Los hermanos Helene y Paulo Alberdi, familiares de Sololuze. F. M.

«No se hace lo suficiente para rescatar los cuerpos del vertedero y acabar con esta agonía»

Helene Alberdi, sobrina de uno de los sepultados en la escombrera, muestra la indignación de las familias y urge medios para acelerar el rescate y «acabar con esta agonía»

Domingo, 9 de febrero 2020

«Es muy duro para la familia pensar que están ahí sepultados debajo de toda esa basura. Solo queremos que saquen los cuerpos ya y acabe esta agonía», pedía ayer Helene Alberdi, la sobrina de Alberto Sololuze, uno de los operarios atrapados en el desprendimiento ... del vertedero de Zaldibar. Explicaba que su madre y su prima –hermana e hija de este trabajador eibartarra de 62 años– se acercaron a mediodía de ayer a la zona en la que ocurrió la avalancha de rocas y residuos para comprobar cómo transcurrían las labores de rescate y «se les cayó el alma a los pies al ver que no se estaba trabajando», que «no hay medios suficientes», ni se cuenta «con la maquinaria necesaria» para localizar a las dos víctimas. «La pena ha dado paso a la rabia y la impotencia que sentimos», se lamentaba.

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Los familiares de los dos desaparecidos –el otro es Joaquín Beltrán, vecino de Zalla, de 51 años– se entrevistaron ayer con técnicos y responsables del Departamento de Medio Ambiente y Seguridad del Gobierno vasco, que les informaron de las labores que se están haciendo y los planes previstos. «Pero mi madre vio con sus propios ojos que no hay ningún avance. Estuvo dos horas allí, no había nadie trabajando y solo cuentan con una máquina pequeña, ridícula para el volumen de escombros que hay que retirar», añadía indignada.

De hecho se vivieron unos momentos de tensión ayer en la 'zona cero' de la avalancha de escombros cuando los familiares exigieron a los responsables del Gobierno vasco que pusieran más trabajadores y excavadoras para acelerar las tareas de búsqueda. «Mi madre se puso muy nerviosa pero es que vio que 72 horas después del derrumbamiento todo seguía igual», manifestaba Helene. «No hay voluntad de encontrar a nuestros familiares. Esto es una auténtica vergüenza», decía. «Pensamos que si no aparecemos públicamente para denunciar la situación no van a retomar los trabajos con fundamento», explicaba la joven, nacida en Bilbao pero residente en Zumaia.

Los familiares han reclamado al Gobierno vasco que «no escatimen medios», que desplacen hasta el vertedero un mayor número de máquinas, excavadoras y operarios para acelerar los trabajos porque temen que el rescate de los cadáveres se prolongue durante un largo período del tiempo. «Las autoridades hablan ya de que pueden pasar meses hasta que rescaten los cadáveres. No podríamos soportarlo», comentaba impotente la joven. Los familiares reiteran que solo quieren que saquen los cuerpos para cerrar esta situación tan angustiosa y que después «ya se hablará de culpables».

Reunión con el consejero

La sucesión de los hechos les demuestra día tras día que se han producido irregularidades que se «deberán aclarar». «Se produce el derrumbe, inician el rescate y la limpieza de la carretera, pero una vez se recupera la circulación todas las tareas se paran. Después se produce un incendio del vertedero del que nadie informa y se suspende el rescate por riesgo de desprendimientos... todo resulta muy sospechoso», se planteaba ayer Helene.

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La joven se queja también de la falta de comunicación de las autoridades en estos cuatro días. «Nadie ha llamado para informarnos desde que se produjo el derrumbe. Mi madre ha tenido que pedir entrevistarse con los responsables institucionales». Hoy le recibirá el alcalde de Eibar y el consejero de Vivienda y Medio Ambiente, Iñaki Arriola, vecino de esa localidad. «No vamos a parar hasta que saquen el cuerpo de nuestro tío de allí y después seguiremos luchando hasta que se aclare lo que ocurrió», subrayó en conversación con este periódico.

Alberto Sololuze es natural de Eibar, aunque su lugar de residencia está en Markina. En las últimas semanas, según su sobrina, había comenzado a mostrar su preocupación por el estado del vertedero, en el que había encontrado ya grietas que anticipaban algo grave. «Le había dicho a mi tía que podía producirse un derrumbe, que el terreno estaba en malas condiciones y que había más residuos de los permitidos», aseguró la joven.

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