ANA VOZMEDIANO
Domingo, 26 de febrero 2017, 20:05
«En todas las familias puede surgir una oveja negra», dicen en Zumarraga. Y en esta la hubo, un flamante deportista convertido en el príncipe más apuesto de las cortes europeas, con cuatro niños rubios de postal y condenado ahora a seis años de cárcel.
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Es martes en su pueblo natal, en el corazón del Alto Urola y, para la mayoría, Iñaki nunca estuvo allí. Todavía no se sabe si el exduque de Palma irá a la cárcel, pero los vecinos de la localidad se debaten entre la indiferencia y convencimiento de que el chico apenas rozará una prisión.
Pero hay otros, los más mayores, que recuerdan y aprecian a la familia de esa «oveja negra» tan mediática. Algunos aún viven en Zumarraga. El caso es que, como nos cuentan ese martes, los Urdangarin Berriochoa, eran tres hermanos: Anita, la única chica, farmacéutica de profesión, Juan Mari y Luis. Los tres vivían en el número 3 de la plaza de Euskadi, con vistas a la escultura del ilustre marino Miguel López de Legazpi, el conquistador de Filipinas. Junto al portal sigue abierta la tienda, URBE, (de las iniciales de Urdangarin y Berriochoa) un comercio de siempre que ahora regentan los dos hijos varones de Luis. Ana, Juan Mari y el propio Luis han fallecido.
Una de las hijas de este hermano vive fuera del pueblo, en Aretxabaleta. Las otras dos son andereños. Todos ellos son muy queridos en el pueblo. Su silencio sobre el caso de Iñaki Urdangarin es hermético. «De verdad, preferimos no decir ni buenos días sobre este caso», se excusa uno de los primos del exduque de Palma, tal vez aquel que fue testigo de la boda que revolucionó Zumarraga y de la que tanto él como el resto de la familia nunca quiso hablar.
Ana se quedó soltera. «Juan Mari era un hombre alto, un señor muy majo y muy simpático», cuenta una mujer. No quiere decir su nombre y tampoco tiene recuerdo de los siete hijos que tuvo este Urdangarin. «Solo recuerdo al padre, que se parecía mucho a su hijo».
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El marido de Rosario, también de Zumarraga de toda la vida, era amigo de los Urdangarin, sobre todo de Luis, que fue el que se quedó con la tienda. Juan Mari, el padre del exduque, era joven cuando partió hacia Vitoria, donde llegó a ser el presidente de la Caja Vital. Se casó con Claire Liebaert y tuvo siete hijos, entre ellos Iñaki, el que logró ascender más alto en el escalafón deportivo como jugador de balonmano y en el social, emparentando nada más y nada menos que con la hija mediana del Rey de España, con Cristina de Borbón.
Las cosas han cambiado. «No quiero hablar de ese hombre», dice una mujer algo alterada en la puerta de un bar cercano al batzoki al que alguna vez acudía el padre de Iñaki.
Pili afirma que cuando le preguntan por él, más allá de no tener ningún recuerdo suyo, prefiere decir que «sí, nació aquí, pero que no tiene mucha más vinculación» Otra amiga suya reconoce que «también es verdad que cuando se casó era de Zumarraga y ahora la gente resaltamos que nunca le conocimos».
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Junto a Mari Puri, Marisa y Luis Mari, destacan que «el padre era un señor» y que «la familia Urdangarin siempre ha sido querida en este pueblo, porque son muy majos y tienen relación con todos los vecinos». Juan Mari tuvo durante años una novia, hija de la joyería Apaolaza, pero la historia de amor terminó y se casó con «una mujer extranjera», según recuerdan varios lugareños . «Sí, la familia venía alguna vez, pero lo cierto es que no recuerdo a los niños. Juan Mari siempre tuvo buenos amigos aquí, pero los chavales y la mujer no».
