La pequeña localidad esconde pocos secretos. Uno de ellos era el armamento que había sido entregado por ETA para su destrucción.

En un lugar de Luhuso

En este tranquilo pueblo de Iparralde fue detenido en diciembre 'Txetx', el portavoz de los 'artesanos de la paz', y empezó a desvelarse cómo sería el desarme de ETA. Los vecinos no creen que el nombre de la localidad vaya a quedar vinculado a la historia de la banda terrorista

ana vozmediano

Domingo, 2 de abril 2017, 01:43

Casas blancas con ventanas rojas y tejado a dos aguas son, como en tantos otros pueblos de Lapurdi Garaia, la imagen de Luhuso, una localidad labortana situada entre Baiona y Saint-Jean-Pied-de-Port, muy cerca de Cambo. La plaza de esta localidad de ... 900 habitantes tiene la preceptiva iglesia con torre, frontón y un cementerio pequeño y recogido en el que reposan los restos de familias como los Ospital o los Hirigoyen, de larga historia en el lugar a juzgar por la importancia de sus lápidas.

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Así es, a primera vista, ese lugar en el que para muchos analistas «comenzó todo». Un «todo» entendido por el descubrimiento del misterio del desarme de ETA, de cómo la sociedad civil se había hecho cargo de sus arsenales para destruirlos en un proceso que va a concluir de forma oficial el domingo 8 de abril en Baiona. No da la sensación de que ningún vecino de los que pasan por las calles o trabajan en sus establecimientos vaya a acercarse. El capítulo del arsenal y las detenciones parece olvidado.

Lilian, uno de los gestores de Le Petite Biscuiterie Basque, define su localidad como un pueblo tranquilo y con una buena calidad de vida, en la que sus 900 habitantes se conocen bien y conviven como si fueran una gran familia. «Aquí todo es tranquilo», insiste. «No pasa nada ni hay problemas entre nosotros».

Si Luhuso es una gran familia, ¿conocían sus habitantes a algunos de los detenidos en un caserío de este lugar que saltó a las páginas de los periódicos el pasado dioiembre por albergar armas de ETA para su posterior destrucción?

En el bar-restaurante El Trinquete, Bea y Patricia conocen y aprecian a Béatrice Molle-Haran, la dueña de la casa en la que se hallaron las armas que desencadenaron el revuelo y las detenciones. Vivieron la preocupación que compartió todo el pueblo por saber qué ocurría con ella cuando supieron que estaba detenida y que la habían llevado a París. «Piensas en que está allí y en qué pasará con ella».

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También fueron arrestados el ecologista y sindicalista de ELA Jean-Noël Etcheverry, Txetx (el portavoz de los denominados 'artesanos de la paz' que anunció el desarme definitivo de ETA para el 8 de abril); el expresidente de la cámara agrícola Mixel Berhocoirigoin, el viticultor Mixel Bergouignan, así como el cámara Stéphane Etxegarai, Etxe. Todos se encontraban en la casa de Molle- Haran. Algunos de ellos le suenan a Patricia, dueña del establecimiento y nacida en Luhuso, que cuenta que lo ocurrido impactó en el pueblo y que, incluso, hubo una manifestación en la que participaron sobre todo los jóvenes. Algunos cenaron en el bar y, asegura, parecían contentos.

«Ahora todo ha vuelto a la normalidad. La gente ya no habla de lo que ocurrió, Béatrice ya está en su casa y la preocupación ha desaparecido. En Saint-Jean-Pied-de-Port (Donibane Garazi en euskera) también se manifestaron por la libertad de los detenidos. Los soltaron a todos». Tal vez la pintada en un muro que exige Atxilotuak Askatu sea el recuerdo de esos días de incertidumbre y sorpresa que se vivieron en el pueblo. Bea, la camarera del Trinquete, vive en la capital bajonavarra, pero busca un apartamento que le permita quedarse en Luhuso, Louhossoa en francés. Le gusta la tranquilidad, los rosales en flor, la plaza y los cuidados jardines de las calles. «Hubo revuelo, pero hemos vuelto a la vida de siempre y la gente ya no comenta nada».

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No saben cuánto armamento apareció en el pueblo. Según los propios arrestados, se trataba del 15% del arsenal del que todavía disponía ETA. El inventario final habló de dos granadas, 29 armas cortas, 9 fusiles de asalto, 12 metralletas, más de 3.000 municiones, gran cantidad de explosivos, material para fabricarlos, detonadores y temporizador.

