Un serio aviso para el Gobierno
Alberto Ayala
Viernes, 2 de junio 2017, 01:23
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Alberto Ayala
Viernes, 2 de junio 2017, 01:23
Manuel Moix ya es pasado al frente de la Fiscalía Anticorrupción. Si el paso atrás definitivo llegó ayer por iniciativa propia, como sostiene la versión oficial, o es la respuesta a los consejos de sus superiores, aún siendo relevante es una cuestión menor al hilo ... de los acontecimientos de estas últimas semanas.
Es difícil reunir en cien días más argumentos para que cualquier demócrata, sea cual sea su ideología, concluya que Moix nunca debió ocupar el cargo que ha desempeñado. Y es que su breve trayectoria en el puesto está jalonada de episodios por los que debió ser cesado mucho antes.
El ya exresponsable de Anticorrupción fue promovido al cargo por José Manuel Maza con el evidente visto bueno del ministro de Justicia y del Gobierno Rajoy. La anterior fiscal general del Estado, Consuelo Madrigal, se había opuesto. No lo juzgaba idóneo.
Maza, en cambio, no tuvo dudas. Él sí lo veía adecuado. Incluso ayer tras su dimisión seguía viéndolo. Por eso lo promovió al puesto pese a su nula experiencia profesional en el campo del que iba a responsabilizarse y a que los otros seis aspirantes sí que trabajan o han trabajado en anticorrupción.
Los escándalos empezaron casi nada más acceder al despacho. Moix cambió a los fiscales que venían investigando la financiación irregular de la antigua Convergència e intentó poner trabas a registros y escuchas relacionadas con el caso Lezo, por el que el expresidente de la Comunidad de Madrid Ignacio González se encuentra en prisión.
Se filtró que también intentó apartar de este caso al fiscal Carlos Yáñez. En cualquier caso fue en vano. Todo ello especialmente llamativo si se tiene en cuenta que en una grabación de una conversación entre Ignacio González y el exministro Zaplana, el primero expresa su satisfacción por el entonces posible nombramiento de Moix para Anticorrupción. «Sería cojonudo», sostiene el político madrileño.
El último episodio, la sociedad en el paraíso fiscal de Panamá heredada por él y sus hermanos de su padre y las mentiras sobre cuándo tuvo conocimiento de la empresa, han sido sólo la guinda del pastel. La gota que ha colmado el vaso.
El caso Moix supone, por encima de cualquier otra cosa, todo un revés en la estrategia diseñada por el PP para tener un mayor control sobre los escándalos de corrupción. La pesada losa que sigue teniendo contra las cuerdas a Rajoy a pesar de que España va saliendo de la crisis y de haber logrado sacar adelante los Presupuestos del Estado para 2017, lo que supone para el Ejecutivo media legislatura de estabilidad.
Una estrategia liderada por el ministro de Justicia, Rafael Catalá, por la que José Manuel Maza fue promovido a la Fiscalía General del Estado y Moix, a Anticorrupción. Por cierto que puede resultar extraño que Hacienda no conociera la offshore panameña del máximo acusador público en materia anticorrupción. ¿O sí estaba al tanto y eso hacía de Moix un hombre más permeable a los deseos del Ejecutivo?
Que todo un presidente del Gobierno como Mariano Rajoy haya hecho oído sordos a todas estas anomalías. A la petición de reprobación de Catalá, Maza y Moix que rubricaron la totalidad de los partidos con representación en el Congreso, excepto el suyo, claro. Que mantuviera su apoyo al exfiscal anticorrupción tras desvelarse la sociedad de Panamá, algo ética y estéticamente impresentable en un cargo público resulta un tanto inquietante.
Ojalá el sustituto suponga un borrón y cuenta nueva.
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