María Luisa también recuerda aquel noviazgo fallido entre el de los Urdangarin y la de los Apaolaza. «Ella lo pasó mal, pero ya ves, al final se casó con una extranjera. Juan Mari era un hombre muy majo, amable, educado.... Pero en cualquier familia puede haber una 'oveja negra' y este Iñaki ha sido el que ha traído esa desgracia a su familia y a la de los Reyes. El primo mayor, que trabaja aquí, en la tienda, lo ha pasado fatal».
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Esa 'oveja negra' de los Urdangarin, el más famoso de todos ellos desde que era muy joven debido a sus hazañas deportivas, ha sido una desgracia a juicio de sus vecinos, que aunque apenas alguno le recuerda, mantienen un fuerte afecto con sus primos y un buen recuerdo de su padre y de sus tíos.
María Luisa, que no quiso ser fotografiada para el reportaje, menea la cabeza. «Es una pena, pero ¿sabes lo que pasa? Que el dinero es podrido, que la gente quiere más cuanto más tiene. Mira que podían vivir bien sin hacer todo lo que hicieron..»
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No tiene dudas. Si Urdangarin llegara a ir a la cárcel estaría en un lugar en el que no le faltará ni tele ni calefacción. «¡Si los mayores de esa familia levantaran la cabeza!». La tía Ana, o Anita, por ejemplo. Vio la boda en una de las mesas del bar Ezkiotarra porque su estado de salud le impidió acudir al regio enlace de la catedral de Barcelona. Se sentó como hacía muchos días en el comedor y vio la boda por la tele.
Mónica lleva muchos años al frente de este bar, situado junto al batzoki. Recuerda a la tía de Iñaki, «que era una mujer alta y rubia que se parecía mucho a su hermano, al padre del Urdangarin famoso». Nunca vio a los chavales ni coincidió con ellos, comparte la teoría de sus vecinos de que sea como sea una familia una 'oveja negra' puede aparecer en cualquier momento».
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«Sin embargo ayer mismo uno de los clientes recordaba haber visto a Iñaki en bici con sus primos o con su hermano y su padre. Incluso hacer algún recado de forma muy ocasional. Pero sea como sea, aquí, en la barra, la gente dice que si entra por una puerta saldrá por la otra».
El caso es que, para alivio de quienes la conocieron, la tía, cuyo nombre lleva la hermana mayor de Iñaki, vio la boda, pero no llegó a conocer el escándalo del caso Nóos. «Estaba enferma. ¡Con lo contenta que estaba de que un sobrino suyo hubiera emparentado con la realeza!».
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«Jugando con Iñaki»
La cabeza de Juanita, sin embargo, está perfecta. Continúa a pie de mostrador en la joyería familiar, Apaolaza, de la que formaba parte aquella novia del galante y simpático Juan Mari Urdangarin. Ella, Juanita, se casó con un hermano de la citada prometida, y de su Beasain natal se fue a vivir a Zumarraga. Juan Mari era íntimo de su marido, «iban juntos a todas partes y mi hijo jugaba con Iñaki y su hermano al fútbol en la plaza. Con ella, con Clara, la mujer, no teníamos relación»
Lamenta la situación actual, y recuerda las vísperas de la boda. «Cuando nos enteramos que era el novio de la infanta, que se iba a casar, se montó un revuelo tremendo en el pueblo. La gente estaba extrañada, uno de los de Urbe en la Familia Real... Todos aquellos que fueron invitados se fueron a San Sebastián a comprar la ropa, la más elegante que encontraron». Juanita sonríe. «Es que a un sitio así no se puede ir de cualquier manera ¡Menuda boda! Y ahora ya ves. Una pena».
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Ni una palabra sobre aquel noviazgo que todavía recuerdan quienes tienen más años y que ignoran sus hijos. La propia hija de Juanita, atareada en el taller de la joyería expresa con su mirada lo poco que le interesa lo que ocurra con la vida de Iñaki Urdangarin. Símbolo de esa gran parte del pueblo que mira con escepticismo los avatares de «la oveja negra» de una familia querida.
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