'La Tigresa', a la salida de prisión.

'La Tigresa' se aísla en un chalé de Rentería tras 23 años en prisión

La exetarra, condenada por 23 asesinatos, salió de la cárcel rodeada por un círculo de familiares y obsesionada por ocultar su imagen

óscar b. de otálora

Miércoles, 14 de junio 2017, 02:09

Idoia López Riaño, 'La Tigresa', abandonó ayer la prisión alavesa de Zaballa con la intención de convertirse en invisible. La ex presa de ETA, quien fue condenada a más de quinientos años de prisión por 23 asesinatos de los que ha cumplido 23 años, dejó ... la cárcel protegida por un paraguas con el que se cubrió la cara para no ser reconocida, ataviada con una gorra y gafas de sol y realizando cambios de vehículos casi en marcha -se pasó de una furgoneta a una moto en una curva- para evitar ser perseguida por los medios. Además, se rodeó de una 'guardia de corps' de familiares que buscaban que la imagen de una de las mujeres más sanguinarias de la banda terrorista pasara desapercibida. Al mediodía se había aislado en un chalé de Rentería, su localidad natal.

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Aunque ha pedido perdón por sus crímenes y la propia ETA le ha expulsado de la organización, esa obsesión por que su fotografía se borre de la actualidad revela el temor de López Riaño, de 53 años, a que se la vuelva a relacionar con un pasado por el que fue temida en toda España. Un pasado en el que su pelo rizado y sus ojos verdes amenazaban desde los informativos de televisión y los carteles de alerta de las comisarías de todo el país.

'La Tigresa', el apodo por el que le conocían las Fuerzas de Seguridad del Estado, salió a mediodía del centro penitenciario con un gran carro amarillo en el que transportaba sus pertenencias y varias bolsas. Vestía unos pantalones negros y una cazadora rojo chillón, y calzaba unas botas oscuras. Antes de ser flanqueada por su círculo de familiares, se mostraba sonriente y no se cubría su inconfundible pelo oscuro.

Cristales tintados

En el aparcamiento de la cárcel -una zona de seguridad a la que sólo pueden acceder los allegados de los reclusos y las visitas- le esperaban sus primos y su pareja, el antiguo miembro de ETA Joseba Arizmendi Ohiartzabal, de 46 años, quien fue condenado por dos asesinatos cometidos en la década de los 90. Cumplió 23 en prisión y allí conoció a López Riaño, con la que inició una relación sentimental. Ella había estado casada previamente con el también etarra Ramón Rojo, del que se separó. 'La Tigresa' y Arizmendi decidieron abandonar al mismo tiempo la disciplina de la organización terrorista, cuya cúpula anunció su expulsión en el mismo comunicado.

El novio de Riaño salió de prisión hace cuatro años y desde entonces se ha ocupado personalmente de gestionar la situación de su pareja. Ayer se acercó a Zaballa en una moto roja de gran cilindrada. El resto de familiares acudió en una furgoneta 'Citroën' gris con los cristales tintados y en otros dos vehículos. Habían viajado al centro penitenciario la noche anterior y durmieron en un hotel de Vitoria en previsión de que la puesta en libertad de 'La Tigresa' se adelantase. No fue así y se pasaron casi toda la mañana de ayer en el estacionamiento de la prisión, donde buscaron una sombra para protegerse del sol que fundía el asfalto. Fumaban para tratar de calmar los nervios.

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«No creo que Idoia venga por el barrio»

  • POR elisa lópez

  • Ni rastro de 'La Tigresa'. Rentería amaneció como un martes de junio cualquiera. En la parte alta de la villa se encuentra el barrio de Galtzaraborda, en una de cuyas calles crearon su hogar los padres de Idoia López Riaño nada más llegar de Salamanca en busca de una vida mejor. Y ayer, algunos rumores apuntaban a que tras abandonar Zaballa, la exetarra tomaría rumbo a esa casa familiar. Pero no fue así.

  • «No creo que Idoia venga por el barrio. Parece que su novio fue a buscarla a la salida de la prisión y, de ahí, vete tú a saber a dónde se dirigieron», cuenta una vecina de toda la vida. Porque el barrio donde pasó su infancia es uno de esos lugares donde todo el mundo se conoce. Un lugar que empezó a poblarse durante el boom de los años 60 y 70, con un crecimiento industrial que atrajo la emigración. Y los hijos de aquellos emigrantes están hoy integrados en la vida del pueblo. Incluso muchos de ellos radicalizaron sus posturas políticas, como le ocurrió a Idoia. En aquellos años de instituto empezó a frecuentar los bares más típicos de la Parte Vieja donostiarra. Su hermana, sin embargo, nunca se acercó a los ambientes abertzales, y hoy vive en Andorra con sus hijas.

