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Ramón gorriarán
Sábado, 18 de febrero 2017, 02:01
Cuando casi nadie lo sabía, Iñaki Urdangarin y Cristina de Borbón eran los cómplices del hoy rey Felipe VI y Letizia Ortiz en los primeros pasos de su noviazgo. Las dos parejas eran uña y carne. La casa de la infanta y su marido en Barcelona cobijó más de una vez a los novios, que tenían que vivir su relación en el más absoluto de los secretos. A tal punto llegaba su amistad que Urdangarin, por encargo del todavía Príncipe de Asturias, compró en una carísima joyería de Barcelona el anillo de pedida para Letizia Ortiz. Aunque Diego Torres, ya socio del exjugador de balonmano, cuenta que lo adquirió él, y para mayor recochineo dice que lo pagó con una tarjeta bancaria del Instituto Nóos.
Pero el caso Nóos destrozó aquella estrecha amistad, si bien los cotilleos de las revistas del ramo apuntan que ya antes de que estallara el escándalo la hoy reina de España puso tierra de por medio en cuanto «supo que Iñaki ponía a Felipe en contra de ella».
Fuera aquello cierto o no, desde aquel registro de la sede de la empresa en Barcelona Felipe VI cortó por lo sano con su cuñado. Dejaron de hablarse y de verse. Solo coincidieron en una visita al hospital al que Urdangarin acudió por sorpresa para para ver a don Juan Carlos, y en algún oficio religioso de obligada asistencia, como la misa por el centenario del nacimiento del abuelo Juan de Borbón.
El Rey, cuando no lo era y ahora que lo es, ha puesto por delante de la relación con su hermana el futuro de la Corona.
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