Obscuridades de la política profesional
Los políticos y la empresa privada deben aclarar muy bien todos los supuestos que, como derechos, se conceden a sí mismos para conocerlos punto por punto
José Ignacio Calleja
Sábado, 4 de marzo 2017, 02:38
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José Ignacio Calleja
Sábado, 4 de marzo 2017, 02:38
Me molesta que la mayoría de la gente se refiera a la política como una choricería y que lo haga sin complejos ni inquietud moral ... alguna. Me molesta que ni siquiera guarde la duda de «¿lo sé con certeza de este y de aquel?» O, esta otra, «¿podría yo exponer sin reparo mi vida pública al público?» Esto no disculpa nada la corrupción, pero nos hace menos precipitados en las generalizaciones y el juicio. Las generalizaciones son la máxima expresión de la pereza intelectual y una manera de perder la razón cuando se tiene. Lejos de mí los elitismos morales, pero a las cosas también hay que llamarlas por su nombre; si no ser políticamente correcto es objeto de alabanza en estos días, conseguirlo a golpe de simplezas es pereza pura y dura. Hoy, por la pereza en el juicio, ¡pereza intelectual cargada de intereses, claro está!, se llega a presidente de EE UU, pero ese discurso sigue siendo una injusticia contada con admirable simpleza para gente cansada de explicaciones que no mejoran su vida como espera o que no acepta que mejore la de otros si ellos deben poner algo. «No con lo mío» tiene por máxima ético-social la mayoría de quienes votan y aspiran a gobernar sus sociedades. Refugiados y migrantes que huyen de la guerra y del hambre, no con lo mío. Algún tipo de renta de garantía de ingresos para la población del país que vive en el umbral de la pobreza o sin recursos mínimos, no con lo mío. Educación y atención incondicional a los niños que pertenecen a esos grupos sociales, como ascensor imprescindible que los saque en el futuro del estatus heredado, no con lo mío. No es extraño que alguien te interpele con claridad, no exenta de dureza, sobre por qué no resuelves estas «cosas» con «lo tuyo, en tu casa, con tu dinero».
Y no es menos extraño que quien te lo dice, además de ser un bruto moral y político, ignore las ayudas públicas que en su familia y trabajo recibe, y que sin embargo considera derecho adquirido y suyas. Me harto de hacer este examen de conciencia entre la gente que conozco y no faltan, aquí y allá, en derechos sociales, en desgravaciones, en ayudas directas, en créditos blandos, en subvenciones lo que ni ellos mismos recuerdan. Y me alegro, y más que quisiera reconocerles si fiscalmente todo funcionara con justicia contributiva y distributiva, pero el «no con lo mío» sigue ahí como una ideología de la justicia social más exigida por los acomodados. No, con lo mío.
Volvamos a la política como lugar de todas las sospechas de choricería estandarizada, sospecha que considero injusta. Tenemos, yo también, una supina ignorancia sobre algo que de verdad importa y sobre lo que necesitamos hacer luz; más aún, sobre lo que hace tiempo la política tenía que habernos mostrado transparente y, sobre todo, corregido. Por ejemplo, es un lugar común que Patxi López, tras su paso de siete meses por la presidencia del Congreso, recibe una compensación económica de miles de euros y una pensión vitalicia, en su momento, de muchos más miles de euros. ¿Esto es cierto o no? Y, en relación, a su condición de exlehendakari, ¿mantiene alguna ventaja económica o no? Y si lo es, y ha recibido esa compensación y esa pensión en su momento, ¿a cuento de qué puede dar lección para la regeneración social de la democracia y pretender presidirla? Y este ejemplo no es más que uno que representa todo lo que la política tiene que aclarar sobre los derechos que confiere a sus protagonistas cuando estos dejan los cargos y cuando se jubilan. Si como sabemos por el camino de las puertas giratorias muchos salen de alta política y entran en la empresa pública y privada como consejeros pagados a precio de oro, y suman compensaciones, derechos de jubilación y megasueldos en encargos que les vienen «por ser vos quien sois», esto es una vergüenza en lo que afecta a lo público; y otra, en cuanto a lo privado. Y no sé cómo se atreven a dar una opinión sobre lo que requiere la crisis social de su país, dicha desde esos púlpitos feudales. Cuando se cobra tanto, al salir de la política, se cobra para callar. Por extensión, la clase dirigente de tantos grupos privados que se compensa sin límite económico en su actividad profesional debería entender que en el silencio moral y social va el haber de sus rentas. Y sin embargo no hay junta de accionistas donde el gran jefe no diga lo que otros tienen que hacer. Hay rentas, salarios y beneficios tan altos al salir de la política, y en la empresa privada, que conllevan necesariamente el deber de callar los consejos que otros muy abajo, pero muy abajo y con casi nada, deberán practicar.
He dicho Patxi López por ser alguien que sigue en la política con pretensiones de futuro y se cuentan de él esas cosas que pregunto. Pero lo mismo de Aznar, González, ¿Ardanza? y toda la clase política que primero estuvo en el poder, después pasó a la empresa para vender experiencia y contactos, y enriquecida, nos alecciona sobre lo divino y humano en eficiencia social. Y lo pienso de banqueros fracasados (Bankia, cajas, Popular) que marchan a casa con la cuenta corriente que les estalla en la conciencia y en la cara, aunque sea legal; y lo pienso de muchos nombres de la gran empresa, cuyo éxito contable en lo que gestionan es tan claro, como poco público el modo y la justicia social de las reglas de juego en que los mercados de su sector se mueven.
Todo son preguntas, no tengo conocimiento estricto de cada caso, y por eso que reclamo de la política (y de la empresa privada) que aclare muy bien todos los supuestos que, como derechos, se concede a sí misma; que podamos conocerlos punto por punto, y, desde luego, que renuncie a aquellos -creo que bastantes- que se reserva en su reglamento interno y que la hacen tan odiosa cuando los conserva en la salida. Los vemos como privilegios, tienen la palabra.
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