Mucha Policía

Esther, una parisina que vive en esta pequeña localidad de Iparralde, lleva a su hija pequeña Valentina a la espalda mientras se dirige a la escuela, situada muy cerca de la iglesia, a buscar a sus otros dos críos. No opina sobre el desarme, «soy de París, no sé nada sobre esto ni sobre ETA», afirma, pero sí recuerda que el día en el que se localizó el armamento, se alarmó porque vio muchos coches policiales por las calles de la pequeña localidad. Agradeció que los niños estuvieran dormidos y no se despertaran.

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Para ella fue una sorpresa muy grande, «para los jóvenes de aquí un motivo para manifestarse para que soltaran a los detenidos».

En la escuela de Luhuso estudian los niños más pequeños. Luego irán a Cambo y, a partir de los 15 años, a Baiona. «Tardan 25 minutos en llegar», explica Patricia mientras trajina en la barra del bar. Hay chavalería en el pueblo. No es un lugar de mayores, sino de jóvenes que trabajan en la capital labortana y que optan por vivir en la localidad tranquila e idílica una vez que salen de sus oficinas. Muchos de ellos son naturales del pueblo y algunos trabajan en la propia localidad porque en Luhuso también hay baserritarras y artesanos del cobre, además de una carnicería, una panadería y un centro cultural cerca del que hay un parque con columpios. «No tenemos grandes espacios comerciales», advierte Emily, que ensalza los productos artesanales de La Petite Biscuiterie en la que trabaja y resalta la autenticidad de su turrón o de su pastel vasco.

«A nuestra tienda vienen turistas que saben cómo son nuestros productos. Para mucha gente». Para golosos, advertir que está bien indicado, cerca del bar y la escuela.

No se ven txapelas. Con una excepción: en el aparcamiento situado en la plaza central el muñeco en silla de ruedas que aparece en la señal para advertir del reservado a minusválidos, sí la lleva.

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Las campanadas de las 12

A las 12 de la mañana suenan las campanas de la iglesia y los niños salen por la puerta roja de su escuela. A la inmensa mayoría les recogen en coche para ir a casa, primero porque son pequeños y además porque las calles son empinadas. Ha empezado a llover. Jean Pierre Harriet y Gilbert Dupuy salen también de la Herriko Etxea de la localidad, del ayuntamiento de Luhuso. Alcalde y primer teniente de alcalde, el maire y su segundo, no se amilanan con el agua que ya cae con ganas.

Harriet pertenece a una candidatura independiente asociada con el Partido Republicano y ellos, alcalde y segundo, fueron los primeros sorprendidos como ciudadanos y como autoridades cuando vieron a la Policía llegar al pueblo cuando ya era de noche. Harriet utiliza un poco el euskera, Dupuy chapurrea el castellano, y entre ambos relatan lo ocurrido.

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Ambos acudieron al lugar de los hechos. «Vimos que llegaba Policía, no solo de los alrededores sino también de Baiona y de Burdeos. Y de España. Pensamos que pasaba algo extraño, tampoco lo asociamos con el desarme de ETA ni con nada parecido. No sé si esa operación estaba prevista o no».

Ellos se preocuparon por la periodista en cuya casa se incautaron las armas, un edificio alejado unos seis kilómetros del centro de la villa en el que ella lleva viviendo muchos años. Dupuy cree que el despliegue pudo ser excesivo, «porque los coches policiales recorrían el pueblo por todos los lados», pero lo que quieren destacar es que no perciben que el nombre de Luhuso vaya a pasar a la historia por esta operación contra ETA que tanta expectación levantó y sigue dando que hablar. Como el resto de sus vecinos, insisten en que viven en un lugar tranquilo en el que sus habtantes se llevan bien y donde nunca ha ocurrido ningún percance ni enfrentamiento. Vamos, nada parecido a lo que vieron aquella noche.

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El alcalde recuerda que otro acontecimiento multitudinario, aunque de contenido bien dispar. La Korrika, sí ha pasado en más de una ocasión por Luhuso, para apostar por un euskera que, por ejemplo, Agnès, que se esmera con los dulces en la tienda, domina a la perfección. Al alcalde le da más apuro, «porque se me ha olvidado mucho» y lo utiliza poco. «Aquí vivimos tranquilos. Es verdad que alguna vez tiene que pasar algo, eso ocurre en todas las ciudades, pero ahora, en Luhuso, la vida sigue igual», afirman desde La Petite Biscuiterie Basque, de donde surge el aroma a buena repostería que inunda la parte baja del pueblo. «Todos esperamos que haya buenas noticias... Soy vasco», concluye Lilian, encogiéndose de hombros y con una sonrisa.

Ha parado de llover y la hora de la comida deja desierta la calle de la localidad labortana. El alboroto, la sorpresa y el susto acabó ya y los vecinos insisten en que, en Luhuso, todo fluye en calma.

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