecanismos de acceso a esos destinatarios sin hacer discursos que suenan, a veces, un poco como prédica al vacío.
– En algunos foros hablan, para referirse a los mensajes igualitarios, de «adoctrinamiento».
– Sí, y esa reacción negativa es preocupante. Hay que acertar en el objetivo, no hacer una planificación de las actividades formativas que no tenga en cuenta suficientemente cuáles son los destinatarios y cómo llegar a ellos. Y no se está llegando a los referentes.
– Puede que algunos de sus referentes también piensen así, que estemos exigiendo a los jóvenes una visión de la sociedad que muchos adultos no tienen.
– Hay sectores de la población que son negacionistas de la desigualdad, no quieren ver que hay un trato desigual y que eso genera disfunciones, malestar y problemas sociales. Pero esas personas no deberían ser formadoras, ni tampoco influencers.
– Pero pueden ser padres o profesores.
– La educación en casa es muy importante hasta los 12 años. A partir de la adolescencia, lo que constata el informe es que buscan referentes sobre todo en internet.
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