Jesús Mari Leizaola nació el 7 de septiembre de 1896, hace 120 años. El 7 de octubre de 1936, cuando el ruido de las bombas y los fusiles estaban en el dolor de los corazones del pueblo vasco, Jesús Mari Leizaola, conocido posteriormente como el ... lehendakari zaharra, es designado por José Antonio Agirre, el primer lehendakari de Euskadi, como consejero de Justicia y Cultura del Gobierno vasco. A los 18 años finalizó su carrera de Derecho e inmediatamente después se incorporó a la Diputación Foral de Gipuzkoa y posteriormente al Ayuntamiento de San Sebastián. A los 26 años protagonizó un hecho singular, Leizaola era jefe de sección del Ayuntamiento de Bilbao y enarboló un cartel ante Alfonso XIII que decía: «Queremos la Universidad vasca» (que comenzó a funcionar, por cierto, con la Facultad de Medicina), manifestación organizada con ocasión de un Congreso de la Sociedad de Estudios Vascos en 1922 en Gernika. Fue detenido y llevado esposado por la Guardia Civil a pie hasta Amorebieta. Llevaba ya desde los veinte años publicando artículos en euskera en el semanario Argia. Problema vital el del euskera, no podía ser desatendido, y a pesar de las difíciles circunstancias que se vivían el departamento de Cultura, abordó el problema de la enseñanza del euskera y creó el Colegio Oficial de Profesores de Euskera. Pero la guerra y el fascismo dieron al traste con sus ilusiones e iniciativas nacidas de las ansias de libertad del pueblo vasco.
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Ya en 1937 denunció el bombardeo alemán de Gernika, viajó a Valencia para solicitar apoyo aéreo y militar del Gobierno republicano ante la ofensiva que libraban las tropas franquistas. Sin embargo, no obtuvo el apoyo necesario para fortalecer las defensas de Bilbao, fue nombrado responsable de la junta encargada de dirigir la última defensa de Bilbao y evacuar la ciudad. Leizaola permaneció en Bilbao hasta pocas horas antes de que la ciudad cayera en manos franquistas.
Fueron amargos los momentos que vivió Leizaola. Intentó negociar la rendición de los combatientes vascos y evacuar a la mayor parte de la población posible. Pero eran muchas las personas que se quedaban atrás y cuyo futuro a manos de las tropas franquistas era incierto en grado sumo. Leizaola se instaló provisionalmente en Santander, después en Barcelona, y a partir de 1939, en Francia, donde conoció el exilio al acabar la guerra. Ya allí, trabajó activamente instalando a los miles de vascos y de republicanos desplazados por la cruel Guerra Civil, editó diversas publicaciones, se hizo cargo del Gobierno vasco coincidiendo con la desaparición de Aguirre por tierras belgas y alemanas.
La II Guerra Mundial y la derrota de las fuerzas del Eje dieron esperanzas a Leizaola y a los republicanos en cuanto a que la dictadura del general Franco también tenía sus días contados. Pero las fuerzas aliadas no atacaron al régimen instaurado por los golpistas fascistas del 18 de julio de 1936. Se inició la etapa más triste, la del largo y amargo exilio, sin saber cuándo podría volver a pisar su país, Euskadi.
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Infatigable como pocos, Leizaola prosiguió escribiendo artículos, libros, editando revistas y publicaciones, visitando a las colonias vascas, a las que animaba con entusiasmo, y participando activamente en su partido. Jesús Mari Leizaola estaba llamado a servir a Euskadi desde las más altas responsabilidades y así, cuando en 1960 muere el primer lehendakari de Euskadi, José Antonio Aguirre, Leizaola se convirtió en su sucesor natural, en Donibane Lohitzun de Iparralde, donde juró el cargo; sí, en Iparralde de Euskadi, no en Hegoalde. No pudo jurar en Gernika.
Participó activamente en diversas gestiones ante el Vaticano y EE UU para el llamado caso Burgos. En 1974 volvió a pisar territorio de Hegoalde, 37 años después de la evacuación de Bilbao. Logró llegar de incógnito a Gernika para celebrar el Aberri Eguna. Visitó también la basílica de Begoña, concedió una rueda de prensa clandestina en Bilbao y rindió homenaje a Sabino Arana en el cementerio de Pedernales. Volvió rápidamente a San Juan de Luz. Eran los estertores del franquismo. Cinco años después, el 15 de diciembre de 1979, reinstaurada la democracia, regresó de un exilio de más de 40 años. Uno de los actos más emotivos de su vida tuvo lugar ese mismo día en el campo de fútbol de San Mamés, donde fue recibido por miles de personas que le rindieron homenaje. Al día siguiente, en un acto simbólico y como prolongación del primer Gobierno vasco elegido democráticamente, entregó todos sus poderes de lehendakari al presidente del Consejo General Vasco, el entonces militante de EAJ/PNV Carlos Garaikoetxea.
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Algunos dicen que no hay que mirar atrás ni para coger impulso. Error. Lo dicen para que se crea que el mundo lo han inventado ellos y que por la soberanía, el autogobierno, el euskera y la cultura de este país solo se han preocupado ellos. No, hay que decir lo contrario. Para atrás, para coger impulso. Ejemplos como los de Leizaola no solo se tienen que conocer sino poner en valor. Honra a toda una generación y honra a un nacionalismo, el del PNV, institucional, constructivo, inasequible, constante y efectivo.
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