Gritos y susurros
Si toca boda, la habrá, aunquede conveniencia.Lo que no cabeesperar entre el PPy el PNV es un largo noviazgo por amor
Alberto Ayala
Jueves, 5 de enero 2017, 01:38
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Alberto Ayala
Jueves, 5 de enero 2017, 01:38
En política nunca den por hecho casi nada antes de tiempo. Menos aún caigan en la tentación de trasladar a este terreno parámetros habituales en la vida cotidiana. Continuados griteríos no tienen por qué prejuzgar un desacuerdo final. Un delicado susurro puede resultar mucho más ... determinante en el desenlace definitivo.
Todo lo anterior pueden aplicarlo punto por punto a las relaciones entre el Gobierno Rajoy y el PNV. ¿Que a qué relaciones? Pues a las que según algunos prácticamente no existen, a las incipientes y a las que vendrán cuando el presidente Rajoy decida apretar el acelerador en busca de respaldo para su proyecto de presupuestos 2017. Sobre todo si no convence a los socialistas para que le apoyen a cambio de algunas concesiones o, en último extremo, para evitar otras elecciones generales.
Da igual que el responsable institucional jeltzale, Koldo Mediavilla, advierta al PP de que «deberá buscar la estabilidad en otro sitio». O que los populares se descuelguen reprochando al PNV «poner la alfombra roja a ETA» por reunirse con Antton López Ruiz Kubati, que cumplió 26 años de prisión por 13 asesinatos, entre ellos el de Dolores Catarain Yoyes.
También que el nuevo presidente del PP alavés, Iñaki Oyarzábal, pida a los peneuvistas obrar con responsabilidad si quieren acuerdos. O que su homóloga vizcaína en el PNV, Itxaso Atutxa, diga no ver cambios reales en la actitud de los conservadores hacia ellos, como hicieron uno y otra ayer mismo.
No prejuzguen nada. Semejante griterio no anticipa cual será el desenlace de esta partida. Tampoco algunos susurros, como la presencia hace unas semanas de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría en la jura de Iñigo Urkullu como lehendakari en Gernika. Ni la del consejero vasco de Gobernanza y Autogobierno, Josu Erkoreka, en la toma de posesión del popular Javier De Andrés como delegado del Gobierno español en Euskadi, que la número dos del Gabinete Rajoy presidirá el lunes en Vitoria.
La presencia del consejero-portavoz vasco -que acudirá con el socialista Iñaki Arriola- constituye, sin lugar a dudas, todo un guiño del Gobierno Urkullu hacia el Ejecutivo español. Porque el PNV considera que la figura del delegado «no tiene sentido» en una autonomía singular como la vasca. Y porque, en consonancia con este planteamiento, no ha sido usual la presencia de consejeros jeltzales en actos precedentes.
En abril de 2008, el entonces titular de Interior, el peneuvista Javier Balza, sí acudió a la jura del socialista Mikel Cabieces como nuevo delegado. Claro que por aquellos días el PNV mantenía una fructífera relación con el gobierno del presidente socialista Zapatero, cuya estabilidad garantizaron con sus votos en el Congreso durante tiempo a cambio de importantes concesiones económicas y políticas.
La partida de si Rajoy logra o no sacar adelante las cuentas de este año está todavía en los prolegómenos. El PP tiene dos vías para lograrlo, siempre que mantenga firme el apoyo de Ciudadabnos, a quien en las últimas semanas no ha tratado como merecería un socio preferente. O persuade al PSOE para que rectifique o se hace con los votos jeltzales. En ambos casos a cambio de jugosas contraprestaciones.
Si ni una ni otra tuvieran visos de prosperar al presidente aún le quedaría por jugar la carta de la amenaza de unas nuevas eleccionse a partir de mayo. Una opción que a quien más rechina es a un PSOE que sigue descabezado.
Así que, de momento, paciencia. Y no se pierdan entre gritos y susurros interesados.
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