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Salvapatrias en acción

Ahí siguen en la UPV/EHU: tan salvajitos como siempre. Actúan como en las mejores épocas. Esque lo que se siembra al final puede florecer

Pello Salaburu

Miércoles, 23 de noviembre 2016, 02:52

Ya los tenemos de nuevo ahí. Atacando a esta sociedad capitalista en su eslabón más débil: la universidad. Más en concreto, la universidad pública, que es, como todos sabemos, la más española y la única que sostiene este sistema tan capitalista y tan impresentable. Son ... los salvapatrias de última hora, los que van a arreglar todos los desaguisados de estos años a puñetazo limpio. Convierten en fango el espacio de la palabra. Pensábamos que habían domesticado un poco esos arraigados instintos académicos que les llevan a interrumpir presentaciones académicas y a pintar autobuses de línea con ansia irrefrenable. Pero ya veo: estábamos equivocados. Ahí siguen: tan salvajitos como siempre. Actúan como en las mejores épocas. Es que lo que se siembra, aunque sea en terreno yermo, al final siempre puede florecer.

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Parece ser que son grupos minoritarios. Desde luego lo son si los comparamos con los miles de universitarios que tienen un comportamiento, no voy a decir normal, sino al menos entendible en unos parámetros más o menos compartidos por la razón. Estos no. Estos parecen escapados de un zoológico. Actúan con impunidad, cuando amenazan a profesores y estudiantes. Cuando violentan aulas, despachos, bibliotecas y autobuses que, como todos sabemos, son en realidad los verdaderos culpables de la crisis y los pilares de la actividad económica, financiera y militar. Actúan ante el aparente sobresalto de quienes un día, tampoco muy lejano, aplaudían de forma directa o consentían con disimulo y haciendo como que miraban a otro lado acciones muy similares a estas que vemos ahora. Incluso hoy en día les cuesta condenar estas salvajadas. Hay que entender el contexto, piensan, me imagino. Porque el caso es que no dicen nada, cuando se encuentran con el papelito que les presentan otros partidos: ¿Firmáis esto? Silencio. También Podemos, que es como el adalid de las buenas causas. Silencio sepulcral. No pasa nada porque un grupo quiera romper con un extintor la puerta del decanato, porque un par de chavales metan el miedo en el cuerpo a dos pasajeros que no saben en esos momentos a quién rezar. No pasa nada porque se pinte un aula o la pared de una biblioteca con un spray. Hay que contextualizar, que si no simplificamos mucho. Hay que condenar esa legislación invasora de España, esos rectores y vicerrectores vendidos sin vergüenza al capitalismo sucio por un plato de lentejas. Hay que contextualizar bien todo lo que ocurre: invasión de los americanos en las playas de Normandía, guerra de Corea y Onésimo Redondo.

Bueno, se me ocurre a mí que pensarán en la contextualización, porque tampoco dicen nada más serio. Alguno de EH Bildu se limita a manifestar su «rechazo» y a recordar que son «imágenes de otros tiempos», como cuando algunas feministas rechazan que un hombre les ceda el paso: rechazan la oferta y recuerdan que eso se hacía antes. Impedir que una aspirante a rectora pueda explicar su programa equivale, más o menos, a que Dylan no quiera acudir a Suecia a recibir el Nobel. Aquellos rechazan lo que hacen esos iluminados, con capucha o sin ella, y Dylan rechaza coger el avión. Es más o menos lo mismo. Podemos, ni eso siquiera.

Sin embargo no deberíamos minusvalorar la gravedad de estos hechos: no ya por lo que supone atentar contra bienes públicos pagados con impuestos de todos, no con tarjetas black. No ya por la violencia personal que supone un enfrentamiento tan agresivo con profesores y alumnos. No solo por eso, que no es, desde luego, poco. Pero es más preocupante a largo plazo el desprecio profundo que esa actitud deja entrever hacia lo que supone la institución universitaria como uno de los pilares fundamentales en la vida social. Es uno de los espacios en los que, a pesar de los vaivenes, y a pesar de regímenes dictatoriales, con más firmeza se ha defendido siempre la libertad de la palabra, la libertad de expresión. Nunca se puede coartar a nadie para que exponga sus puntos de vista de forma pacífica. Es, en ese sentido, un espacio sagrado. La universidad ha procurado ser siempre ese espacio de libertad, ese espacio que manchan de forma tan desleal unos jóvenes que tienen el cerebro, o lo que sea que tengan, en un lugar distinto al del resto de los ciudadanos. Todos los universitarios deberíamos condenar esta actitud profundamente injusta. Todos los universitarios debemos defender nuestra universidad como centro que con su trabajo paciente y callado hace posible -con sus múltiples imperfecciones- una sociedad más libre, más igualitaria y mejor. Llena de asombro que para atacar al capitalismo haya que atacar al compañero. Porque se ataca al compañero cuando se ataca al profesor. Se nos ataca a todos cuando se impide que Nekane Balluerka y su equipo presenten su programa y expongan sus planes con la tranquilidad necesaria que una sociedad democrática siempre debe asegurar. Pero la actividad de los salvapatrias siempre es preocupante. Trump va a salvar a EE UU de inmigrantes sudamericanos. Aquí, unos trumpitos aprendices de la estupidez creen (es cuestión de fe, no de pensamiento) que machacando a la UPV/EHU habrán conseguido poner en jaque al Fondo Monetario Internacional.

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