Han pasado apenas once meses. Corría el mes de marzo de 2016. Las negociaciones para la formación de nuevo Gobierno en España se encontraban empantanadas. Y empezaba a especularse con la posibilidad de que hubiera que repetir las elecciones generales el 26 de junio, como ... finalmente sucedería.

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En círculos políticos y económicos madrileños, incluido el entorno del Ibex 35, el futuro político de Rajoy cotizaba a precio de bono basura. Cuando dos expresidentes autonómicos del PP, el murciano Alberto Garre y el navarro Jaime Ignacio Del Burgo, no tuvieron mejor idea que terminar de calentar la caldera al salir a la palestra y pedir al entonces presidente en funciones que se hiciera a un lado. Para el político foralista no quedaba otra que hacer lo contrario de lo que Ignacio de Loyola recomendara en su día . «Es tiempo de hacer mudanza o perecer», enfatizó.

Es posible que estos difíciles momentos pasaran ayer por la cabeza del líder popular en la inauguración del 18 congreso que su partido celebra el fin de semana en la Caja Mágica de Madrid. Y es que menos de un año después la situación no puede haber cambiado más ni a mejor para quien ha terminado por llevar a gala eso de ser un señor de Pontevedra gris pero practico, sosegado y pragmático.

Rajoy vive su congreso más calmado en contraste con el que hoy inicia Podemos en Vistalegre. Nadie discute ya su liderazgo, como sí ocurría hace un año y como en el congreso de 2008 en Valencia cuando se salvó por los pelos -o mejor dicho, por la organización valenciana de Camps y la difunta Rita Barberá- de la ofensiva que le preparó el aznarismo y dirigentes como Esperanza Aguirre con importantes apoyos mediáticos. Esta vez la para él siempre molesta sombra de José María Aznar ni siquiera sobrevolará el cónclave, tras su renuncia hace un mes a la presidencia de honor del PP.

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Y es que lo que en muchos momentos pareció imposible, incluso a los suyos, como era retener La Moncloa por cuatro años más hoy es una realidad gracias al cambio de voto del PSOE. No solo eso. Rajoy, además de presidir el Gobierno, está logrando gobernar. Los populares han debido hacer algunas concesiones al PSOE, es cierto. Pero con ello han evitado el bloqueo de las instituciones y han sujetado a la segunda pata del bipartismo en su peor momento desde la restauración democrática.

La corrupción, otra vez la corrupción, en concreto la primera sentencia del caso Gürtel, nos refrescó ayer la memoria de lo vivido en los últimos años en España. Una de las causas -junto a las secuelas de la crisis- del desgaste de PP y PSOE, y de la irrupción de Podemos y Ciudadanos.

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Aunque siete empresarios han confirmado la financiación irregular de los conservadores. Aunque una segunda consejera valenciana del Gobierno de Camps ingresará en la cárcel por corrupta. Aunque Ana Mato y el propio partido se volverán a sentar el lunes en el banquillo de los acusados, el PP no va a permitir que nada enturbie su congreso. Ayer, apenas hubo una leve referencia de Cospedal a que el partido pudo actuar tarde. No dejes que la actualidad te impida exaltar trece años de vida del marianismo.

Y es que, mientras la izquierda siga dividida y enfrentada, internamente y entre sí, a Rajoy y al PP sólo les inquietará una cosa: que las turbulencias en las filas socialistas y/o las exigencias del PNV les compliquen la gobernabilidad. Eso, solo eso y nada más que eso.

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