Han pasado ya 115 días desde que Mariano Rajoy logró el plácet del Congreso para continuar como presidente del Gobierno español, gracias a la abstención del PSOE. Desde entonces vive una situación un tanto paradógica.
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Pese a la exigua minoría parlamentaria del PP, el líder ... conservador gobierna con relativa tranquilidad. Debe negociar y hacer concesiones cada vez que quiere sacar adelante alguna iniciativa. Aún no sabe si conseguirá ver aprobados los Presupuestos para 2017. Pero la situación de sus grandes adversarios es una permanente invitación al optimismo.
Y es que el PSOE sigue sin líder ni hoja de ruta. Podemos no ha encontrado tiempo para otra cosa que no haya sido para desguazarse internamente entre clanes. Y Ciudadanos apenas logra levantar la cabeza. La penúltima vez que logró ser noticia lo fue por su triple salto mortal ideológico: de la socialdemocracia al liberalismo.
Pero los conservadores sabían, y saben, que tienen otro frente abierto mucho más peligroso y dilatado en el tiempo. Ese frente se llama corrupción. Y ayer los tribunales volvieron a deparar dos malas noticias para sus intereses, con protagonistas de primera fila como son el presidente de la Comunidad de Murcia, Pedro Antonio Sánchez, -por segunda vez en una semana- y el exministro de Industria y Turismo José Manuel Soria.
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El caso de Pedro Antonio Sánchez entraña una especial importancia para el PP. Murcia se ha convertido en el último bastión de la derecha española en el arco Mediterráneo tras la pérdida de Baleares y la Comunidad Valencia. En Cataluña los populares siempre han sido una fuerza menor. Y Andalucía se perpetúa elección tras elección como feudo inexpugnable del PSOE, a pesar de ciertos pesares.
Sánchez -a quien el fiscal general del Estado evitó hace unos días ser acusado por corrupción- reveló ayer que el Tribunal Superior de Justicia de Murcia le ha citado en calidad de investigado (el equivalente actual a lo que antes era la imputación). El juez cree que pudo cometer sendos delitos de prevaricación, fraude, falsedad documental y malversación cuando era alcalde de Puerto Lumbreras en la construcción de un auditorio.
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Aunque Rajoy se apresuró a reclamar la presunción de inocencia para su compañero, Ciudadanos, que le dio con sus votos la presidencia, le planteó un ultimátum: o dimite o se unirá al resto de la oposición para forzar su caída. El propio Sánchez se comprometió en su día a dejar el cargo si era investigado por corrupción.
El segundo bofetón político del día para el PP tiene como protagonista a un antiguo peso pesado del partido y amigo personal de Rajoy, José Manuel Soria. Un juez ha declarado probado que el exministro de Turismo -que se vio obligado a dimitir hace unos meses por ocultar la verdad sobre los negocios de su familia en paraísos fiscales- pasó una semana con su pareja en un hotel de superlujo de la República Dominicado invitado por una cadena hotelera canaria. Es decir que, presuntamente, volvió a mentir cuando negó los hechos en el Congreso.
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La política española sigue, pues, de sumario en sumario. Son las lógicas secuelas de décadas de corrupción.
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