En cuanto se conoció la existencia de dos candidaturas a la dirección del PP en Bizkaia en su proceso congresual, Alfonso Alonso consideró que se trataba de una «mala noticia». Prefería que las dos aspirantes a sustituir a Antón Damborenea, tanto Nerea Llanos como Raquel ... González, llegasen a un acuerdo, se fundiesen en una sola lista, compartieran las responsabilidades al cincuenta por ciento y aquí paz y después gloria. Pero no dejó de ser una nota desafinada en un concierto cuyas voces discordantes, en el territorio de mayor número de afiliados e indisimuladas disputas, se habían hecho oír poco a poco desde que el anterior presidente territorial ganara su último congreso con el 30% de las papeletas en blanco.
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Parece comprensible que después del proceso traumático que han vivido los socialistas en sus primarias, algunos dirigentes populares sientan miedo ante la novedad. Porque el PP no tiene cultura de primarias. Pero las defiende. Con la boca pequeña y porque no le queda más remedio ante una reclamación social. Las defiende. Y allí donde las han podido celebrar con cierto relumbrón como en la Comunidad de Madrid les ha servido para utilizarlo de referente de transparencia con la máxima aceptada de la validez de 'una persona, un voto'. Por lo tanto, si son consecuentes en el PP vasco, ni a Alfonso Alonso le puede parecer un contratiempo que lleguen las dos listas, con empate en avales por cierto, al congreso que se celebrará mañana en Bilbao, ni tiene por qué tomarse esta circunstancia como imagen de ruptura, ni tiene por qué sentir cuestionado su liderazgo, tan asentado después del congreso regional en el que resultó elegido con la aceptación del 95% de apoyos, nada menos.
Pero las peleas políticas van por barrios, y la batalla de Bizkaia tiene poso desde que se fue Antonio Basagoiti. Más que diferencias ideológicas, han ido brotando diferencias personales y distintas formas de ver cómo debe organizarse un territorio en el que van acusando una fuga de votos sin que sus dirigentes sean capaces de reaccionar ni de incorporar savia nueva al partido. Nerea Llanos, 'número dos' en tiempos de Arantza Quiroga, representa la línea continuista del PP. Pero en los últimos días se han producido una serie de movimientos favorables a su oponente que le han hecho ponerse en guardia, no fiarse de la mitad de la cuadrilla y descartar la posibilidad de pactar con su rival un equipo conjunto de dirección para la próxima etapa.
Raquel González, concejal de Getxo, es más inexperta que Nerea Llanos pero se presenta con un cartel de apoyos que ha descolocado a buena parte de los observadores. Ya no por Carlos Iturgaiz, Marisa Arrúe o Esther Martínez, sino por el apoyo público de Iñaki Oyarzábal, candidato a la reelección como presidente de Álava. Al equipo de Nerea Llanos le ha parecido una injerencia. Otros piensan que donde está Oyarzábal está la sombra proyectada de Alfonso Alonso. Y que en esta maniobra hay truco.
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Sea como fuere, la apuesta por la renovación, que ya inició el presidente del PP vasco al incorporar a Amaya Fernández como secretaria general, es muy decidida. Raquel González reclama reacción ante el descenso de votos. Quiere más apertura y una agenda social más directa. Y toma como referencia a Javier Maroto. Así las cosas, es normal que existan dos listas. ¡Qué menos para quienes defienden las primarias! Luego ya vendrán las negociaciones. En el caso de que se disipen las desconfianzas, claro.
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