  • Son las nueve de la mañana y hace un día espléndido. Empieza el bullicio en la calle donde se crió 'La Tigresa'. Abren la farmacia y llegan los camiones a descargar en ultramarinos y bares. «Idoia era una niña simpática, solía jugar con mis hijas. Con una de ellas incluso todavía se cartea», relata otro vecino y amigo de la familia. Cuenta que en el barrio siempre han estado «muy integrados» y que nunca nadie les ha hecho el vacío por que su hija fuera «una etarra». «¿Qué culpa tienen? Bastante han padecido».

  • Otra conocida reconoce que «sí han sufrido rechazo, pero en sus pueblos de origen, en Salamanca y Cáceres. Ahí han tenido que soportar insultos y malas caras». En la panadería, otra vecina asegura que la ex presa pasó dos de sus permisos penitenciarios en casa. «Estuvo aquí, pero no salió a la calle. Los que quisieron subieron a verle». Ella se mantuvo oculta». Ante la expectación mediática que despertaba la puesta en libertad de la exetarra, sus padres decidieron salir apresuradamente de su domicilio y alojarse por unas horas o quizá por unos días en casa de un familiar, que vive unas calles más abajo.

Cuando la ex presa se reunió con sus allegados, a unos metros de la garita de la Ertzaintza, apenas hubo gestos de alegría. Ella sonreía, pero no hubo abrazos ni apretones de manos. Uno de los familiares desplegó un paraguas para evitar que los fotógrafos pudieran obtener imágenes del rostro de López Riaño. Otro le entregó una gorra negra y unas gafas de sol que ella se apresuró a colocarse. En la mano derecha llevaba el bolígrafo azul con el que acababa de firmar todos los documentos que certificaban que su libertad era ya definitiva.

Los varones de la familia se situaron a su alrededor y la acompañaron hasta la furgoneta. Allí cargaron sus pertenencias y charlaron con ella unos minutos. Luego cerraron el portón del vehículo para que pudiera cambiarse de ropa y partieron en una comitiva que avanzaba lentamente entre las sinuosas curvas que conducen a la cárcel de Zaballa. En una de ellas, 'La Tigresa' se apeó del automóvil -vestida ahora con una cazadora oscura y un casco negro- y subió a la moto de su novio. Habían tapado la matrícula de la furgoneta con un trapo. En la siguiente curva, la pareja dejó que sus familiares les adelantasen con el vehículo para colocarse delante de los fotógrafos que aguardaban en la carretera de acceso a la prisión e impedir así que obtuvieran imágenes nítidas de ella. López Riaño y Arizmendi aceleraron y su moto se perdió en la A-1 en dirección a Gipuzkoa.

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Vuelta al origen

Según fuentes próximas a López Riaño, la ex etarra pretende ahora rehacer su vida y teme que sea imposible si se le sigue relacionando de forma permanente con los 23 asesinatos que cometió y con su militancia en el sanguinario 'comando Madrid'. En prisión ha sido cuidadora de perros, ha atendido a enfermos terminales, ha trabajado de camarera, se ha sacado el carné de conducir y ha escrito una carta en la que lamentaba su pasado etarra, texto que para los familiares de sus víctimas es en todo caso insuficiente.

El viaje en motocicleta de los dos ex reclusos de ETA concluyó a media tarde en una casa de campo próxima a la localidad de Rentería en la que López Riaño pretende aislarse tras su salida de prisión. Su ruta fue como una vuelta a los orígenes. Una joven López Riaño se convirtió en 'La Tigresa' en su pueblo natal, donde, según escribió, «los que me captaron supieron enseguida cómo hacerme elegir (...) Estúpidamente me dejé llevar y así de dolorosamente sigo sintiéndolo en cada poro de mi piel». En Rentería fue donde esta antigua integrante de la banda terrorista, hija de emigrantes salmantinos, comenzó a matar en los años 90 «para salvar a un pueblo». Ahora, con 23 asesinatos a sus espaldas, intenta salvarse de sí misma.

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